Un enemigo del Evangelio
Eduardo de la Serna
No
creo estar diciendo nada nuevo. Pero por no original no implica no veraz. Creo
que debe repetirse una y mil veces que la consecución de seguridades suele deformar
las cabezas y con frecuencia nos hace perder, olvidar o negar todo lo que vivimos,
sostuvimos o fuimos antes.
Un
ejemplo más que evidente es el de aquellos o aquellas que no hace mucho estaban
en una situación de inseguridad notable: sin vivienda, sin trabajo, o hasta sin
patria, y cuando su situación algo, o bastante cambió, empiezan a manifestarse
críticamente contra aquellos que hoy son o están donde estos fueron o estuvieron
ayer.
A esto
es a los que el lenguaje popular suele calificar de “piojos resucitados”.
Mucho
más visible (aunque no creo que diferente) es el de aquellos que no sólo
olvidan su pasado, sino que militan en contra de lo que fueron. El caso de
futbolistas (Carlos Tévez es el más emblemático ejemplo, porque en un tiempo pasado
se lo creía “el jugador del pueblo”; pero detrás de él hubo otros, siendo Gabriel
Batistuta el más reciente) es paradigmático. En su inmensa mayoría provenientes
de estratos sociales muy bajos, lograron hacerse millonarios. Y al decir “millonarios”
no exagero: están dentro del limitadísimo grupo que debe aportar una parte muy
pequeña de sus riquezas a fin de sostener políticas de cuidado para la inmensa
mayoría de la población, tan afectada por la pandemia. Y, olvidando, negando y
militando en contra de aquello que fueron, hacen todo lo posible, con la
esperada complicidad de sectores del poder judicial, para no hacer el aporte,
tan necesario como justo.
Y no
me parece que sea distinto a lo que se ve en otros ambientes, que, al conseguir
fama, prestigio y dinero, olvidan su país, de dónde vinieron, lo que fueron,
para militar firmemente en contra. Simplemente en contra. Y vale esto otrora para
Juan Manuel Fangio, como hoy para Susana Giménez, actores y actrices varios, para
algo que se parece a cantantes, o simplemente imbéciles que se quejan del
precio de la carne en Miami. No son pocos, incluso algunos que luego dan el
paso a la política (que los aprovecha por aquello de “cara conocida”), que todo
lo que defienden, o lo que votan, en adelante será en favor de “sus intereses”
(sus nuevos intereses), que suele ser exactamente lo contrario de “los
intereses del pueblo”, o intereses de lo que fueron. Para decirlo en lenguaje
popular, esto fue lo que – además de su juego – hizo grande a Maradona.
Ya
Francisco de Quevedo hablo de que “poderoso caballero es don dinero”. No
deberíamos olvidar, también por sabido no menos cierto, y necesario de
insistir, que Jesús de Nazaret lo puso como ejemplo de un ídolo enemigo de
Dios: “no se puede servir a Dios y al dinero (= Mammón)”. Con mucha frecuencia,
además, lo puso como característico de aquello que rompe la solidaridad o la
familiaridad, como lo contrario del Evangelio. La imagen de un camello que no
pasa por el ojo de una aguja no deja de ser chocante y molesta en muchos
ambientes (algunos intentan edulcorarla, precisamente por eso). Si la
característica del Evangelio es reconocer a Dios como Padre afectuoso que a
todxs nos vuelve hermanxs, es evidente que aquello que – como el dinero –
provoca distancias, rupturas, egoísmos, indiferencias o, peor aún, opresiones,
injusticias, violencias, es un claro adversario del Reinado de Dios que Jesús
quiere mostrar y presentar a los suyos.
En la
Biblia, los grandes enemigos o enemigas de Dios son las y los ídolos. Pero, y
también esto es sabido, estos no son solamente los dioses de los pueblos
vecinos o invasores, sino también aquello que no es Dios, el único Dios de la
Biblia, y en lo que las personas ponen su seguridad. La búsqueda de seguridades
fuera del encuentro con Dios, para la Biblia, nos introduce en el terreno de la
idolatría. Y ciertamente es evidente que el dinero (el oro, la plata) son un ejemplo
casi sacramental de la idolatría de ayer, y de hoy.
Ciertamente
no es algo penado por ley ser idólatra, no es delito adorar al dinero, tampoco
lo es no seguir o aceptar al Dios de Jesús y su proyecto. Pero, al menos, para
los que pretendemos ser cristianos, no está de más tenerlo en cuenta. Como tampoco
está de más recordarlo en las elecciones.
Genial!! Muchísimas gracias Eduardo. Un abrazo
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