Hoy, en una marcha
Eduardo
de la Serna
Hoy, desubicado como chupete
en la oreja fui a la Marcha de las mujeres. Entiendo que incluso algunas dicen
que no es lugar para varones, que ellos hagan todo en la casa para liberarlas a
ellas y que puedan ir. Pero no es mi caso. Así que fui para escuchar, para ver,
aprender, interpelarme, pensar. Escuché cantos, vi carteles y pancartas,
remeras y cuerpos pintados. Y si alguien dice que las marchas son agresivas,
pues no vi el más mínimo indicio de eso.
Me surgen muchas preguntas,
pero puesto que no fui como “interrogador” esperaré pacientemente las
respuestas. Sólo me llaman la atención algunas cosas que comparto:
1.- En otras marchas suele haber
alguna que otra persona que me reconoce. Eso no ocurrió acá. Y es razonable:
las marchas de Derechos Humanos implican un tipo de militancia y militantes;
esta marcha (que también es de Derechos Humanos, al menos en muchos de sus
reclamos) supone otro tipo de militantas. Y allí no soy reconocido.
2.- Si sirviera un “ojímetro”
diría que había un 95% de mujeres y 5% de varones (de sexo hablo, no de género,
para lo cual visualmente estoy incapacitado). Y, además, un 90% de jóvenes. Y
sería torpe no preguntarnos qué dicen y nos dicen las mujeres jóvenes a la sociedad.
3.- Si bien el tema del Aborto
Legal, Seguro y Gratuito era un tema preponderante, había otros muchos temas
que también urgen ser escuchados: “no sé coser, no sé bordar, pero sé abrir la
puerta para ir a luchar” (también lo vi en marchas anteriores); “de camino a
casa quiero ser libre, no valiente”; y varios (no tantos como en otra ocasión,
creo) muy críticos de la Iglesia (y reclamando la separación del Estado): “saquen
sus rosarios de nuestros ovarios”…
4.- Fue pintoresco prestar
atención a los vendedores. Desde los de alimentos (desde choripanes a veganos),
pañuelos, imanes, folletos, y por supuesto, remeras. Debo decir que (siempre a
ojímetro) vi más remeras reivindicando a Evita que las menciones en los
carteles. Habrá que ver el mensaje final, pero en otros años, ella fue
silenciada. Dolorosamente silenciada. Dentro de esto, me llamó la atención un
desubicado que parece que no se enteró dónde estaba y guardaba las flores que
pretendía vender. No pareciera que fuera el lugar para eso.
5.- Como había mucha - ¡mucha!
- gente que había ido por su cuenta, los cantos no eran uniformes. Y de unos
metros a otros se podía escuchar desde redobles de tambores y bombos hasta
bailes o simplemente cantos… Esto no es lo habitual en otras marchas más
uniformes.
6.- Ante la paupérrima convocatoria
ayer en Luján por parte de la Conferencia episcopal Argentina, un cura
participante “explicó” que la poca gente se debía sin duda al Coronavirus. Pues
parece que el virus – como los panaderos o los peluqueros los lunes… o incluso
como hoy las mujeres – estuvo de paro. Porque muchos miles de mujeres (y
algunos varones) cantaban, bailaban, tomaban mate, se abrazaban y militaban. La
otra posibilidad es que el cura haya buscado una excusa ajena a la realidad…
Ciertamente es posible.
7.- Es sabido que el día de
hoy no era ni es una fiesta. Es una conmemoración de una lucha. Pero no es
menos cierto que los sectores populares “festejan” el encuentro y la militancia.
Se escuchan cantos y bailes los 24 de marzo. Y también se los escuchó hoy.
Nadie festejaba que “nos están matando”, que “con vida nos queremos”, que “faltan”
decenas y centenas de mujeres, los femicidios o la trata o los abusos. Pero sí
festejaban estar juntas para enfrentar todo esto. Y eso amerita festejo, sin
duda. Y eso amerita que, aunque esté algo desubicado, vaya un cura a escuchar y
aprender.
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