sábado, 19 de octubre de 2019

"En el nombre de..."

“En el nombre de…”


Eduardo de la Serna



Es algo bastante importante, y motivo de orgullo en ocasiones ser “delegado de” alguien que nos parece importante o valorable. De trata de representarlo, de actuar o hablar en su nombre. Y, por supuesto, tratar de dejar bien parado, tratar de que otros y otras también valoren a quien representamos. O, a veces, ser cuestionados o maltratados orgullosamente porque, “defendemos” a quien representamos. Ese “nombre” es un valor importante para nosotros.

Delegados hay de todo tipo, y – por supuesto – los hay buenos, regulares y malos. Un delegado sindical, por ejemplo, debe actuar, hablar, “negociar” en nombre de sus representados lo mejor que puede conseguir, o – si fuera el caso – encabezar un plan de lucha por no poder hacerlo. Sabemos que los hay de todo tipo. En la Biblia, por ejemplo, se dicen cosas como esas de los reyes, que son quienes debieran ser los que dejan reinar a Dios en la historia. Y no es habitual que lo hagan.

Antes de seguir me parece importante dejar claro algo que, por caso, es oportuno. Que nosotros seamos “curas opp” (en opción por los pobres) no nos transforma para nada en delegados, representantes o quienes actuamos o hablamos “en nombre” de los pobres. Es verdad que, a veces (solo a veces) alguien nos dice “usted habló por nosotros” o cosas por el estilo, y eso nos enorgullece. Pero lo que pretendemos hacer es hablar y actuar en lo que nos parece que es lo mejor para los pobres, o lo que los pobres dirían o harían… Pero los pobres habitualmente no tienen delegados ni representantes. Tienen su propia voz (ya no se dice más aquello de “ser voz de los que no tienen voz”, porque ¡la tienen!) aunque con mucha frecuencia esta no sea escuchada. A veces podemos ser simples propaladores. Es interesante revertir la imagen habitual: el famoso “por acá Dios no pasó” de Atahualpa (o semejantes, como León Gieco en “yo soy Juan”: Dios no estuvo allí donde nací) quizá debería señalarse como que allí Dios estuvo, porque están las víctimas, pero los que dicen ser sus representantes esos sí que no lo hicieron…

Claro que, a veces, hay quienes asumen el rol de representantes o delegados cuando nadie los ha delegado. Y, si nadie lo desmiente, puede haber confusión, distorsiones o hasta serias “metidas de pata”. Yo, como cura, por ejemplo, no soy “delegado de Jesús”, ni “representante” suyo. Y, aprovecho: tampoco el Papa lo es. Sólo es “delegado” quien tiene una “delegación”, y – curiosamente – para seguir con el ejemplo, “representante/s de Jesús”, según él mismo lo ha dicho, no es un jerarca (“arjê”, el primero), sino los últimos. Los pobres son los “vicarios de Cristo” (ver Mateo 25,31-46). Cuando Jesús nos enseña a decir “santificado sea tu nombre” significa, precisamente, que seamos capaces de “dejar bien parado” el nombre de Dios. Uno escucha a fundamentalistas decir algo “en el nombre de Jesús” sin que Jesús le haya mandado decir nada (y no está mal recordar lo que dice la Biblia de aquellos que hablan en nombre de Dios sin haber sido delegados por Él, así Deuteronomio 18,20) y, en mi caso, me revuelven las tripas. Son casos muy concretos en los que creo que sí podemos decir algo en su nombre: “yo te bautizo en el nombre…” o “yo te absuelvo…” y pocas cosas más. Fuera de eso (y en lo que no es tan importante “el representante” como el “representado”) lo mejor sería que nuestras palabras y acciones nos “revelen” y ellas muestren donde estamos parados, pero no “chapear” con una delegación que no tenemos. No sea cosa que algún día aquel o aquellos a quienes dijimos representar nos digan “¡no los conozco!” (ver Mateo 7,22-23).



foto tomada de http://elheraldoslp.com.mx/2017/11/16/pobreza-extrema-en-slp-hay-lugares-que-ni-dios-sabe-que-existen-conafe/

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