Las mujeres, una mujer, no princesa/s
Eduardo de la Serna
Quiero
empezar con una frase del impresentable Javier Milei, en la que niega que por
un mismo trabajo las mujeres reciban menor salario, la “prueba”, para él, es
que si así fuera las empresas estarían llenas de mujeres. Más allá de lo que
esto implica de los criterios de contratación, su dicho (como muchos otros,
como por ejemplo su negación del cambio climático) tiene un evidente conflicto
con la realidad. Pero a esto no se lo suele llamar ideología (la ideología es
cuestionada y criticada si es “progre”, no si es de derecha); no se señala que
el prisma con el que mira y analiza distorsiona totalmente los hechos y los
falsea. La realidad nos dice otra cosa, ciertamente.
Y,
con un motivo evidente: el cumpleaños de las Abuelas de Plaza de Mayo, quiero
simplemente hacer memoria de algunas mujeres del presente, de las que no haré
una biografía, sólo una referencia a las huellas que dejan para marcar rumbos
en nuestro caminar.
Y,
como digo, pienso en el presente simplemente por una casi pereza intelectual de
mirar detenidamente en nuestro pasado; es evidente que si hay huellas hoy es
porque las hubo ayer… y antier. Y las habrá mañana. Basta pensar (y son las
primeras que se me ocurren) en Juana Azurduy, Manuelita Sáenz y Evita Perón donde
ya, más que huellas, tenemos mojones. Y tampoco quiero mirar más allá de
nuestras fronteras y pensar, por ejemplo, en Angela Merkel o en Michelle Obama.
Tampoco en algunas personajas de las que me faltan elementos para mirar
detenidamente, como Michelle Bachelet o Dilma Rousseff, o incluso Rigoberta Menchú.
Simplemente pienso en diferentes áreas; y tampoco olvido que hay allí algunas
que representan todo lo contrario de lo que quisiera señalar, basta mirar las
mujeres de Cambiemos (o Juntos), a mujeres que ayer militaban en Derechos
Humanos hasta que “pasaron cosas”, o mujeres en la ciencia o… (los nombres
saltan a la vista de quien quiera mirar). Quiero mirar a las que quiero mirar,
simplemente.
Por
lo señalado no puedo menos que comenzar por las Madres y las Abuelas de Plaza
de Mayo; un faro en la lucha y la militancia, en la mirada del ayer y los pasos
firmes de hoy. Basta verlas con la debilidad de los años (superan los 90 muchas
de ellas) y la firmeza de sus convicciones. Como si nos gritaran al oído
consignas de ayer, empujones de hoy y rumbos de mañana, movilizando timoratos, empujando
dubitativos y exponiendo visiblemente a los que frenan o desvían la marcha de
un pueblo. Pocas mujeres como ellas, cuyos nombres todos conocemos (sin reconocer
siempre sus apellidos… que no son lo más importante, porque es su nombre el que
las nombra) trazan tan claramente una línea del ayer al hoy. Y todos sabemos
que dos puntos marcan una recta, y solo una. Un camino recto. Uno por
transitar. Un hacia dónde.
En
la política, además del nombre señero del hoy, hay otras muchas a las que mirar
con admiración, reconocimiento… y amor. Mayores y menores, hasta casi niñas que
expresan convicciones. Todos recordamos nuestra adolescencia o miramos la de
otros y otras con su rebeldía, razonable y hasta justa, que cuestiona a las
madres (y padres): “mamá no me entiende”, “mamá es la peor madre del mundo”, “yo
quisiera que mi mamá fuera como la mamá de fulanx” … hasta que, en algún
momento, a veces tarde, une descubre que “mamá tenía razón”. En nuestra
democracia adolescente, muchas veces pasa lo mismo; además de que no faltan quienes
exponen públicamente sombras de nuestras madres (reales o inventadas, “fake”
se les dice) como si hubiera quien no las tuviera. Sólo quisiera celebrar, en
una a todas, a aquella que ayer se quejaban de que hablaba mucho y hoy de que
habla poco, y que cuando expone ese “poco” deja claro el camino y el rumbo.
Sinceramente.
Mirando
el ambiente de las artes resulta evidente que, “que las hay, las hay” (y si el
dicho alude a las brujas, expresamente no lo menciono, porque si algo creo que
hay que evitar es ese dicho aplicado a mujeres. Siglos de dolor y muerte se
provocó el atributo). No necesariamente me han de gustar, por aquello de “sobre
gustos…”, pero difícilmente se puede ignorar presencia de mujeres señeras en la
música, la literatura, las artes plásticas. No hace mucho perdimos una grande
cuyo nombre remite a tres palabras claves: Patria, Tucumán, libertad. Una que
supo reunir en torno a ella (y el honor que significaba ser convocado/a) a
todos y todas en recitales o en su obra final y maravillosa, cantando.
El ambiente de las ciencias también muestra mujeres que brillan (aunque, como en todos lados, los que pueden – es decir, los que tienen poder – exhiben impúdicamente algún nombre en la práctica detestable); al personal de salud, ¡salud! Y valga también para la docencia con maestras y profesoras que “enseñan”, en todo el sentido de la palabra, y a alguna que reconocemos recién cuando la reconocen fuera. Y, ¿cómo olvidar los Medios de comunicación? Esos que frecuentemente incomunican… Pero en el cual muchas mujeres, voces inconfundibles en ocasiones, nos hacen poner un oído atento y predisponernos a la escucha. Aunque sería injusto no tener muy presentes las voces silenciadas, de ayer y de hoy, voces añoradas y, quizás ilusoriamente, siempre esperadas. O las imágenes de aquellas de las que, siempre soñando, seguimos esperando el Milagro de su libertad…
No podría ignorar lo que se ha llamado el “movimiento de mujeres”, que reúne desde actrices hasta colectivos de víctimas de la violencia, la discriminación, o “simplemente” reunidas por una lucha que engrandece a todes. No está de más repetir, una y mil veces más, que el feminismo no es un movimiento en favor de las mujeres; es en favor de la humanidad toda. Carlos Mugica, hablando de opresores y oprimidos decía “a mi me hace mal que me oprima y a él le hace mal oprimirme”. Vale para este caso: el patriarcado le hace mal a la mujer, porque la victimiza, pero también le hace mal al varón porque lo pone en un lugar de inhumanidad.
Y
finalmente una nota sobre las mujeres en la Iglesia. Podríamos ironizar con la
frase ya famosa de uno que nos debe todo: “esa te la debo”. Y sería cierto.
Pero no podemos ignorar que si hoy la Iglesia está presente en millones de
espacios y lugares (más allá de aquellos de los que debiera estar separada) se
debe casi exclusivamente a mujeres: abuelas, catequistas, y hasta secretarias
parroquiales… Es difícil encontrar quienes hoy puedan decir que tienen fe en
Jesús y señalen como su causa a curas, obispos o religiosxs, pero sí quienes
puedan mirar a sus abuelas, madres, catequistas… La Iglesia tiene rostro de
mujer; y no me refiero a la tontería de que está “casada” con Cristo, o cosas
semejantes, me refiero a que lo que de la Iglesia hoy se hace visible y amable,
en lo que, en una inconmensurable mayoría de las veces, de mujeres hablamos.
Como
dije, el cumpleaños de las Abuelas motivó que escriba esto. Que no pretende ser
abarcativo, sino tirar puntas. Puntas que invitan a mirar, a posicionarse (no
sólo tomar posición, sino estar en una posición), es decir saber de dónde
venimos, dónde estamos y hacia donde vamos. Y saber que es un camino que no
hemos transitado sin mujeres, y que no queremos que siga sin ellas.
Imagen
tomada de https://palabritasajenas.blogspot.com/2018/03/mujeres-2018-princesas.html
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