Una nota sobre la derecha
Eduardo de la Serna
[logo del partido "PRO" señalando, lógicamente, a la derecha]
En general hay consenso en afirmar que las categorías “izquierda” y
“derecha” no son ni exactas ni precisas. Su origen, parece provenir del
parlamento británico, algo ciertamente no universal. Por otro lado, también es
evidente que son categorías “de relación”: a la derecha o izquierda ¿de qué?
¿de quién? Por otro lado, todavía, suele ocurrir que (quizás para no parecer “extremistas”
o para parecer “equilibrados”), muchos reniegan de esa categoría. Sin embargo,
nadie sensato negaría que Álvaro Uribe y sus lacayos son de derecha, por más
que el partido se llame de “Centro democrático” (igual que el fundado por
Álvaro Alsogaray en la Argentina en los 70, UCEDE). Pero es evidente que estas
categorías, al menos en muchas ocasiones, sin pretender precisiones o
exactitudes, son utilizables y comprensibles.
Es fácil afirmar que Bolsonaro es de (extrema) derecha, por
ejemplo. En cambio, afirmar, por ejemplo, que Alberto Fernández es de izquierda
revela más bien la posición de quien lo dice, antes que el hecho en sí.
Dicho esto, es sabido que la derecha no tiene una buena relación
con la democracia. Y me detengo especialmente en el caso argentino, pero sabiendo
que es fácil de trasvasarlo a otros países de la región latinoamericana.
Por democracia, ciertamente, no entendemos solamente el acceso al poder por medio de los votos. La democracia es un sistema de gobierno y un modo de vida. Podrá haber diferentes tipos de democracias, pero hay algo en común. En la democracia debiera haber siempre una división de poderes para que cada uno sirva de control a los restantes. La “suma del poder público” atenta, ciertamente, contra la democracia. Los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial (notar que nada se dice de la Prensa como un “Cuarto poder”) son esenciales para el funcionamiento de la misma.
Por única vez en nuestra historia, la derecha accedió al poder ejecutivo por los votos con Mauricio Macri. Sin duda – para quien esto escribe – el peor presidente de nuestra historia democrática. Pero no tanto por su persona, sino por su comprensión de la vida y de la sociedad. Concepción que tiene toda su alianza de gobierno (“donde hay una necesidad hay un negocio”). Pero para ejercer el poder, compró voluntades en el Congreso, en algunos casos con simples “sandwichitos”, en otras con viajes, o cargos, o… o recurrió a decretos para derogar leyes constitucionales, o imponer medidas. Y compró (o consiguió) la entusiasta adhesión de gran parte del poder Judicial, la cual, cuando no tenía, podía mover a su arbitrio sin que nadie – del mismo poder – protestara so riesgo de ser expulsado. Y todo esto, por cierto, con la bendición cuasi papal de la prensa hegemónica dedicada a denostar, condenar (la Prensa… y detrás de ella el poder Judicial [sic] y una gran mayoría de seguidores acríticos del “se robaron todo”, “la yegua”, un “PBI”, etc…). Así se endeudó el país como nunca antes, y en una deuda innecesaria (no se hicieron caminos, hospitales [¿para qué hospitales?], puentes, no hubo mejora de infraestructura… sólo endeudamiento. Y en las imposiciones del FMI se llegó a ver a los ancianos como un problema (problema que el COVID-19 manejado por Cambiemos intenta solucionar).
Pero fue tal el desastre del macrismo y sus vasallos que en las
primeras elecciones a presidente fue derrotado en primera vuelta electoral y
por una notable diferencia, a pesar de la prensa, el FMI, y el ejército de
redes sociales en campaña. Pero, precisamente porque la democracia no es lo
suyo, ni lo quiere ser, los restantes tres poderes (legislativo, judicial y
mediático) sólo bombardean y socavan al poder elegido por el pueblo, además del
apoyo o complicidad de los poderes ejecutivos que conservan: la siempre
lamentable ciudad “autómata” de Buenos Aires, y provincias y ciudades “superiores”.
Buscar que no pueda sesionar el Congreso (aunque cuando exactamente lo mismo se
decida “en su casa”, CABA o Mendoza, por caso, allí no se presenten objeciones),
que no pueda reformarse el poder judicial que siempre se dijo – y ellos mismos
reconocían, lamiendo las botas del embajador yanqui Edward Prado – que era
necesario hacer. No aceptan que se cumpla la Constitución para los destinos de
los jueces, o que el Estado obtenga acciones de las empresas en las que puso
dinero para que no cierren, o que los más ricos hagan un aporte a la sociedad… Y
mueven hilos de marionetas de todo tipo para conseguir sus objetivos:
empresariales, grupos policiales, y hasta terraplanistas, todo sea para poner
palos en la rueda de la democracia, la cual es, a lo sumo, un “mal necesario”. Tocará
a la sociedad, sean del partido que fueran una profunda tarea docente, para
aprender la convivencia, la coexistencia, el respeto al diferente y su
pensamiento. Sabiendo que los fundamentalismos, como el de Mercado, serán
siempre obstáculo para ser simplemente humanos. De eso depende que podamos ser “nación”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.