Cuando la palabra esconde la verdad
Eduardo de la Serna
Cosa complicada y maravillosa “la palabra”. Esos
signos vocales y/o escritos con los que podemos comunicarnos los seres humanos,
y revelar algo. Desde lo sencillo y cotidiano, hasta momentos sublimes. Hay miles
de veces que pareciera que la palabra no alcanza, y entonces empezamos con
gestos (los latinos tenemos, por ejemplo, la tendencia a acompañar y/o reforzar
las palabras con gestos de cara o de manos), y hay ocasiones – muchas, con
frecuencia maravillosas – en las que la palabra pareciera no alcanzar y florece
la metáfora, y con ella, la poesía. Pero no es a esto que quiero referirme
ahora.
En otras ocasiones, la palabra no dice la realidad.
Entramos en el terreno de la mentira. La mentira no necesariamente indica una
suerte de culpabilidad. Puede ser la difusión de un error, “yo creía que…” y,
entonces, al pronunciar la palabra esta no es concorde con los hechos. Es
decir, aunque “objetivamente” lo dicho sea mentira, no necesariamente hay un “mentiroso”.
Depende, por ejemplo, en la conciencia de que lo dicho es o no como se dice.
Pero tampoco es a esto que quiero referirme.
Todavía queda otro aspecto, al que tampoco quiero aludir,
pero no es malo señalarlo. La palabra de la “diplomacia” suele ir pronunciando
palabras “de a poco” en orden a conseguir o decir la palabra definitiva después
(o, en ocasiones, no la definitiva, pero sí lo mejor que se puede conseguir).
Esto, que puede tener su lógica en las relaciones internacionales, o en la
búsqueda tozuda de la paz, no aplica (lo repito enfáticamente: ¡no aplica!) a
las relaciones interpersonales, especialmente patriarcales: ¡no, es no! Y bien
haría el “macho” en aprenderla aunque eso significara ser “derrotado” en la
conquista de un trofeo (lo digo con ironía: la mujer, para esos tales, no es
una persona con la que interactuar, sino un trofeo a conseguir y ostentar).
A lo que me quiero referir es a la cantidad de veces
en que la palabra se utiliza para esconder, tapar, disimular. “Murió Fulano” (lo
que en los hechos es un dato adquirido) no dice todo, y con frecuencia esconde
si lo que queremos esconder es que Fulano “fue asesinado”. Así tapamos el
conflicto: muertes hay miles, pero asesinato implica obviamente un asesino (o
asesina, o varios, o varias). Y por tanto algo que debemos mirar, buscar, denunciar,
analizar, y – eventualmente entrar en el conflicto que llevó a Fulano a ser
asesinado. Y, mirando nuestro presente, es notable la cantidad de cosas
escondidas que emergen (o se sumergen) en las brevísimas declaraciones de Lucas
Pertossi, uno de los rugbiers participantes en la muerte (= asesinato) de Fernando
Báez Sosa en Villa Gesell.
- “Es una lástima, no sé qué van a hacer algunos (de los coparticipantes) con su laburo”
- “me duele… lo que pasó, arruinar una familia… estuve, son mis amigos y a ellos no los voy a dejar morir”
- “Salimos a divertirnos”
- “la vida nos jugó una mala pasada”
- “no me voy a condenar ni me voy a entregar”
Todo esto da para un serio análisis de muchas de
estas palabras. ¿Qué van a hacer con su laburo? Pues, si son condenados por la
justicia independiente (si la hubiera, claro) pues simplemente “perderán el
laburo”. Listo. Como le sucede a todos los que están presos. ¿No?
En realidad, lo que pasó no fue que arruinaron “una familia”.
No la hubieran arruinado (¡y sí lo hicieron!) si no hubieran asesinado a Fernando.
Arruinarla fue la consecuencia de los actos homicidas, no fue “lo que hicieron”
sino “los efectos” de lo hecho. Pero, es evidente, y notable, Fernando no
existe en todo el discurso.
Es sensato que uno defienda a los amigos, pero ¿en
todas las circunstancias y situaciones? “No los voy a dejar morir” a ellos, a
Fernando, pues sí; no importa, total está invisibilizado. Queda escondido
detrás de “salimos a divertirnos” (¡qué encanto! ¡Cómo se divierten los chicos!).
¡Qué picardía que el divertimento de ellos “arruine una familia”! pero, ¿qué se
le va a hacer? Es divertidísimo moler a patadas y trompadas a un muchacho
indefenso. Es lo que hacen “los amigos”.
Quizás habría que decirle que “la vida” no les “jugó”
ninguna “mala pasada”. Para empezar, no se trata de la vida, sino de la muerte.
Además, la vida “no juega”, los que juegan son “los vivos” (o los que creen
estarlo), y no se trata de una “mala pasada” a ellos, sino de algo que “ellos”
le provocaron (divirtiéndose, “jugando”) a Fernando: la muerte.
Que no se va a entregar es una idea polisémica.
Porque ya está detenido, no es prófugo. Si lo que significa es que no va a
bajar los brazos, es un tema personal. Es bueno pelear para deshacer, en la
medida de lo posible, lo malo hecho y buscar repararlo, y “salir adelante”. En
esto, nada que objetar. Pero eso lo une a “no me voy a condenar”. Lo que es de
esperar es que, si fue responsable, partícipe, o aplaudidor divertidísimo, sea
condenado por el Poder Judicial, no por “él mismo”. Si él no se condena, eso
solo habla a las claras de la impunidad que tienen incluso para consigo mismos
los “nenes de mamá”. Para empezar, es de esperar el fallo judicial. Y si él fue
en algo, en poco, o en mucho responsable (sus dichos no parecen decir “nada”
responsable) pues sería bueno que la conciencia sí lo condenara. No para
hundirse definitivamente, sino para crecer en la vida, para que esa “condena”
le sirva para ser alguien que mañana (porque ayer y hoy ya es tarde) pueda
aportar algo, a sí mismo, a sus familias, a sus amigos… A esos amigos a los que
no quiere “dejar morir”.
En nuestro tiempo se suele hablar con frecuencia de “empatía”
(en – pathos, sentir, padecer). Se trata de una actitud que nos mueve hacia el
otro y su dolor [la misma que no puede demostrar Pato Bullrich usando el hecho
para justificarse y referir a las pistolas Taser como si hubiera habido policías
en ese momento y lugar. No fue un policía sin Taser el que no pudo frenar a los
rugbiers grandotes, fue el indefenso Fernando]. Pero los breves dichos de Lucas
Pertossi sólo muestran empatía por sus amigos, ninguna por el que ellos asesinaron,
ausente en sus palabras. Y la vida no es un scrum, Lucas. Y en la vida, en la
sociedad, en tus vacaciones divertidísimas, no sólo está “la gente como uno”.
También hay miles de Fernandos que quisieran que la vida les juegue la buena
pasada de volver a su casa, encontrar a su familia y a los suyos, quizás con el
sueño de mañana ser humanos, y no pumas.
Imagen tomada de https://www.ofrases.com/frase/23502
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