Ver a Jesús es ver al Padre… ¿y vernos a nosotros, qué es?
DOMINGO QUINTO DE PASCUA - "A"
Eduardo de la Serna
Resumen: Entre los judíos había diferencias ya que los provenientes de la diáspora hablaban griego (“helenistas”) y no arameo (“hebreos”), de allí que se sintieran desatendidos. Para ello se escoge siete para que continúen el “servicio de la palabra” en su ambiente y su lengua. Así, el Evangelio empieza a propagarse.
El texto de hechos da un salto cualitativo en su narración; el crecimiento de la comunidad que se ha ido manifestando en las unidades anteriores se manifiesta ahora con la elección de Siete para acompañar a los “helenistas”. El problema es presentado como “desatención de las viudas” y servicio (diakonía) de las mesas. Por su parte, los Doce manifiestan ocuparse del “servicio (diakonía) de la Palabra de Dios” y la oración. Sin embargo –y el texto lo destacará más adelante- para el servicio de las mesas se busca a “siete”, “de buena fama”, “llenos del Espíritu Santo y sabiduría”, y para ello reciben la imposición de las manos. Sin duda parece “demasiado solemne” para ser un servicio de las mesas. Mirando lo que se afirma en los capítulos siguientes que harán algunos de estos Siete, ciertamente no se trata del servicio de las mesas, sino precisamente del “servicio de la Palabra”.
La unidad finaliza con un breve sumario que repite que el número de discípulos aumentaba “en Jerusalén”, y esto lo expresa señalando que “la palabra de Dios crecía”.
Los “helenistas” jugarán un papel muy importante en Hechos, y acá se los presenta como un eslabón más luego de los Doce.
Una nota sobre el “crecimiento de la Palabra” en Hechos. Con cierta frecuencia Hechos de los apóstoles insiste en que “la palabra crecía” (6,7; 12,24; 19,20). La “palabra” es la predicación del Evangelio, que marca toda la obra, y crece cuando es aceptada. Por eso Lucas presenta una cierta estructuración geográfica. Movidos por el Espíritu Santo (el gran protagonista de la obra) los predicadores anuncian la “palabra”, y en la medida en que esta es aceptada “crece”, hasta llegar a Roma, donde Pablo “predica… enseña… sin estorbo” (28,31). El texto de hoy alude a que el crecimiento se da por la incorporación de los “helenistas” y –por lo tanto- la organización de “ministerios” (diakonia) para su servicio.
Una nota sobre los “helenistas”. Hay consenso en general en reconocer en estos “helenistas” a los judíos de habla griega (es decir, los judíos que vivían “dispersos” por el imperio fuera de la tierra de Israel donde se hablaba arameo, aquí llamados “hebreos”). Estos judíos peregrinaban a la ciudad Santa alguna vez (o más, dependiendo de su disponibilidad geográfica) con motivo de las fiestas de peregrinación (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos). No interesa –en este momento- detenernos en la presencia de “helenistas” en Jerusalén en este tiempo, lo que es un tema muy interesante pero excede nuestra intención. Hechos quiere comenzar todo el ministerio de la Iglesia naciente “a partir de Jerusalén”, y aquí están, entonces, los helenistas. De hecho, a continuación destacará que “la palabra de Dios iba creciendo y se multiplicaba en Jerusalén el número de los discípulos” (v.7). Pero –como se insinuó más arriba- estos Siete empezarán a predicar (ministerio de la Palabra, para que esta siga creciendo) “fuera de Jerusalén” a las regiones de “Judea y Samaría” (cf. 8,1). Más adelante Lucas añadirá un nuevo “eslabón” al incorporarse Pablo en la predicación y lograr que la palabra siga creciendo llegando hasta Antioquía.
Lo interesante es que en torno a una “mesa” /como es frecuente en Lucas y en Hechos) se suscita una reflexión que dará paso a una respuesta igualitaria de servicio a “hebreos” y “helenistas”, las mesas no son signo de discriminación sino de igualdad en la teología de Lucas. El desafío es encontrar respuestas al problema planteado, y la generación del “ministerio” de los siete aparece como la pertinente. [Notar que en ningún momento se habla de “diáconos” ya que el sustantivo diakonía, o el verbo diakoneô se encuentra en el relato en ambos casos, de los Siete y de los Doce, como se dijo, y no alude a un nuevo “ministerio ordenado” sino a un nuevo ministerio para que en nivel de igualdad, los que eran discriminados fueran atendidos]. La diferencia entre unos y otros se irá notando cada vez más claramente en lo que sigue, en Hechos. Los nombres de los Siete son griegos, y se los supone judíos de la Diáspora (salvo de Nicolás de quién se afirma que era prosélito, es decir “convertido al judaísmo”). La “imposición de manos” es una confirmación del don del Espíritu Santo (8,17 9,17; 13,3.4) que, como se dijo, será el responsable del “crecimiento de la palabra”.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-10
Resumen; Una estrecha relación entre Cristo y los cristianos muestra la eclesiología de la carta de Pedro en la que lo dicho de Cristo –cargado de referencias bíblicas- se dice también de la Iglesia para los tiempos de dificultad y conflicto que viven
Los vv. 4-5 anticipan elementos de citas bíblicas [que recomendamos leer] las cuales se explicitarán en 6-10: 6-8 la imagen de la piedra (anticipada en 4b-5a) y 9-10 la del pueblo elegido (preparada en 5b-d), y ponen fin a la “introducción” iniciada en 1,13 para dar comienzo a instrucciones y situaciones más concretas. Es interesante notar que las abundantes citas bíblicas no buscan demostrar o desarrollar cierta apología (“se cumplieron...”, “¿acaso ignoran?”, “¿no está escrito?”), sino profundizar un tema: una reflexión sobre Cristo-piedra y la Iglesia-pueblo. Se logra así un paralelismo entre Cristo y la comunidad que será la clave de comprensión de toda la unidad.
Una vez más la intención es dar seguridad a los lectores que viven un clima de hostilidad en el ambiente. Los ubica del lado de Dios y les da salvación. La tensión fe-increencia se juega en esto.
“Acérquense a él”, a quien se menciona como “piedra viva”, ciertamente una metáfora con la que comienza un nuevo tema y una serie de metáforas.
Como hemos dicho, las citas bíblicas que siguen nos darán la clave para interpretar “piedra”. El añadido “viva” invita a evitar una lectura literal (¿alude a la resurrección?). Los cristianos pertenecen a Jesús, son de su misma naturaleza (cf. Dt 32,18; Is 51,1). La metáfora cristológica se transfiere, en seguida, a la comunidad. La referencia a “los hombres” muestra que los constructores no son, en este caso, las autoridades, o grupos, sino la humanidad en general. Esta piedra es elegida por Dios, lo que prepara la cita de Is en v.6 explicada en v.7a.
Hay un contraste total entre los hombres y Dios en su juicio frente a Cristo, y el autor invita a ponerse de su lado (“acérquense”), a tomar partido en favor del despreciado. En él deben reconocerse los cristianos, deben ser también ellos “piedras vivas”. Aunque no se dice que sean “rechazados” los cristianos están invitados a reconocerse en él en medio de la hostilidad. Si “piedra” tiene referencia mesiánica, la atribución a los cristianos los muestra como comunidad mesiánica regenerada por la resurrección de Cristo.
A continuación, la imagen pasa a la idea de la construcción enlazada con la imagen de la piedra pasando a referir a la piedra más importante.
En vista de la relación que señalamos con vv.6-8 “casa espiritual” debe entenderse a la luz de los textos que siguen. Quizás sea decisivo el uso de “real” de v.9 (“casa real”) y entonces “casa espiritual” y “casa real” (con reminiscencias a 2 Sam 7, y quizá contraste: no es “hecho por manos” [Mc 14,58] sino “espiritual”) sean parecidas como la referencia a lo sacerdotal que viene a continuación ayuda a comprenderlo. Además, así también la casa espiritual remite a las citas bíblicas de vv.6-10. La “piedra” de Is 28,16 no implica el edificio, y requiere “piedras” para ampliarlo a la imagen de “casa”. Así como “viva”, tampoco es evidente el sentido de “espiritual” (ni el de leche “lógica” de v.2). El sentido de “casa” como “templo” es frecuente (como el “sacerdocio” viene a confirmarlo).
La imagen salta al tema del sacerdocio (hierateuma) que es impreciso por su relación con la “construcción”, pero puede entenderse si “casa real”, elección, propiedad son distintivos de la comunidad “santa”, que se añade a “sacerdocio”. La relación con los “sacrificios espirituales” prolonga la metáfora: Los cristianos, como piedras vivientes, por la acción del Espíritu ofrecen sus propias vidas como sacrificio espiritual en el ejercicio de su funcionamiento sacerdotal; es el mismo Espíritu que reposa sobre los cristianos (4,14) y da vida en la pasión de Cristo (3,18). No son sacrificios del sacerdote sino continuidad de la metáfora. También en Qumrán se mencionan los sacrificios espirituales (ya que sus miembros no participaban del Templo):
“... cuando estas cosas existan en Israel de acuerdo con estas disposiciones para fundamentar el espíritu de santidad en la verdad eterna, para expiar por la culpa de la trasgresión y por la infidelidad del pecado, y por el beneplácito para la tierra sin la carne de los holocaustos y sin las grasas del sacrificio -la ofrenda de los labios según el precepto será como el olor agradable de justicia, y la perfección de la conducta será como la ofrenda voluntaria aceptable- en ese tiempo se separarán los hombres de la comunidad (como) casa santa para Aarón, para unirse al Santo de los santos, y (como) una casa de la comunidad para Israel...” [1QS 9,3-5]
La idea del sacerdocio queda en la imagen y el símbolo. En 1,15s vemos qué entiende la carta por “santidad”, así el sacerdocio remite a una vida acorde a la fe (no se alude a otros “sacrificios”). Por ahora señalemos la unidad de los cristianos y Cristo, ligados con la metáfora de las piedras vivas.
vv.6-8
La referencia bíblica que sigue es –como se dijo- una prolongación de lo que se ha presentado. Vv. 6-8 relee diferentes textos bíblicos sobre el tema de la piedra, lo que no es original: el judaísmo ha utilizado este tema con clave mesiánico-escatológica, y hay ejemplos del cristianismo primitivo (cf. Mc 12,10p; Hch 4,11; Rm 9,32s; Ef 2,20), aunque leído sólo cristológicamente, no también eclesiológicamente como en este caso.
En la cita, no hay cabida a los cristianos, piedras vivas, aunque la polarización creyente-increyente domina la sección. Elegida y preciosa refiere a Cristo (v.4; cf. 1,20), él es el elegido por Dios.
En v.7 una glosa interpretativa interrumpe las citas. Ahora bien, no sólo no es valiosa para los no creyentes sino que además es peligrosa para ellos (en este sentido se cita el Sal 118 [117 LXX]). El texto del salmo alude al cambio que Yahvé obra en favor del individuo perjudicado que ve salvada su vida. El texto es usado en Qumrán, el Targum y la literatura rabínica para aludir a la figura del rey-mesías, pero no para destacar su rechazo; de ese modo fue usado -en cambio- por el cristianismo primitivo. El texto luego abandona la metáfora para hablar claramente de Cristo rechazado (el verbo “rechazar” está en participio perfecto pasivo, con lo que refiere a una acción que continúa en el presente). Esto supone la perdición de los increyentes. De todos modos no es una amenaza para ellos, a quienes no se dirige el texto, sino un elemento para sostener la fe. La piedra tiene un valor y ante ella se decide la suerte de la persona, de allí que “acercarse” a él lleva a la salvación.
vv.9-10
Después de los no creyentes y su suerte jugada frente a la “piedra”, el autor vuelve a la imagen de la comunidad. Si en vv. 6-8 la salvación se jugaba frente a Cristo, vv. 9-10 fusiona diversas citas bíblicas de Éxodo, Isaías y Oseas mostrando que la Iglesia es el pueblo de Dios; lo que antes se afirmaba de la “piedra-Cristo” pasa ahora a decirse de los cristianos: “elegida/os” (2,4.6 y 2,9). Lo hace con las dos categorías fundamentales: elección y santidad: linaje elegido, nación santa, pueblo adquirido, pero referidos solamente a la Iglesia (cf. 1,12), todo aludiendo a diversas citas del AT. La idea de elección es recurrente en tan pocos versículos: 4.6.9 con lo que retoma el paralelismo entre Cristo y los cristianos. La idea de elección de ninguna manera debe entenderse como arrogancia, sino como participación de la pasión de Cristo. Lo que a su vez fundamenta la misión evangelizadora para “anunciar las proezas del Señor” (v.9). El término “raza” (genos) no debe entenderse de modo étnico sino a semejanza de la “regeneración” (anagennaô, 1,3.23) realizada por Dios en los creyentes que los lleva a dar testimonio de la esperanza en medio de un mundo hostil.
La referencia a Éxodo al reino y al sacerdocio no es sencilla. Entendido de modo dinámico queda claro que no hay una identificación de la Iglesia con el reino sino que es propio de la comunidad cristiana la referencia al reino (aunque al no llevar artículo parece que la presencia del reino en el mundo no se limita a la realidad eclesial). Aparentemente puede entenderse de diversas maneras: “reino de sacerdotes” entendido como hierocracia, un reino gobernado por sacerdotes o “reino sacerdotal”, es decir todo el pueblo es sacerdotal, separado de todos los pueblos. La función sacerdotal específica no viene descrita, lo que ha hecho que se privilegie la elección y la santidad. Esto no implica que se haya cumplido la condición pedida por Ex 19,5-6 (“si...”) sino que se ha dado la unión con Cristo, por lo que es el acercamiento a Él y la adhesión de la fe la que permite a los creyentes el acercamiento al sacerdocio. La fe es la nueva condición que permite a los hombres, aunque son imperfectos, ejercer las funciones sagradas y entrar como sacerdotes al servicio de Dios. El fundamento del sacerdocio no es -por lo tanto- el mérito de los hombres y, al revés, tampoco la miseria de los hombres constituye un obstáculo para el sacerdocio.
Ambos se relacionan con el pueblo de los creyentes, así reino son los moradores de la casa real no se refiere al edificio, y hierateuma, el sacerdocio como conjunto, no el “presbiterado”; si basileion (reino) no designa la soberanía o poder de los cristianos, tampoco hierateuma (sacerdocio) designa funciones sacerdotales de los miembros; es una más de las metáforas del contexto. Ciertamente es importante la elección y la santidad, reforzadas por el contraste con los no creyentes. Si dijera “cada cristiano es sacerdote” estaría también diciendo “cada cristiano es rey” lo que precisaría explicación; la metáfora es corporativa, como en Ex 19: trata de la Iglesia y su realidad. Como no se ve un nexo con el bautismo, no puede pensarse que está diciendo que “cada cristiano es rey y sacerdote”.
El texto de Éxodo, por ejemplo, no guarda relación con el sacerdocio levítico, y siempre se aplicó, en la tradición, a Israel como comunidad elegida y santa. No hay una mezcla entre el sacerdocio al que alude Éxodo con el levítico. Una cosa es la influencia posterior provocada por 1 Pedro y otra diferente es que aluda a esto.
El sentido es personal, corporativo y funcional: una comunidad de personas que ejercen una función específica. Se trata de la comunidad creyente cuya íntima relación con Dios es semejante a la de los sumos sacerdotes, las citas revelan que se presenta en continuidad con el pueblo de la antigua alianza, la “gente santa” que participa de una herencia común, histórica, cultural y religiosa. Los cristianos, en cuanto organismo sacerdotal están en grado de ofrecer víctimas invadidas por el Espíritu, la expresión “sacerdocio santo” (2,5) es simbólica; normalmente las víctimas eran matadas, pero al ser “víctimas espirituales” se supone “invadidas por el espíritu”, se refiere a la vida cristiana plenamente vivida. La animación del espíritu es fundamental para el sacerdocio. En esto encontramos el único verbo finito: el que se refiere al anuncio, todas las características del pueblo de Dios están orientadas a este objetivo, entre ellas reino y sacerdotes de v.9. El uso de “raza elegida” de Is 43,20 se refiere a la identidad del pueblo, toda la tierra pertenece a Dios y a ella deben anunciarse sus proezas. Israel es mediador de esto; los cristianos también deben serlo.
Todo esto es mostrado como una conversión, un paso de las tinieblas a la luz.
Oseas (1,6-9; 2,3.25) aludía a la ruptura de relaciones entre Dios y su pueblo, aquí se alude a la vocación de los cristianos desde el paganismo; sigue hablando del pueblo elegido pero en constaste entre el antes y el ahora, propio de 1 Pe. La metáfora del pueblo renacido por la misericordia parece haber sido transparente para los cristianos. La metáfora cristológica pasa a ser metáfora eclesiológica.
Resumen: Jesús anuncia su partida, y para ello busca sostener la fe de los discípulos recordándoles la estrecha relación que tiene con el Padre. El discurso progresa –a partir de algunos malentendidos- de modo que Jesús puede afirmar claramente que esa relación es total, y de ella participarán los discípulos.
El texto de Juan ha sido elegido, sin duda, porque se aproxima el final del tiempo de Pascua y Jesús anuncia su “partida”. El texto, que comienza en v.1 finaliza en v.29 donde se repite la misma fórmula. La finalidad: “la gloria del Padre” parece ser el tema de la primera parte (vv.1-11), que luego destacará las “obras” como primera promesa (vv.12-14) destacando otras a continuación (el paráclito, la venida con el Padre…). La “ida” de Jesús es el término casi excluyente (vv.2.3[2x].4.5.6.12). En el centro se ubica el diálogo de Jesús primero con Tomás (vv.5-7) y luego con Felipe (vv.8-10). También el texto está enmarcado por el verbo “creer” (vv.1.10.11[2x].12).
El texto comienza con un imperativo que pretende impedir la turbación de los discípulos. Para ello opone la fe (no se turben - crean). La turbación tiene que ver con la muerte cercana de Jesús (11,33; 12,27; 13,21) y se repite –a modo de inclusión- en v.27. Creer en Dios implica creer en Cristo ya que él es enviado del Padre y sus palabras y obras vienen de este. La razón por la que han de “creer” tiene que ver con las numerosas “moradas” en la casa del Padre. “Morada” (monê) viene del verbo “ménô” que es muy frecuente en Juan para aludir a la interrelación estrecha entre Jesús y los discípulos (las moradas son lugares de permanencia ligadas estrechamente a Dios, 14,10; 6,56; 15,4.5.7). La conclusión “yo estoy en el Padre y el Padre está en mi” (v.11) da sentido firme a ese “creer” que se reclama. Con un doble “en verdad” (amên, característico de Juan en momentos importantes) da comienzo a lo que sigue, de lo que la liturgia sólo pone el primer versículo (v.12) centrado en las “obras”, como se dijo, preparado por los vv.10.11.
El acento está puesto en señalar que la partida de Jesús no será definitiva ya que los discípulos se reencontrarán con él (“volveré”, “los tomaré conmigo”, “estén también ustedes”) de allí que este (¿breve?) tiempo intermedio será el tiempo de “creer”, de recorrer “el camino”, y de “obrar”. Pero esto es aquello en lo que deben “creer” a fin de no “preocuparse”. Como se ve, en el centro de toda la unidad (y es un tema central en todo el Evangelio de Juan) está la estrecha unidad entre Cristo y el Padre, tanto que las palabras de Jesús, son Palabras del Padre (cf. 3,34; 5,23-24; 8,18.28.38.47; 12,49) y las obras de Jesús son obras del Padre (cf. 5,20.36; 9,3-4; 10,25.32.37.38). Esa morada intima entre el Padre y Jesús, que se replica en la permanencia íntima entre Jesús y sus discípulos, da sentido a esto.
La interrupción de los discípulos Tomás y Felipe: Es frecuente en Juan que los malentendidos sirvan para que Jesús profundice el discurso que está desarrollando. Son propios de los “discursos de revelación”. En este caso, a continuación del dicho de Tomás, Juan presenta nuevamente un discurso introducido por “yo soy”. A continuación de la intervención de Felipe, Jesús profundiza su estrecha vinculación con el Padre. En ambos casos, en directa relación a la inminente partida de Jesús.
En general se acepta que el dicho “yo soy” quiere destacar que Jesús es “el camino”. “La verdad y la vida” son explicativos del camino que es Jesús. De hecho ya se había señalado en el Evangelio la relación de Jesús con la vida (zôê, es decir “vida divina”, 1,4; 6,33.35.48.63.68; 8,12; 10,10; 11,25) y con la verdad (1,14.17; 5,33; 8,32.40.44-46). El “camino” –en la Biblia- refiere a la vida según la voluntad de Dios, señalado por la Ley, o por los mandamientos, o –por supuesto- los caminos que conducen “a la perdición”. Yahvé camina en medio de su pueblo manifestando sus “obras” (Is 43,16.19; 45,13; 48,15; 51,10…). La vida que los miembros de la comunidad de Qumrán llevan en el desierto es “el camino de Yahvé”:
“es el estudio de la ley que ordenó por mano de Moisés, para obrar de acuerdo con todo lo revelado de edad en edad” (1 QS 8,12-15).Es tan estrecha la relación entre Jesús y el Padre que él es el camino, y no hay otro.
Una nota sobre las “obras mayores”. Hay que notar que, por un lado no se afirma que serán “milagros mayores”, son “obras” (cf. 5,20.36; 8,39.41; 10,25.32.37.38; 14,10.11.12; 15,24), por otro lado, son obras que se realizarán una vez que Cristo se haya ido, y “en mi nombre” (v.13), es decir, será Cristo mismo el que las obre. Es importante refrescar que «la obra de Dios es que crean en quien él ha enviado». (Jn 6:29). En cuanto “enviado” Jesús obra y habla por el Padre, es su misma voz y sus mismos actos. Las obras mayores probablemente se refieran entonces a que la comunidad creyente manifestará su estrecha unión con el Padre y con el Hijo revelando en ello la fe que los reúne.
Una nota sobre Tomás y Felipe: hay consenso entre los
estudiosos en que el Evangelio de Juan ha pasado por diversas etapas hasta
llegar a su redacción definitiva. Hacia el final de estas etapas, el conflicto
con lo que luego será el “gnosticismo” se agrava. Curiosamente, los
gnósticos, que serán una/s secta/s concentrada/s en el “conocimiento” (gnôsis) y tendrán una serie
interesante de escritos propios, entre ellos los Evangelios “de Tomás” y “de
Felipe”. ¿Es pensable que el redactor final los haya presentado como
dubitativos, algo incrédulos (en contraste con el “discípulo amado”)? De hecho,
Felipe vuelve a encontrarse en 1,43-48; 6,5.7; 12,21.22 y Tomás en 11,16; 14,5;
20,24.26-28; 21,2 siendo que no tienen un rol destacado en los otros Evangelios Sinópticos. Es posible, pero escapa a lo que podemos comentar en este lugar.
foto tomada de www.rezaconmigo.com
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