Los frutos de conversión se manifiestan en las actitudes ante los pobres
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO "C"
Eduardo de la Serna
Resumen: en medio de un clima de conflicto, Dios interviene en favor de su pueblo haciendo presente su realeza y su fuerza salvadora. Esto llena de alegría al pueblo y también al mismo Dios.
Sofonías es un profeta bastante duro. Leer toda su obra (más un folleto que un libro, se ha dicho) es ver dureza y rigor. Resulta extraño que él mismo afirme que lo escribe en tiempos de Josías uno de los escasos reyes de Judá que es fiel a la voluntad de Dios. Siendo que en el momento de la gran reforma que este rey encabeza no es él el consultado sino la profetisa Juldá, todo indica que Sofonías ya ha muerto. Eso permite entender: después de muchos reyes bastante o muy negativos para Israel al subir en el trono Josías, que además era muy joven (8 años según 2 Re 22,1) se entiende que el profeta quiera criticar todos los caminos andados y lo que – todo parece indicar – será el nuevo gobierno. Es muy duro el profeta, pero sin embargo (como muchos otros) finaliza su obra con cantos de esperanza. Es parte de esta nota optimista la que la liturgia de hoy nos propone. Los tiranos ceden su lugar a Dios que intervendrá en la historia.
La referencia a la “hija de Sión” e “hija de Jerusalén” sin dudas alude a todo el pueblo. Los enemigos han sido expulsados y “en medio de ti” está Yahvé. Es decir, Yahvé es el nuevo rey (como dijimos, al no aludir al buen gobierno de Josías todo indica que este recién comienza). La presencia de Dios no solamente es vista como la de un rey sino como la de un “salvador” (vuelve a usar el mismo término hebreo en v.19). El tema central es la alegría, que la presencia de Dios hace posible particularmente por la desaparición del enemigo. Dios mismo baila de gozo ante esto por la fiesta de Israel.
Resumen: La alegría y la inquietud expresada como paz o como alegría remarca la diferencia de actitudes que se espera de unos y otros. La raíz está puesta en la confianza de que “el Señor está cerca”.
La carta a los filipenses es, muy posiblemente, una agrupación de más de una carta. Casi podríamos decir que es una nota totalmente desorganizada por la exclusiva insistencia en las relaciones interpersonales. En la comunidad.
El texto del día es visto como casi la conclusión de una de esas cartas. La referencia a la alegría (4,4, que señalábamos como importante en la carta) parece repetir lo señalado en 3,1 (es posible que 3,1b-4,2 deban verse como originalmente independientes del texto).
Lo que se espera que la comunidad viva es expresado como “la bondad”, o indulgencia (única vez en Pablo). La razón radica en la “cercanía” del Señor (esto es, proximidad, en Pablo sólo aquí y x2 en Rom: 10,8; 13,11). “Preocuparse” es estar atentos ante algo que (puede) ocurrir. Puede entenderse como aflicción. Lo contrario es “petición”, “oración”, “acción de gracias” y “pedido” (v.6) “al Señor”. Se pasa a la referencia a la “paz” de Dios destacándose que supera toda mente sobrepasando el corazón y los pensamientos (ambas imágenes aluden a la mente). Y lo que se dice es que será “custodia”, vigilante (frouréô) de los corazones y la mente.
La liturgia parece poner el acento en la cercanía del Señor (v.5) que es la que da sentido a la tensión por un lado y a la alegría por la otra. De eso se tratan las actitudes que se esperan de los discípulos.
Resumen: la invitación de Juan a los que van a ser bautizados de dar frutos de conversión tiene diferentes frutos según sean los destinatarios. Por otra parte, Juan contrasta su ministerio y bautismo con el del que viene.
El texto del Evangelio retoma brevemente lo presentado el domingo pasado (vv.2b-3) a fin de ubicar el contexto del relato (Juan, el profeta, predicando la palabra de Dios en el desierto). El texto tiene dos partes bien marcadas, la primera – exclusiva de Lucas – diferentes grupos preguntando a Juan “¿qué debemos hacer?” (vv.10.12.14) y la respuesta correspondiente. La segunda – propia de Marcos – Juan contrasta su bautismo y ministerio con el del Mesías que vendrá.
1. Los tres grupos que preguntan a Juan qué deben hacer (ti poiêsômen) son “la multitud” (ojlós), unos publicanos y unos soldados. La pregunta reiterada al planteo original de “dar frutos de conversión” (v.8) supone que la “conversión” (metánoia) da frutos distintos según el grupo. La respuesta particularizada de Juan así lo manifiesta.
A la multitud los invita a vivir conforme lo pide la Ley, como hermanos unos de otros, especialmente manifestado en los que menos tienen: dos túnicas o “de comer”, es decir alimento (cf. 9,13). Si bien en varios textos del AT (Éxodo y Levítico) la túnica (jitôn) es vestimenta del sacerdote, en los Evangelios ya es vestimenta del común. El misionero no ha de llevar “dos túnicas” (9,3). Es la ropa habitual (cf. 6,29; el “manto” se coloca encima).
A los publicanos los insta a no cobrar más que lo fijado. Lo habitual era que los publicanos cobraran a su antojo abusando del poder de permitir o negar el paso (eran una suerte de “cobradores de peaje” en las entradas de las ciudades o los cruces de caminos o puertos). Los publicanos debían entregar periódicamente a los jefes una suma fija. Si recaudaban menos debían financiarlo por su cuenta, y si recaudaban de más era en su provecho o beneficio. Eso hacía muy frecuente que fueran aprovechadores. A eso se refiere concretamente Juan, entonces. A que cumplan su deber, pero no abusen de ello.
Los soldados no son fáciles de precisar. El término strateuómenoi es la única vez que se encuentra en los Evangelios (es una voz pasiva del verbo “guerrear”, “combatir”, sería combatientes). Sin embargo, los términos con la raíz “srat---” son más frecuentes. Desde el “ejército celestial” (Lc 2,13; Hch 7,42) hasta simplemente “soldados” (stratiôtês). Pero ¿a qué soldados se refiere? Puede decirse que es sumamente improbable que miembros del ejército romano (que no deben pensarse como ciudadanos o habitantes de Italia) fueran a ver a Juan. Sin duda se ha de pensar en judíos. Es decir hebreos contratados para un ejército. Pero, ¿para el ejército romano?, ¿o para el ejército de Herodes Antipas? No hay que olvidar que el gobernante de turno tenía la responsabilidad, ante Roma, de conservar la “pax romana” para lo cual debía tener un ejército listo. La región de Judea y Samaría estaba sometida a los procuradores (en tiempos de Jesús, luego será pasada a Agripa, año 40) mientras Galilea estaba bajo Herodes Antipas (4 aC al 39 dC). Luego se unificará bajo Agripa hasta que su hijo Agripa II (año 48) no gozará de confianza y volviera el tiempo de los procuradores. Queda todavía el tema de que en tiempos de Lucas Jerusalén había sido destruida y el único ejército que tenía presencia era el romano. En suma, no es fácil saber si Lucas remite a un acontecimiento que conoce (por tanto a combatientes reales), o a una creación literaria para destacar, precisamente, que la conversión se ha de manifestar en cada grupo de manera diferente, pero siempre en favor de los débiles. Lo cierto – sea como fuere – que estos combatientes escuchan tres indicaciones precisas: no extorsionar, no intimidar a nadie y conformarse con su salario. La extorsión es exigir dinero por presión (sólo aquí en la Biblia). El apócrifo 3 Macabeos finaliza celebrando el regreso de todos a sus casas y dice:
“Tenían una gran autoridad como no la tuvieron sus enemigos, y eran mirados con estima y aprecio; nadie extorsionaba con su propiedad, Recobraron todas sus posesiones según el registro y los que poseían algo lo devolvieron con gran temor. El gran Dios cumplió con ellos cosas grandes para su salvación: Bendito sea Israel desde siempre y para siempre, Amén” (3Mac 7,21-23).
Intimidar es aprovecharse de la situación de poder (cf. Gen 43,18; Pr 14,31; 22,16; 28,3; Qo 4,1; Job 35,9). Es lo que manifiesta el jefe de publicanos Zaqueo que remedia devolviendo el cuádruplo (Lc 19,8). El sueldo (ofônion) es en general el sueldo de una tropa (1 Mac 3,28; 14,32; 1 Cor 9,7) aunque Pablo lo utiliza metafóricamente (cf. Rom 6,23; 2 Cor 11,8). Obviamente Juan les dice que se conformen con ese salario, que debe “bastar”, ser “suficiente” (arkéô).
Es evidente que en los tres casos Juan precisa los “frutos de conversión” en la actitud que se tome frente a los débiles, especialmente por parte de quienes tienen una situación de superioridad de la cual pueden fácilmente abusar.
2. Pero antes de hablar Juan de su propio bautismo Lucas hace una pequeña nota que también es propia suya: el pueblo (laos) pensaba en sus corazones (es decir estaba en la disyuntiva, el corazón es la sede de las decisiones) si Juan sería el Cristo. El malentendido es frecuente en Lucas (por ejemplo 19,11: “creen que el reino vendrá de un momento a otro”). En este caso se aclara que el pueblo es “evangelizado” por Juan (v.18) y luego “es bautizado” (v.21).
2. Pero antes de hablar Juan de su propio bautismo Lucas hace una pequeña nota que también es propia suya: el pueblo (laos) pensaba en sus corazones (es decir estaba en la disyuntiva, el corazón es la sede de las decisiones) si Juan sería el Cristo. El malentendido es frecuente en Lucas (por ejemplo 19,11: “creen que el reino vendrá de un momento a otro”). En este caso se aclara que el pueblo es “evangelizado” por Juan (v.18) y luego “es bautizado” (v.21).
El contraste que Juan presenta con “el que viene” es entre dos tipos de bautismo: con agua y con “espíritu santo y fuego”. La referencia al fuego, y a la horquilla, el trigo y la paja, el granero y el fuego están tomadas del texto Q. La distinción entre trigo y paja, fuego y granero evidentemente presenta una imagen bastante apocalíptica del “fuerte que viene”. No es ilógico, entonces, que viendo luego cómo es “el que vino” Juan se pregunte si “es el que ha de venir o hay que esperar a otro” (Lc 7,19 / Mt 11,3). La paja, en general es vista como propia del forraje para alimentar ganado, o para hacer ladrillos. Pero en Jer 23,28 y Dn 2,35 se pone en contraste con el trigo para resaltar lo útil y lo inútil. En ese sentido se encuentra en el texto, de allí su destino de fuego.
A modo de conclusión el texto resalta que “con muchas otras exhortaciones evangelizaba al pueblo”. El verbo “evangelizar” es propio de Lucas (x10 y x15 en Hch) en los evangelios (sólo en Mt 11,5 fuera de aquí, precisamente el texto Q sobre Juan consultando sobre Jesús). Con esto finaliza el ministerio público de Juan ya que en v.19 nos aclara Lucas que Herodes lo encarceló.
Imagen tomada de beatajuanadeaza.wordpress.com
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