Condenados al
fracaso
Eduardo de la
Serna
De entrada,
quiero señalar que, en muchos párrafos de estas líneas, habrá más elementos autorreferenciales
de los que me gustaría. Sólo pretendo, partiendo de cosas vividas, encontrar “puntas”
que sirvan para otras personas; si sirven habré logrado el objetivo, y si no
sirven, pues se puede borrar con toda facilidad, sólo se habrá perdido un poco
de tiempo (ese que, para mí, no es oro).
Es importante –
creo – empezar expresando qué entiendo yo por fracaso. Y me refiero,
expresamente, a lo contrario del éxito. Es decir, al triunfo social, al
aplauso, al reconocimiento. Casi se podría recordar aquello de “felices… cuando
los odien, los excluyan, los insulten y desprecien” y “ay… cuando todos los
alaben” (Lucas 6,22.26). Y digo “casi” porque, es verdad que este texto, como
tantos otros, puede entenderse mal (¡y se ha interpretado mal!) y se termine en
una actitud victimal. Pero sí es cierto que hay muchos desprecios y alabanzas
que tocan de lleno lo que quiero señalar.
Nuestra sociedad
exitista (la del rating televisivo, la de la superficialidad del aplauso, la
del “reconocimiento”) suele valorar o desvalorar cosas que, en lo personal, me
pone en sus antípodas. Y, por supuesto, no es grato ser despreciado (o sentirse
tal), mientras sí lo es ser alabado. Pongo algunos ejemplos:
En lo pastoral
y eclesial. Haber hecho una opción por los pobres tiene sus
consecuencias. Y no me refiero solo a que estando en zonas marginales estamos
más en riesgo (de salud, seguridad, alimentación, calor o frio, malos
servicios, etc… ¡tal como le sucede a la gente!), sino también a la mirada
eclesial. Los curas de los aplausos y los aleluyas, del márquetin y los
milagros a la carta tienen mucho más “éxito” que los que peleamos por el pan
nuestro de cada día del pueblo. Y, ya que tienen más éxito, también son más
aplaudidos. “Atraen gente”. Y, especialmente, cuando la iglesia quiere mostrar
que tiene gente, y “arrastra” (por ejemplo, para manifestaciones o
movilizaciones para “presionar” con un objetivo) lo cual es “políticamente
correcto”, es algo conveniente. Para peor, cuando esa opción por los pobres se
transforma en una voz que quiere justicia, que mira a los profetas (¡poco éxito
tuvieron esos muchachos!, “¿a qué profeta no mataron…?”, Hechos 7,52) los
márgenes sociales se transforman a su vez en márgenes eclesiales. Pongo un
ejemplo: no hubo curas participantes del Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo que accedieran al episcopado (es más, era una pregunta a los
potenciales candidatos).
En lo académico. Las opciones
de vida tienen sus consecuencias no solo en tiempos, libros y bibliotecas, sino
también en reconocimiento. El castellano y el portugués, concretamente, son dos
lenguas que casi no existen en los ambientes académicos internacionales. La semana
pasada leía un excelente libro bíblico, en inglés. La bibliografía citada era
enorme. ¿El castellano o portugués? ¡Nada! ¿Puede salir algo bueno de Nazaret?
(Juan 1,46) La misma lógica (síndrome Natanael, me gusta llamarlo) vale para
América Latina. Y, ciertamente, si pretendemos “jugar su juego”, no tenemos ni
los tiempos, ni el dinero, ni las bibliotecas que tienen (aquellos que, por
otra parte, aunque los tuviéramos, jamás nos leerán). Conocí la biblioteca
personal de Rudolf Schnackenburg y también la de Orlando Yorio. En cantidad de
volúmenes la diferencia era abismal. En sabiduría, Orlando no tenía nada que
envidiar a ninguno, sino que, por el contrario, reconozco mucho más sus aportes
que muchos de los que tienen estantes llenos y rellenos (no me refiero a
Schnackenburg, concretamente. Persona sabia, por lo que pude conocer). Pero
Orlando nunca pretendió imitar o repetir un modelo que no era el suyo (ni el
nuestro). La biblioteca de Lucio Gera tampoco era monumental, por lo que
recuerdo. Quiero señalar que, si pretendemos repetir un modelo que no es el
nuestro, no solamente, no tendremos nada (o casi) que aportar, sino que
habremos negado nuestras propias riquezas y aportes. Eso no significa que no
seamos capaces de dialogar o de aprovechar lo que otros proponen. Para decirlo
con una metáfora: tengo un auto de matriz europea; pero ese auto anda por las
calles de Bernal oeste, para servir a la gente de Bernal oeste. Si yo
pretendiera ser un teólogo “europeo”, creo que sería muy malo. Además, porque
no tengo ninguna intención de serlo. Pretendo ser un buen biblista latinoamericano,
que piensa y escribe desde América Latina. Es posible que eso no encaje en las
lógicas académicas del primer mundo. Lo siento por ellos. Perderán las riquezas
que el Tercer Mundo tiene para aportarles.
En lo político. Estamos en un
tiempo cruel. Nadie hubiera imaginado hace 10 años que alguien pudiera hablar
de “supremacía blanca” sin que se ganara el desprecio universal. Pero estamos
en tiempos muy extraños. Tiempos donde el poder campea y las víctimas son
burladas estruendosamente. Tiempos donde muchos exhiben impunemente su oquedad
manipulados orgullosamente por los medios de Comunicación y otros dueños de
vida y muerte. Y salen supuestos intelectuales inventando palabras para decir que
estarían orgullosos de ver miles de muertos por las calles argentinas, pero que
al menos serían muertos libres. Tiempos raros donde muchos cuestionan y
critican desde el poder y el éxito a quienes quieren cuidar o quienes quieren
cuidarse.
Creo que se podrían
señalar muchos elementos más, pero el fracaso campea en nuestro horizonte en el
día a día. Y no es fácil abrazarlo. Porque es mucho mejor la palmada en la
espalda de los triunfadores que te hacen sentir (por escasos segundos, reconozcámoslo)
“uno de los nuestros” (lo que ellos no creen, pero logran que creamos serlo).
En la carta a
los Corintios se vislumbra que algunos despreciaban la predicación de Pablo
(seguramente no predicaba bien) en comparación con la “sabiduría” de palabra
que mostraban otros, como Apolo, por ejemplo. Pablo no se defiende, pero
explica que la centralidad de la cruz (que es el contenido de la predicación,
de Pablo, de Apolo y de todos) debe reflejarse también en el modo de la
predicación. Pablo es un apóstol crucificado con predicación crucificada. Aunque
a algunos no les guste (ver 1 Corintios 1,17-2,10).
El profeta de Nazaret,
no sólo manifestó su alegría porque Dios escondió “estas cosas a los sabios y
los entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Mateo 11,25) sino que
eligió predicar sencillo a los sencillos. Eso son las parábolas, precisamente. Que
el éxito no es el camino del Evangelio se refleja, claramente, en la cruz. Ésta
es el éxito de los romanos, de aquellos a los que molestaba su predicación. La
resurrección no es la inversión de la historia, no es que la tortilla se
vuelva. Es el amor creador de Dios engendrador de vida que afirma que está del
lado del derrotado Jesús y de los que, como él, arriesgan la vida en el amor cotidiano.
Unos buscarán el éxito y los aplausos, el reconocimiento y los escalafones,
mientras otros preferimos poner nuestra carpa en medio de los derrotados de la
historia. Del resto, que se encargue Dios que para eso lo es.
Foto tomada de https://www.pxfuel.com/es/free-photo-orjcl
Hola!
ResponderBorrar1- Acuerdo con tu postura vital en el contexto de nuestra situación argentina.
2- No estoy seguro que Jesús haya proyectado una OPCIÓN por los pobres.
3- Según los evangelios Jesús se ganó adhesiones entre personas pudientes.
Exceptuados los doce, que los evangelistas citan con sus nombres, los demás simpatizantes de Jesús, de cuyos nombres hay constancia, no pertenecen al pueblo llano, sino siempre a la clase dominante:
- Zaqueo, identificado como “rico” y “recaudador jefe” (Lc 19, 1-10);
- Nicodemo, un “notable entre los fariseos” (Jn 3, 1);
- José de Arimatea, “miembro del consejo”, del sanedrín, y lo bastante rico e influyente como para poder pedirle a Pilatos el cuerpo del crucificado y acogerlo en un sepulcro nuevo de su propiedad (Mc 14, 43- 46);
- una de las mujeres que le acompañan, Juana, “esposa del intendente de Herodes” (Lc 8, 3);
- la familia de Lázaro, supuestamente resucitado por un milagro suyo (Jn 11, 1- 44),
- una familia, sin duda, de posibles, con recursos para permitirse ofrecer a Jesús y los suyos un convite, en medio del cual una hermana de Lázaro, María le unge con un caro perfume, que escandaliza a Judas (Jn 12, 1-8).
Ninguno de ellos vivía en la pobreza.
Los pobres y los desheredados cuentan en los evangelios bastante menos de lo que se presume.
Tampoco consta en ningún sitio que a Jesús le hayan seguido o entendido mejor los pobres que los ricos.
https://www.religiondigital.org/un_oido_en_el_evangelio_y_otro_en_el_pueblo/divinidad-pobres-vicarios-Cristo_7_2137056277.html
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