La pobreza de una etiqueta
Eduardo de la Serna
Los estudiosos de ventas y márquetin hacen muchos esfuerzos cuando
de elegir una etiqueta del producto que pretenden vender se trata. En un pequeño
espacio deben decir algo sobre el mismo, y buscar ser atractivos para el
posible o los posibles compradores. Si no dicen lo fundamental nadie compraría
lo que no sabe qué es; si no es atractiva, nadie compraría lo que le causa
rechazo. Es un desafío para los creativos, ciertamente.
Digamos brevemente que en el otro extremo del mercado (como es
habitual) está Dios, que no tiene límites, y por tanto no tiene etiquetas.
Tanto que es habitual decir que “de Dios es más lo que podemos decir que no es
que lo que podemos decir que es” (por eso decimos que es in-visible, in-mortal,
etc.).
Ahora bien, con alguna frecuencia nos encontramos con “etiquetas”
puestas a las personas; en ocasiones etiquetas que uno mismo se ha dado o
acepta (por ejemplo, en referencia a la profesión u oficio), pero, en otras
ocasiones, etiquetas que revelan cómo se ve a la persona o – ¡lo que es
peligroso! – cómo desearíamos que se lo vea. En tiempos de la dictadura
cívico-eclesiástico-militar, por ejemplo, tener (o que le atribuyan a alguien)
la etiqueta de “zurdo” era una simple condena de muerte, o de urgencia de exilio.
Poner etiquetas a los demás, entonces, suele ser imagen visible de
la limitación mental, de la incapacidad de escucha, o de una actitud de condena
desde una pretendida superioridad y distinción (y estoy “etiquetando”)
La excelente declaración del equipo de pastoral Social de la diócesis
de Quilmes sobre la etiqueta de “verde” al obispo es un buen ejemplo de eso.
Algunos creemos que, para cierta gente, que milita en contra de la ley de
interrupción voluntaria del embarazo, la “vida” solo vale 9 meses, porque
después piden pena de muerte (o la avalaron), se desentienden totalmente de la
vida digna y piden ¡cárcel ya!, baja de edad de imputabilidad, y no se
escandalizan ni escandalizaron de la guerra, la tortura o las desapariciones;
son indiferentes a las redes de trata de personas o de órganos, el aumento de
la pobreza, de comedores comunitarios, y demás “cosas de la vida”, y
desvalorizan hasta el extremo, como los tuits descerebrados lo manifestaron, las
personas, la entidad o la vida de los “negros”, “paraguayos-bolivianos”,
judíos, gays y demás seres “espantosos” (y pregunto, irónicamente: ¿es vida o
es un “kit de limpieza”?). Pero eso no escandaliza, a lo sumo se los comprende (“eran
jóvenes”, como los que ahora se pretende encarcelar, si es que son pobres,
bajando la edad de imputabilidad). Si a la “vida” la vamos a etiquetar, con
vida “de primera”, de “segunda” y hasta “de cuarta”, avisen… Avisen y etiqueten;
total, ¿qué le hace una mancha más al tigre?
Declaración del equipo de Pastoral Social
de la Diócesis de Quilmes
Quilmes, 11 de diciembre de 2020
“¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y
fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados,
que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda
clase de podredumbre.” (Mateo
23,27)
Cuando el Padre obispo Jorge Novak hablaba de los torturados, los
desaparecidos y recibía a las Madres de Plaza de Mayo, decían que en Quilmes
teníamos un obispo rojo. Ahora, que nuestro padre obispo dice que como nos
DUELE el aborto, también nos debe doler y debemos reclamar, con la misma fuerza
por los pibes que nacen en la pobreza, crecen con hambre, viven hacinados en
una casilla y crecen excluidos de oportunidades, dicen que en Quilmes tenemos
un obispo verde.
No podemos dejar de pensar que cuando desde la “fe” en el Dios de
la vida, algunos hermanas y hermanos tienen la costumbre de pintar y nos pintan
a los obispos, están más cerca de la ideología que del Evangelio de Jesús.
Foto tomada de https://fentlideratge.cat/es/etiquetado-las-personas/
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