miércoles, 13 de abril de 2022

Imágenes de Dios

Imágenes de Dios

Eduardo de la Serna



Una imagen es una expresión (pintura, escultura, fotografía, etc.) que nos permite de cierto modo “tener presente” al objeto o sujeto “imaginado”. Ver fotos suele ser la ocasión de recordar otros momentos o lugares, personas o mascotas, por ejemplo. Por supuesto que las hay mejores o peores, más realistas o menos. ¿Quién no escuchó, por ejemplo, decir que alguien no salió bien en una foto? Nadie duda que se trata de esa persona, pero la pose, la toma, las luces, o lo que fuere no la presentan adecuadamente. O así lo ven algunos.

En tiempos en que no existía la fotografía, las imágenes eran “hechas por manos”, sean esto pinturas, sobre relieves, esculturas, por ejemplo. En ese caso, se podría decir que de ese modo es como el artista “imagina” al sujeto representado. Y – acá viene un elemento muy importante – al imaginarlo de determinada manera, en cierto modo, lo limita. Decir que “así es” también indica que “de otro modo no es”. Y esto es un problema cuando hablamos de Dios. Si Dios se identifica con un chacal, o un gato, por ejemplo, podemos imaginarlo de ese modo; y entonces, cualquier imagen de chacales o gatos nos permitiría representarlo, pero jamás con la imagen de un ibis o una lechuza. Eso sería otro Dios. Y cuando Dios no se identifica con nada de todo eso, pues resulta imposible identificarlo, y toda imagen sería una distorsión. Sería sólo “hechura de manos”. Esa es la razón por la que en la Biblia hebrea se ha prohibido hacer / tener imágenes de Dios. Sin duda que se refiere a imágenes “de Dios”, porque en una ocasión ante una plaga de ratas manda hacer una imagen de una rata de oro (la que luego estará en el arca de la alianza; 1 Sam 6,5.11) o también una serpiente de bronce (Núm 21,9) e incluso dos querubines de oro deben estar en el altar (Ex 25,18). Es Dios el que no puede ser imaginado, porque no puede ser limitado. Aunque, debemos decirlo, en ocasiones Él mismo acepta un límite y al crear al ser humano se señala que es “a su imagen” (Gen 1,26) del mismo modo que un hijo es la “imagen” de su padre (Gen 5,3). La creación deja ver al invisible, repite Pablo (Rom 1,20).

En el Nuevo Testamento hay un pequeño cambio. Ciertamente sigue estando vedado tener una imagen de la divinidad (esa es la crítica de Jesús a la moneda del Emperador que tiene una “imagen” suya y se aclara que se trata del “divino hijo”, ver Mc 12,16); pero Jesús mismo “es la imagen de Dios invisible” (Col 1,15) y los seres humanos (o los cristianos) están destinados en sí mismos “a reproducir la imagen de su Hijo” (Rom 8,29). Evidentemente, a partir de la encarnación, la Palabra “se hizo carne” y, por tanto, es razonable y posible imaginarla.

Esto no puede significar que podemos “limitar” a Dios. Si significara eso, nos estaríamos haciendo un ídolo, y no estaríamos “dejando a Dios ser Dios”. Por eso es interesante la insistencia en la Biblia (AT y NT) en cuestionar lo que es “hecho por manos”, como los “dioses” (Dt 4,28) o “ídolos” (Is 2,8; Jer 1,16 etc.) [por supuesto que se refiere a algunas cosas “hechas por manos”, no a la mayoría de otros hechos que son positivos, como la labranza, las edificaciones, las ofrendas, etc.] pero esto debe tenerse presente: “Asiria no nos salvará, no montaremos a caballo; no volveremos a llamar 'dios nuestro' a las obras de nuestras manos; en ti encuentra compasión el huérfano”. (Os 14,3). De hecho, es interesante que en algunas ocasiones donde la Biblia se refiere a ídolos o imágenes, la biblia griega lo traduce por “hecho por manos” (ver Sab 14,8), y – también es interesante – ese término, en el NT se encuentra 6 veces, 5 de las cuales se refieren al Templo que se ha divinizado; algo sin duda criticado por los escritores cristianos.

En este sentido, entonces, es razonable imaginar – tener imágenes –... a Jesús (y, mucho más aún, a sus amigas y amigos de la historia, como las y los santos) siempre y cuando – lo cual es obvio – esto no sea visto como una “imagen de Dios” (o, para ser precisos, no más imagen de Dios que la que un [buen] ser humano lo es).

Pero, todavía queda un elemento interesante para añadir. Todos y todas tenemos en nuestra mente una imagen interna de Dios. Creemos (imaginamos) que Él es de determinada manera, que actúa de determinado modo (o no). Y sería imposible no tenerla. Incluso los no creyentes afirman no poder / aceptar creer en un dios al que imaginan de determinado modo. Ciertamente muchas cosas, positivas o negativas en nuestra vida han influido en que tengamos esa imagen interna de Dios. Pero sería fundamental tener claro que Dios es siempre más, siempre más “perfecto” que esa imagen que tenemos de él. De allí la indispensable actitud de “dejar a Dios ser Dios”, es decir, no pretender que quede reducido o “limitado” a la imagen que de Él tenemos. Ponerle límites a Dios, aunque sean los que nos parecen razonables, no nos permitirá encontrarnos con el Dios de la Biblia, y el papá de Jesús.

 

Foto tomada de https://www.alamy.es/artesano-haciendo-mascaras-nepalesas-en-bhaktapur-nepal-image349331750.html

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