Una nota sobre el Carmelo de Nogoyá y las torturas
Eduardo de la Serna
El Carmelo descalzo es una orden fundada por santa Teresa de Ávila
(1515-1582). Mujer (con lo que eso significaba en ese tiempo y en esa (esta)
institución, que se atrevió a salir y fundar, fundar y fundar. Y a escribir
(¡horror!). Mujer libre, quiso mostrar pequeñas comunidades (no más de 22
monjas). Perseguida, investigada y sospechada por la “santa” (sic) Inquisición,
murió antes de ser “echada”, y por eso exclamó: “muero hija de la Iglesia”, es
decir, no les doy tiempo a que me expulsen. Un grupo de mujeres y varones supo
acompañarla en sus iniciativas, pero ya inmediatamente después de su muerte se
intentó “domesticar” semejante osadía, ¡semejante santidad! El encargado fue
Nicoló Doria que empezó a poner el acento en la rigidez (de él es la imagen de
que Teresa “reforma” el Carmelo poniendo religiosidad al desenfreno reinante).
Para conseguir eso, Doria pretende expatriar a Juan de la Cruz, que muere antes
de ser enviado a México (“voy a Indias mejores”), y a Ana de Jesús, que queda
en Francia (por eso el Carmelo francés fue menos rígido, y de él se nutre
Teresa de Lisieux).
Todas las ordenes y congregaciones se fueron degradando (lo que es
natural, ciertamente) y por eso, a partir del Concilio Vaticano II, se
pretendió que todas revisaran sus leyes y estatutos a la luz de la novedad
conciliar. Quien trabajó activamente en esto fue el cardenal argentino Eduardo
Pironio. Cuando pasado un tiempo se preguntó a las diferentes congregaciones y
ordenes si habían podido vivir bien su carisma vocacional, la respuesta
positiva fue abrumadora. Pero, en el Carmelo, ocurrió algo: ocurrió la Madre
Maravillas de Jesús, de España. Cercana a la alta alcurnia española, presionó
para que el Carmelo volviera a las viejas constituciones a pesar que más del
85% de los carmelos habían opinado favorablemente. Con contactos logró llegar a
la curia vaticana, siempre sensible a las seducciones del poder. Ya no estaba
Pironio, ya “reinaba” Juan Pablo II. Resumiendo, la Madre Maravillas logró que
el Vaticano diera marcha atrás y ordenara volver a las viejas constituciones. Para
parecer tolerante, permitía a quienes no se sintieran a gusto, entrar en alguna
otra orden o congregación contemplativa. Con una notable oposición,
especialmente de los carmelos mexicano y francés, Roma hubo de dar marcha atrás
de su marcha atrás. El tema fue largo, pero lo cierto es que el Vaticano
finalmente estableció dos tipos diferentes de carmelos, uno según las antiguas
constituciones y otro con alguna adaptación conciliar. Coherentemente con su posición
claramente ideológica, Juan Pablo II aprobó primero las constituciones antiguas
y esperó casi un año después para aprobar las “nuevas” (con un elemento
simbólico bastante lamentable: las primeras fueron aprobadas el 14 de
diciembre, día de San Juan de la Cruz, las segundas el 1 de octubre, día de
Teresa de Lisieux, ¿no podía esperar 14 días más y hacerlo el día de Teresa de
Ávila?). Esto causó tensiones en el interno del Carmelo. Los padres carmelitas,
por ejemplo, eran acusados por las primeras de ser infieles al espíritu de Teresa.
Por eso solían tener rotas las relaciones con los carmelos a los que,
irónicamente, llamaban “maravillosos”. Las directivas indicaban que cada
comunidad, consultadas en capítulo todas las monjas, debía adherir a una u otra
constitución. Dos breves anécdotas antes de seguir:
- el querido Maximiliano Herraiz fue a visitar, en la década del 90, a una monja que estaba grave en una clínica. Allí, pasando el tiempo, la monja había leído las revistas del lugar y, se enteró ¡¡¡que había habido un concilio!!! (1962-1965)
- un Carmelo, que había adherido a las constituciones “maravillosas”, no pudo soportar que los “padres” (los curas carmelitas) no les prestaran atención. Entonces, la superiora decidió pasar a las “nuevas constituciones”. Las monjas (que debían haber sido consultadas) le dijeron: “¡qué alegría, Madre nuestra, nosotras queríamos más estas constituciones para estar con los padres!”. Era el de Nogoyá.
El encargado de promover santos de la orden carmelita (que fue
despedido por el general por promover modelos de santidad que no eran los que
la Orden veía con agrado) empezó el proceso de beatificación y canonización de
la Madre Maravillas de Jesús. El milagro (sic) por el cual se reconoció la
santidad de la Madre ocurrió en ¡Nogoyá!
Es comprensible que conventos que se guiaran por constituciones del
1500, en los que el cuerpo era una suerte de enemigo de la santidad, en los que
era santo “fugarse del mundo”, existieran ayunos, cilicios, y algunas cosas del
estilo, que fueron (lamentablemente) frecuentes en idos tiempos eclesiales. La
intención de Pironio, precisamente, era profundizar la “consagración del mundo”
como propio de la vida religiosa, en contraste con la “fuga mundi”, propia de
tiempos antiguos. Tiempos maravillosos.
Ahora bien… precisamente porque Teresa de Ávila proponía pequeñas
comunidades, es habitual que cuando en un convento hay vocaciones y se supera
el número de 22, se hagan nuevas fundaciones. El Carmelo Lisieux Argentino
(Villa Devoto) fundó en 1956 un Carmelo en Concordia, Entre Ríos, al cual
fueron varias monjas, entre ellas, juniora aún (no con votos solemnes), la
hermana María de los Ángeles. Con el tiempo, ella fue varias veces priora en
Concordia hasta que en 1991 se decidió una nueva fundación en Nogoyá, Entre Ríos,
al que también fue sor María de los Ángeles. Como es habitual, ella fue durante
muchos años también la priora del nuevo convento, marcando así las líneas ideológicas (y su
amor por la madre Maravillas, que supo transmitir a la familia del niño ahogado
al cual pidieron sus padres por su intercesión la vida del pequeño). Sor María
de los Ángeles falleció en 2012. En 2016 “explotó” el Carmelo por las denuncias
de hechos aberrantes, torturas, flagelaciones. La ex monja denunciante recurrió
al obispo, el que en actitud pilatesca se desentendió del hecho, y pareciera
que nadie le cuestiona su silencio cómplice. No tengo duda alguna que la
sucesora de María de los Ángeles hizo lo que aprendió de su “madre”. Cuando
María de los Ángeles murió, sus dos hermanas vivas viajaron desde Buenos Aires a Nogoyá. Sólo
pudieron verla entre rejas. Y en un acto de compasión y tolerancia las religiosas les acercaron el cajón inclinado para que entre agujeros pudieran apenas tocar con
los dedos el féretro donde yacía su hermana muerta.
Podemos decir que todo esto supone una eclesiología, una teología
de la vida religiosa, y podemos “agradecer” a “san” (sic) Juan Pablo II por
todo lo que nos legó a la Iglesia, incluso en cosas tan locales. El único
hermano varón de María de los Ángeles (“en el siglo” María Elena) había pasado por una demencia senil y falleció en el 2003, nunca más volvió a ver a su hermana. Era mi papá.
Otra nota: Como se sabe, los sectores ultra conservadores que con mons. Tortolo estaban en el seminario de Paraná, cuando llegó mons. Karlic que intentó hacer algo un poco más conciliar, se fueron a San Rafael. Primero al seminario y luego (¿con la llegada del visitador apostólico para seminarios en 1986?) fundaron el Instituto del Verbo Encarnado (IVE, que no es Interrupción Voluntaria del Embarazo, en este caso... aunque pretendan abortar toda reforma eclesial); no es casualidad que sea el seminario de San Rafael el que hoy tiene problemas, y haya sido clausurado a causa de la pandemia y la comunión en la mano. Pero la conexión de los del IVE con Paraná siguió, y entonces cuando empezaron a surgir vocaciones contemplativas femeninas estas fueron presentadas ¡en Nogoyá! Sor María de los Ángeles se sorprendió de la cantidad de nuevas vocaciones provenientes de San Rafael, precisamente.
Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Clausura_mon%C3%A1stica
¡Impresionante relato!
ResponderBorrarGracias, Eduardo. Por no callar, por ser tan claro
ResponderBorrarMuy interesante conocer el contexto para quienes no somos religiosos.
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