Qué es el pecado
Eduardo de la Serna
Pocas cosas son más difíciles de entender de un modo acabado en el ambiente bíblico como las palabras que se ubican en el campo del “pecado” (pecado, pecador, pecar, injustos, etc.). El principal problema es que en nuestro lenguaje cotidiano por “pecado” se entiende algo que afecta la relación con Dios, es decir, debe ubicarse en el ámbito religioso, mientras que, en la Biblia, el término abarca todos los sentidos, incluso tanto lo consciente, o voluntario, como lo inconsciente o involuntario. Por tanto, muchísimas veces, allí donde la Biblia usa el término “pecado/car” no debiera traducirse de ese modo si se pretende entender el significado. Veamos simplemente unos ejemplos sencillos:
- “En toda
esta tropa había setecientos hombres elegidos, zurdos, capaces todos ellos de
lanzar una piedra con la honda contra un cabello sin errar el tiro” (Jue 20,16).
El verbo que, correctamente, aquí se traduce por “errar” es el mismo que se
traduce habitualmente por “pecar”.
- “Pasado cierto tiempo, el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su amo” (Gen 40,1). El verbo que se traduce por “ofender” es el usado para “pecar”.
- “Yo no te he ofendido; eres tú el que te portas mal conmigo si me atacas” (Jue 11,27) dice Israel a Sijón, rey de los amorreos. “Ofender” traduce el griego hêmartón.
- Más vale sabiduría que armas de combate, pero un solo yerro echa a perder mucho bueno. (Qo 9,18). “Yerro” traduce hamartánôn.
Si
miramos el NT, hay algunos elementos muy interesantes: De las 173 veces que se
encuentra el sustantivo, ¡48! se encuentran en la carta a los Romanos (de las
que 42 están en los capítulos 5-8); 25 en la carta a los Hebreos y 17 en 1 Juan. No
es difícil entender que si la vida es imaginada como un camino (por eso el
sentido discipular del “seguimiento”), por pecado ha de entenderse un camino
errado, uno que no conduce al destino esperado (por ahora, insistimos en que
esto no necesariamente supone una acción voluntaria. Puede haber un yerro por
error o inconsciente; lo cual, ciertamente, no se diría, en nuestros tiempos,
del pecado).
En los
evangelios, por un lado, resalta le cercanía de Jesús con los “cobradores de
impuestos y pecadores” (“y” puede querer significar “es decir”, en cuyo caso se
trataría de los cobradores de impuestos, es decir, pecadores); se trata, en
estos casos de algo visible a los ojos sociales: “se ha ido a alojar a casa de
un pecador” o “come con pecadores” o que se trata de una “generación pecadora”.
Por otra parte, lo más frecuente que se dice de los pecados es que son quitados
/ perdonados. En el Evangelio de Juan, habitualmente se trata de la opción
adversa a la de Jesús (ver 9,41).
En Pablo,
el pecado es un poder que domina la humanidad y del cual Cristo nos ha liberado
(¡ya somos libres!); estando “en Cristo” (tema central de Rom 5-8) somos libres
de todos los poderes que nos oprimen, como la muerte, la ley… ¡y el pecado! En
1 Juan existen como dos mundos, o dos vidas; el autor, de todos modos, quiere
resaltar que algunos que dicen ser “discípulos” solamente lo son si aceptan
todas las consecuencias del evangelio (encarnación, el prójimo, etc.), si no,
son “mentirosos”. La carta a los Hebreos remarca a Jesús como “sumo sacerdote”
que logra el perdón definitivo de todos los pecados.
En suma,
la característica fundamental del pecado (o pecar) radica en su derrota por parte
de Jesús. Incluso cuando es visto de un modo más “ontológico”, como una suerte
de poder y reinado sobre la humanidad pasa a entenderse como algo “del pasado”.
La
obsesión por el pecado por parte de algunos (curiosamente, en muchos casos
obsesión por los pecados sexuales y silencio frente a los pecados económicos),
o crítica a los pecados de los otros, pero tolerancia frente a los propios (no
es casualidad que, entre muchos fundadores de comunidades ultra rígidas, y
sumamente estrictas en temas sexuales, se revele una importante cantidad de
abusos por parte de los fundadores) suele ser muy frecuente. La insistencia en el pecado corre el
riesgo permanente de engendrar personas dependientes, sumisas y escrupulosas
con necesidad de una autoridad superior que le señale el camino. Un ejemplo de
esto suele verse en la insistencia en el pecado “de pensamiento” (que, en
realidad, se trataría de una actitud insistente, como puede ser la planeación
de un crimen, no lo súbito, como puede ser la tentación. Es evidente que la
tentación no es pecado… pecado sería, en ese caso, “caer en la tentación”).
Jesús nos libera de todo lo que oprime a la humanidad, y liberados, no tiene
mucho sentido mirar para atrás a lo dejado, cuando tiene más razonabilidad
dedicar todos los esfuerzos a la vida. Nuestra y de quienes nos rodean. Ciertamente,
cuando hablamos hoy de pecado, nos referimos a una acción libre, consciente,
voluntaria… Poner demasiada atención en el pecado y no en la vida conquistada,
se parece más bien a no levar anclas por miedo a las tormentas, en lugar de no
temerles porque Jesús está con nosotros. Aunque esté dormido.
Foto
tomada de https://es.dreamstime.com/puerta-abierta-de-la-prisi%C3%B3n-image115313735
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