Liberando la
libertad
Eduardo de la
Serna
Creo que todos
coincidiremos si afirmamos que la palabra libertad es un término sumamente
usado, pero difícilmente unos y otros acordaremos con el sentido que damos a la
misma.
En Argentina (16-20
de septiembre 1955) comenzó una autodenominada Revolución libertadora, que
derrocó un presidente constitucional, encarceló opositores, fusiló, implantó un
modelo económico de exclusión, integró a la Argentina al Fondo Monetario
Internacional, y hasta prohibió la sola mención o imágenes del “tirano depuesto”.
Todo en nombre de la libertad.
Se ponen hoy de
moda grupos económico-políticos que se llaman a sí mismos Libertarios. Nada
debe coaccionar la supuesta libertad, por lo que el Estado debería casi
desaparecer. Lo público es perverso y la salud, la educación, y la vida toda
debería poder desarrollarse solo si se tiene la capacidad (económica) para
ello. O desaparecer. Curiosamente suelen manifestarse despectivamente,
agresivamente y hasta violentamente con aquellos que “libremente” nos
expresamos en las antípodas de esta corriente. Todo en nombre de la libertad.
Con frecuencia,
una y otra vez se impone (no demasiado libremente) un modelo económico conocido
como Liberalismo, aunque, por la novedad que tiene actualmente con respecto a
los viejos modelos, se lo llama neoliberalismo. En nombre de la libertad de la
oferta y la demanda, la mano invisible del mercado debe regular las relaciones
económicas y sociales o laborales. Pero ante la ausencia de normas, reglas y un
estado presente, relaciones en las que siempre triunfa el más fuerte. Todo en
nombre de la libertad.
El concepto se
aplica, también, a otros órdenes como, por ejemplo, la libertad de cambio /
mercado en la que, como en los casos anteriores, el pez grande se come al
chico, o el más fuerte pisa al más débil. Como son los poderosos los que más
defienden esta idea, argumentan un “atentado contra la libertad” a los límites,
por ejemplo, a los monopolios, las regulaciones, los subsidios y demás. Con un
estado ausente, con ese criterio de libertad, la derrota de los pobres es
evidente, flagrante y constante. Y conocida.
Pero todo eso,
y muchos otros, implican entender la libertad de un modo que es, por lo menos,
discutible. También se utiliza el término en otros universos, como cuando se
habla de “liberación o dependencia”, de Teologia de la liberación, de El miedo
a la libertad, se propone ser libres o muertos, jamás esclavos, se reclama la libertad
a los presos políticos y se pretende libertad, igualdad, fraternidad… En todos
estos casos, la libertad es fundamental, pero no en todos los casos se dice lo
mismo.
Podríamos
preguntarnos, por ejemplo: una persona que sale de la cárcel o de un encierro… ¿es
libre?, los animales, ¿son libres? Con la precisión que suele tener, la lengua
griega tiene diferentes palabras para decir “libertad” ya que una es la de
movimiento, otra es la de obrar como consecuencia de una elección, otra es la
libertad para hablar sin preocuparse por el entorno, otra es la capacidad de…
En todos los casos traducimos libertad, pero, ciertamente, no en todos los
casos lo son. Los animales, por ejemplo, tienen libertad de movimiento, pero no
de elección: no pueden evaluar, discernir y analizar lo que es mejor, lo
conveniente, lo preferible. El instinto es otra cosa. El liberado de la prisión
también tiene posibilidad de moverse, pero no siempre puede escoger, por
ejemplo, un trabajo. E incluso, el encarcelado puede tener libertad para pensar
y hasta para hablar.
Con frecuencia
se habla o distingue de la libertad de y la libertad para… San Pablo dice
expresamente: “para ser libres nos liberó Cristo”. Un buen ejemplo, tomado del
ambiente de la esclavitud, por otro lado. Porque si uno era esclavo de “A” que lo
vende a “B”, uno es libre de “A”, pero no es libre. Otra pregunta sensata es:
¿yo soy libre de decir que 2 + 2 es 3? Soy libre de decirlo, puedo hacerlo,
pero ¿no hay un criterio que lo impida? Obviamente, si soy maestro y lo digo,
probablemente me quede sin trabajo. No puedo decirlo (aunque algún presidente
ingeniero lo haya dicho).
Se suele decir,
y no es falso, pero creo que es limitado, que “mi libertad termina donde
empieza la del otro”. Pero acá creo que hay un elemento a tener en cuenta: en
la libertad suele haber un criterio que tiene que ver con la relación con
el/los otro/s. Un criterio de convivencia, de justicia, de verdad, de paz, de
solidaridad, de respeto. Cuando con la palabra “libertad”, en realidad, el otro
es una molestia, un obstáculo o alguien que es de desear desaparezca,
difícilmente estemos de acuerdo en el uso. Por eso, aunque usen los términos,
muchos creemos que la revolución fue “fusiladora”, los libertarios son la
expresión suprema del individualismo desinteresado de las necesidades de los
otros (pobre país si nos hubieran gobernado durante la pandemia; ya bastante
irresponsables son al manifestarse como anticuarentena). Muchos creemos que
nada nos hace más libres que la solidaridad, el encuentro, la paz, la justicia,
la verdad… el amor. hacia esa libertad queremos ir.
Foto tomada en Santander,Colombia (enero 2020)
La versión que he oído desde hace años del dicho que se menciona es que "mi libertad termina donde comienzan los derechos del otro". Me parece que tiene más sentido.
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