Un futuro con o sin esperanza
Eduardo
de la Serna
Somos un país raro, aunque
quizás no tanto como nos creemos. Después de años de debates, hizo falta una
muerte (la de Carrasco) para que se aboliera definitivamente el servicio
militar obligatorio; y otras muertes para que, cosas que todos sabíamos que
debían cambiar, cambiaran, ya en Catamarca, Santiago del Estero y en tantas
otras ocasiones. Creo que confluyeron una serie de cosas para que así
sucediera: un tema que era y es asumido por mayorías, una repercusión (que fue
y fue insistentemente amplificada) y mucha militancia para que también allí “nunca
más” ocurriera eso.
Hoy lloramos a Lucas. Que no
es el primero: según la Correpi, en 5 años de existencia de la Policía de la
Ciudad hubo 121 asesinatos por parte de los efectivos, lo que significa ¡uno
cada 15 días!; y si le damos crédito a “Patán” Ragendorfer, ¡y vaya que se lo doy!,
en la “seguridad” cambiemita, en los 4 años, hubo casi un asesinado por día
(360 por año). Lamentablemente es algo que lo tenemos casi asimilado: joven,
pobre (y si es con gorrita, más grave todavía). Y, peor aún, en muchos
ambientes es visto como una suerte de “daños colaterales” de la propuesta del
queso gruyere del perverso electo, o de tantas y tantos que pretenden sacar
rédito con la inseguridad, sea desde cargos políticos o sea desde la
comunicación. Lo cierto es que todos ellos, con más o con menos compromiso, son
un poco o mucho responsables del asesinato de Lucas. Cómplices. Y si tuvieran
conciencia – cosa que en muchos de estos casos no manifiestan tener – cargarían
con un peso enorme en sus espaldas, en sus vidas y (ojalá) en sus carreras.
¿Podremos soñar que haya un
antes y un después de Lucas en las fuerzas de seguridad? Lo deseo
fervientemente. Lo dudo profundamente. Especialmente por el poder de la prensa,
por un lado, que nada dice de la delincuenta que les preguntó a los amigos de
Lucas a quién votaron (sospechando que por “negros” y – para peor – de Florencio
Varela, es casi un voto cantado, y entonces, la muerte es casi, casi, merecida),
o de los dos demonios que refritan la teoría ídem… y también desde el poder
político de la provincia y de la ciudad que buscan excusas irracionales (lo de
las taser de Marcelo D’Alessandro además de patético fue de un absurdo sólo
comparable a la pistola de juguete plantada en el baúl del auto).
Rezo para que Lucas descanse
en paz, espero que su familia y amigos la tengan, aunque esta sólo ocurrirá si
hay verdadera justicia (algo que con este poder per-judicial me permito
dudarlo) y deseo profundamente que haya un antes y un después de Lucas, y las
fuerzas de seguridad, todas, nunca más tengan una ministra que felicita a los
que matan por la espalda, sino que se ocupen verdaderamente de ser artesanos de
la paz. Pero si la Triple A, los grupos de tareas, y los sicarios oficiales
siguen vigentes, poco futuro nos queda en la esperanza. Poca vida tenemos por
delante (o por detrás).
Foto tomada de https://www.lanacion.com.ar/seguridad/victima-del-gatillo-facil-realizaron-una-misa-en-memoria-de-lucas-gonzalez-en-una-parroquia-del-nid19112021/
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