¡Qué tipo inteligente!
Eduardo de la Serna
En
nuestro tiempo, no sabría decir si a partir de la Revolución Francesa (imagino
que sí, al menos en parte) o desde cuándo, se valora casi moralmente la
inteligencia; decir que alguien es o no inteligente parece ser una crítica o
alabanza. En lo personal, creo que esta debería entenderse como una
característica humana, pero no necesariamente como una virtud. Para entender
esto e ilustrarlo, me parece muy pertinente recordar un acontecimiento que viví
hace ya muchos años:
Era
tiempo de elecciones, yo esperaba que saliera mi tren entrada la madrugada, y
en un parador tomaba algo con un amigo haciendo tiempo. Allí, los del lugar, se
burlaban de un borracho que parecía habitual en el lugar. Bromas de fútbol, bromas
por otras cosas hasta que salió el tema político… “-Tenés que votar a este”, le
dijeron. “-¿Y ese quién es?”, preguntó. “-Es de la izquierda”. “-El General (=
Perón) me enseñó que a esos no los tengo que votar”; “-entonces votá a este
otro” (le mostraron, del diario, una foto de un candidato de la derecha), “-¿Y
ese quién es?”, repitió. “-Es un tipo muy inteligente”, le explicaron… Y
entonces, el sabio replicó: “-¿Sabés qué pasa, hermano? ¡Estoy podrido de que
me afanen (= roben) los inteligentes!”
Resulta
muy evidente, y en su sabiduría popular él lo expresó muy bien, que la
inteligencia es una característica de la persona humana, pero esta será
positiva o negativa según al servicio de qué causas esté puesta. En lo
personal, tengo amigxs que no brillan por su inteligencia, ¿Y? Estoy firmemente
convencido de que por lo que debe brillar la persona es por la bondad. Esta sí
es virtuosa. Es cierto que habitualmente se la confunde, y el bueno es tomado
por bobo, pero eso es otra cosa. De bondad hablo, de gente a la que las otras
personas les interesan, les preocupan, les importan. Y que ponen sus
capacidades (la inteligencia incluida, por cierto) al servicio de causas
mejores.
De
ninguna manera esto significa que la inteligencia no deba ser valorada. Sí,
pero en su justa medida… o, si se quiere, en función de las causas que la
movilizan. Puede haber una gran inteligencia puesta al servicio de causas
perversas (suele haberla), y sería un grave problema (suele serlo) fascinarse y
sentirse atraídos por ella. Claro que, también, suele ser torpe negarla por el
hecho de que no es “buena”. Con frecuencia creo que es común que se niegue la
inteligencia de los perversos, precisamente porque que la valora positivamente,
y, creo, así no se acierta en el enfoque.
Antiguamente
se decía que la Inteligencia busca la verdad – Gramsci habla del pesimismo de
la inteligencia; y se decía que la Voluntad busca el bien – y Gramsci hablaba
del optimismo de la voluntad. La ironía suele decir que un pesimista es un
optimista bien informado (lo cual parece remotamente gramsciano). Pero un
problema radica en que el acceso a “la verdad” es ciertamente múltiple; un poeta,
un mito, un místico, un niño ¿no dice la verdad? Solo lo negaría un espíritu
hiper científico. Para ahondar más, ¿quién creería que un científico puede definir
acabadamente qué es el amor? Ciertamente aportaría aproximaciones, pero nadie
sensatamente diría “¡esto sí es el amor!” Probablemente las metáforas (que
alimentan a poetas y místicos) expresen mucho mejor al amor, aunque no sea “matemáticamente
preciso”. Según parece, el amor es “un
proceso neurológico que se produce en el cerebro gracias a la acción de
diferentes secciones: hipotálamo, amígdala, núcleo accumbens, corteza cerebral
y área tegmental frontal”. Nadie daría su vida, o la comprometería por ello.
Nadie le diría eso a su pareja, hijxs o amigxs. ¿Es verdad? Seguramente. Pero
no es toda la verdad… Y aquí vuelvo a la inteligencia. Seguramente eso es una
seria inteligencia de lo que es el amor, pero sólo un científico definiría
tozudamente el amor de esa manera. Y más de unx se sentiría mucho más
identificadx con frases de sobres de azúcar o de tarjetas de salutación.
“Estoy
podrido de que me afanen los inteligentes” sería una buena frase para recordar
con frecuencia, aunque seguramente no la encontremos en los libros académicos. Y,
una vez más, lxs otrxs suelen ser un buen criterio de punto de partida, porque aquellos
inteligentes han buscado “su” propia y exclusiva verdad, en su beneficio, y la
voluntad la han puesto en función de lo que es “bueno” para ellos, no para lxs
otrxs. “La patria (y matria) es el otro (otre)” no aparecerá grabada en los
Centros Culturales de los inteligentes, pero probablemente sí en los corazones
de los que hacen de la bondad un buen motor para evitar que “afanen los
inteligentes” y militan para que las víctimas de tantxs puedan sentarse a
brindar sin que nadie se burle de ellas porque nos reconocemos mutuamente como
hermanxs.
Pintura
de Francisco de Goya, “la era” (fragmento, tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/La_era#/media/Archivo:La_era.jpg)
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