“En el nombre de…”
Eduardo
de la Serna
Es algo bastante importante, y
motivo de orgullo en ocasiones ser “delegado de” alguien que nos parece
importante o valorable. De trata de representarlo, de actuar o hablar en su
nombre. Y, por supuesto, tratar de dejar bien parado, tratar de que otros y
otras también valoren a quien representamos. O, a veces, ser cuestionados o
maltratados orgullosamente porque, “defendemos” a quien representamos. Ese “nombre”
es un valor importante para nosotros.
Delegados hay de todo tipo, y –
por supuesto – los hay buenos, regulares y malos. Un delegado sindical, por
ejemplo, debe actuar, hablar, “negociar” en nombre de sus representados lo
mejor que puede conseguir, o – si fuera el caso – encabezar un plan de lucha
por no poder hacerlo. Sabemos que los hay de todo tipo. En la Biblia, por
ejemplo, se dicen cosas como esas de los reyes, que son quienes debieran ser
los que dejan reinar a Dios en la historia. Y no es habitual que lo hagan.
Antes de seguir me parece
importante dejar claro algo que, por caso, es oportuno. Que nosotros seamos “curas
opp” (en opción por los pobres) no nos transforma para nada en delegados, representantes
o quienes actuamos o hablamos “en nombre” de los pobres. Es verdad que, a veces
(solo a veces) alguien nos dice “usted habló por nosotros” o cosas por el
estilo, y eso nos enorgullece. Pero lo que pretendemos hacer es hablar y actuar
en lo que nos parece que es lo mejor para los pobres, o lo que los pobres
dirían o harían… Pero los pobres habitualmente no tienen delegados ni
representantes. Tienen su propia voz (ya no se dice más aquello de “ser voz de
los que no tienen voz”, porque ¡la tienen!) aunque con mucha frecuencia esta no
sea escuchada. A veces podemos ser simples propaladores. Es interesante
revertir la imagen habitual: el famoso “por acá Dios no pasó” de Atahualpa (o
semejantes, como León Gieco en “yo soy Juan”: Dios no estuvo allí donde nací)
quizá debería señalarse como que allí Dios estuvo, porque están las víctimas,
pero los que dicen ser sus representantes esos sí que no lo hicieron…
Claro que, a veces, hay
quienes asumen el rol de representantes o delegados cuando nadie los ha
delegado. Y, si nadie lo desmiente, puede haber confusión, distorsiones o hasta
serias “metidas de pata”. Yo, como cura, por ejemplo, no soy “delegado de Jesús”,
ni “representante” suyo. Y, aprovecho: tampoco el Papa lo es. Sólo es “delegado”
quien tiene una “delegación”, y – curiosamente – para seguir con el ejemplo, “representante/s
de Jesús”, según él mismo lo ha dicho, no es un jerarca (“arjê”, el primero),
sino los últimos. Los pobres son los “vicarios de Cristo” (ver Mateo 25,31-46).
Cuando Jesús nos enseña a decir “santificado sea tu nombre” significa,
precisamente, que seamos capaces de “dejar bien parado” el nombre de Dios. Uno
escucha a fundamentalistas decir algo “en el nombre de Jesús” sin que Jesús le
haya mandado decir nada (y no está mal recordar lo que dice la Biblia de
aquellos que hablan en nombre de Dios sin haber sido delegados por Él, así
Deuteronomio 18,20) y, en mi caso, me revuelven las tripas. Son casos muy
concretos en los que creo que sí podemos decir algo en su nombre: “yo te
bautizo en el nombre…” o “yo te absuelvo…” y pocas cosas más. Fuera de eso (y
en lo que no es tan importante “el representante” como el “representado”) lo
mejor sería que nuestras palabras y acciones nos “revelen” y ellas muestren
donde estamos parados, pero no “chapear” con una delegación que no tenemos. No
sea cosa que algún día aquel o aquellos a quienes dijimos representar nos digan
“¡no los conozco!” (ver Mateo 7,22-23).
foto tomada de http://elheraldoslp.com.mx/2017/11/16/pobreza-extrema-en-slp-hay-lugares-que-ni-dios-sabe-que-existen-conafe/
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