Una baldosa… muchas memorias
Eduardo de la Serna
Una baldosa es una losa, un ladrillo, un objeto duro que se coloca
en el suelo. Junto con otras conforman un lugar donde, por ejemplo, se
transita.
Inspirados probablemente en los stolpersteine, piedras de
tropiezo, que se encuentran en numerosas ciudades de Alemania, para recordar
donde fueron masacrados judíos; la idea es provocar un tropiezo, que la memoria
de la masacre genocida no nos deje caminar en paz, que la memoria se imponga en
el camino; con esa idea, algunos organismos de Derechos Humanos hicieron ellos
también sus baldosas. En este caso, la idea no es provocar un tropiezo, sino un
llamado de atención. Que quienes caminan, quizás distraídos, no puedan sino
mirar, por lo atrayente, los colores, los nombres, de aquellas o aquellos que
allí se conmemoran. Que los colores llamativos de las baldosas, exijan,
provoquen la memoria, que no se pueda andar distraídos sin que la memoria nos
convoque, que los colores que la dictadura nos robó nos vuelvan a la memoria al
hacer llamativamente presentes a los desaparecidos.
Hoy, hermanas y hermanos de la comisión Justicia y Paz de la diócesis de Quilmes y de la Vicaría de Pastoral Social, hicieron presente al obispo fundador, Jorge Novak, allí donde con frecuencia celebraba misas por los desaparecidos con sus familiares, en la parroquia San Juan Bautista, de Florencio Varela. La Iglesia diocesana, marcada desde su fundación con la defensa de los Derechos Humanos no podía estar ausente al conmemorarse 45 años del golpe genocida de 1976. Y hoy celebramos un acto religioso y diocesano, memorable y humano.
El contexto de Pandemia hizo que la invitación a participar fuera
personalizada, y nos llenó de alegría la presencia de la abuela Delia y una “amiga
de la casa”, Victoria Montenegro, algunos curas y diáconos y cristianas y
cristianos. Es verdad que fue llamativa alguna ausencia, pero a lo mejor es
mejor así, para que sea evidente donde se encuentran parados. También es
llamativo que alguien hubiera dicho que era mejor una placa (esas que nadie
lee) ya que las baldosas suelen ser vandalizadas. Ciertamente, esta amenaza
encubierta puede realizarse por lo que se llama una “profecía autocumplida”,
pero, mientras tanto, habrá muchas y muchos que quizás despierten del sueño
inhumano del genocidio, que recuperen la mirada y los colores y quieran caminar
atentos para que “Nunca Más” sea “nunca más”. En la diócesis de Quilmes, algunas
y algunos, no queremos caminar tranquilos mientras haya memorias apropiadas,
desaparecidas y desaparecidos que siguen así, y genocidas y cómplices que
pueden creer que caminan tranquilos hasta que una baldosa les llama la atención
y les recuerda que todavía hay muchos juicios sin empezar, pero la memoria no
prescribe porque es “arma de la vida y de la historia”.
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