Un modo de hacer política
Eduardo de la Serna
La experiencia, lo que se ve, oye, siente o hasta intuye nos va
conformando un “sentido”. Sentido, que muchas veces – hemos de reconocerlo – lo
van indicando los gestores de sentido (es decir, los medios de comunicación
hegemónicos, o la “cadena nacional del odio”). Uno de esos sentidos es lo que
se ha llamado la “anti-política”: todos son iguales, todos roban, “todos…” y
por eso “que se vayan todos”.
Para peor, hay muchos que hacen lo posible de alimentar esas
bestias…
La narco-política es la presencia del narcotráfico en los
estamentos políticos, con lo que se manejan leyes, decisiones o incluso la posibilidad
de sacarse de encima (con calumnias y campañas, con prisiones o eventualmente
asesinatos) a los potenciales competidores… Legisladores, ministros o hasta presidentes,
además de periodistas y empresarios, jefes militares y dirigentes varios, saben
ocupar cargos oportunos al servicio de una causa: ¡el Narco!
La para-política es la acción militante de sectores del paramilitarismo en los estamentos políticos. A diferencia de la anterior, esta tiene un tinte más ideológico, aunque en ocasiones se identifiquen (estoy pensando en un expresidente latinoamericano, concretamente). Medidas políticas oficiales, por ejemplo, son dictadas y ejecutadas por los “paras” que están enquistados en los congresos y hasta presidencias, cuando no son invitados a exponer en espacios públicos, o aplaudidos desde el poder mediático.
Conocíamos estas y otras degeneraciones, pero hoy la imprescindible
Graciana Peñafort acuñó con soberana justicia un nuevo modo: la necro-política.
Se trata de la exposición direccionada de la muerte a fin de sacar rédito político.
Seguramente mirando con detenimiento encontremos decenas de ejemplos de esto en
lo nacional e internacional, pero sin duda alguna la ya demasiado remanida
resurrección sistemática del suicidado ex fiscal Alberto Nisman es un buen
ejemplo de cómo cierto sector de la política revuelve carroña y cadáveres a fin
de extraer algún rédito. La reciente muerte violenta de Fabián Gutiérrez mostró
todos los dientes sanguinolentos de micro-dráculas vernáculos. Y no me detendré
en un niño rubiecito de salita celeste con complejo de algo, sino en sus
ideólogos. Toda muerte debiera ser dolorosa, toda muerte violenta debiera ser
investigada y todo culpable de la misma debiera ser sometido a un juicio justo.
Pero quienes utilicen sus muertes en propio provecho merecerían ser vomitados
por la boca del pueblo. Leer los dichos de muchos (todos del mismo sector
político, y no es casual… es su modo de hacer política) que ayer mismo, sin
siquiera haber escuchado al juez de la causa, empezaron a revolear excremento,
revela a las claras cuál es el ambiente en el que se mueven: el excremento.
Algunos creemos que la política es la expresión máxima del amor
cristiano, al decir de varios papas, entre ellos Francisco. Por supuesto que en
el camino político hay elementos negativos (como los hay en nuestras
manifestaciones de amor… ¿o no las hay en las parejas, entre los amigos, o
entre padres e hijes?), pero es la meta, el objetivo sublime lo que cuenta. Es
por los frutos que se conoce un árbol, dice Jesús. Algunos reparten excremento,
otros reparten pan. Hay una diferencia. A lo mejor (y que me perdone Graciana)
más que necro-política sea copro-política. Al menos así gobernaron.
Imagen tomada de https://www.xn--elespaoldigital-3qb.com/buena-y-mala-politica/
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