martes, 3 de mayo de 2022

comentario 4to domingo Pascua "C"

 El pastor Jesús arriesga su vida para la vida del pueblo

DOMINGO CUARTO DE PASCUA "C"


Eduardo de la Serna



Lectura de los Hechos de los Apóstoles     13, 14. 43-52

Resumen: siguiendo un esquema frecuente, Lucas presenta la predicación a los paganos en una ciudad luego del fracaso de la predicación a judíos. Luego, los discípulos son expulsados de la ciudad para dirigirse de allí a otro lugar. Todo esto permite que “la palabra crezca”.


El libro de los Hechos sigue un esquema recurrente en las diferentes predicaciones. Su esquema es sencillo: Pablo se dirige a judíos en los lugares que visita (preferentemente en sinagogas), allí no lo aceptan más que unos pocos, entonces se dirige a los paganos donde tiene más suceso. Ese mismo esquema sigue en este relato (aunque el texto litúrgico omite toda la unidad dirigida a los judíos).

Otro elemento recurrente es que este suceso paulino se ve abruptamente interrumpido por adversarios que intentan poner obstáculo a la predicación logrando que Pablo y su grupo sean expulsados de la ciudad. También eso encontramos en esta unidad.

  • Llegada a Antioquía de Pisidia (13,13)
  • Predicación a judíos el sábado (13,14-42) el sábado siguiente (13,45)
  • “Era necesario anunciarles a ustedes en primer lugar la palabra de Dios… nos volvemos a los paganos” (v.46)
  • Los gentiles acogen la palabra y “la palabra del Señor se difundía por toda la región” (13,49)
  • Pero… promovieron persecución… los echaron del territorio” (13,50), “sacudieron el polvo de sus pies”.

Señalemos algunos elementos para una mejor comprensión:

El esquema “primero a los judíos… luego a los paganos” se encuentra en todo el libro de Hechos hasta el final de la obra. Allí (¡en Roma!) Pablo concluye diciendo a los judíos de la ciudad: “con razón habló el espíritu santo a sus padres… ‘escucharán pero no entenderán’… esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles, ellos sí la oirán” (28,25-29).

El centro de toda la obra de Hechos es “el crecimiento de la Palabra”, que tiene directa relación con la predicación a los paganos. En este caso se destaca claramente que la Palabra crece a partir de la acogida de los gentiles. Sin duda esto ocurre por la presencia y compañía del Espíritu Santo que es, en realidad, el gran protagonista del libro.

Mateo y Marcos habían presentado en el discurso de envío de Jesús a los doce la indicación de “sacudir” el polvo de los pies en caso de no ser recibidos. Lucas (que lo ha duplicado como envío a los 12 y a los 72) lo ha omitido, seguramente – como en otras ocasiones también lo hace – para referir a la comunidad.  Pablo y Bernabé, expulsados por las “mujeres piadosas y distinguidas” sacuden el polvo de sus pies (cf. 18,6).



Lectura del libro del Apocalipsis     7, 9. 14b-17


Resumen: en una visión ubicada en un paréntesis, se menciona una multitud que continúa el canto litúrgico por ser continuadora de la vida de Cristo, por seguir sus huellas y por dar la vida.


El libro del Apocalipsis crea un largo paréntesis preparando el momento central, la apertura del séptimo sello. Todo el capítulo 7 juega este rol climático. Pero no se olvida ni el gran clima de visión ni el ambiente litúrgico (cf. Lev 23,40).

El característico cuatro remite a la universalidad:

“nación, razas, pueblos, lenguas” (v.9) que en este caso están “de pie”, con vestiduras blancas (= resucitados). Las palmas no hay que entenderlas en el sentido de las “palmas del martirio”, imagen que no se encuentra en la Biblia. Las palmas son adornos litúrgicos como puede verse en Ez 40-41; la imagen sigue siendo litúrgica.

El intérprete indica al vidente quiénes son esos, “los que vienen de la gran tribulación”. Los términos (como es frecuente en el apocalipsis, y las ideas) son tomados del AT. Veamos:


4 Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás». Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación (thlypsis); han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. (Ap 7,14)


Entonces se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles (thlypsis), como no los hubo desde que existen las naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. (Dan 12:1; cf. Mt 24,21; Ap 2,22)
15 Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos.

16 Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno.
 17 Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. (Ap 7,16-17a)
No tendrán hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol, 

pues el que tiene piedad de ellos los conducirá, y a manantiales de agua los guiará. (Is 49:10)

Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».  (Ap 7:17b)
consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado. (Is 25:8)

El triunfo de la vida resucitada de aquellos que se han unido a Cristo es el tema central del canto. La imagen – ciertamente simbólica – es “blanquear en sangre” (sic) las vestiduras; la referencia al martirio de los sujetos es de por sí evidente. La sangre es la “del Cordero”. El vestido (stolê) le ha sido dado a cada uno hasta “completar el número” (6,11). Estas vestiduras blancas (7,9) motivan la pregunta (v.13) a la que el texto responde: ¿quiénes son? De pie, de blanco, la sangre del cordero los mantiene día y noche en el Santuario dando culto a Dios (v.15), el cordero los “apacentará”, conducirá (2,27; 12,5; 19,15). La última bienaventuranza del libro (y de la Biblia) afirma: Dichosos los que lavan sus vestidos, porque tendrán a su disposición el árbol de la vida y entrarán por las puertas en la ciudad. (Ap 22:14). De esto se trata el paréntesis, porque la lista de “estos”, de esta “multitud” es la que está escrita en “el libro” que el cordero está ya casi por abrir.

                                                                                                                                                   
Evangelio según san Juan     10, 27-30


Resumen: en una nueva unidad Juan retoma el discurso del buen pastor señalando los aspectos centrales de la relación de Jesús y las ovejas. La capacidad de arriesgar su propia vida en favor del bien y la vida de las ovejas lo une plenamente a la voluntad de Dios.


La unidad literaria del texto llamado “del buen pastor” es compleja. Si bien se encuentra toda en Juan 10, el discurso (o la doble “parábola” de la puerta y el pastor) se encuentra en 10,1-21 que empieza en 7,1, con la fiesta de las Tiendas. Pero en 10,22 se hace referencia a la fiesta de la Dedicación y el discurso del pastor (el que hoy presenta la liturgia) se retoma. No es el caso aquí explicar esta evidente ruptura, pero es bueno tenerla presente.

Como en capítulos anteriores Jesús remite a los testigos que avalan su ministerio. En 5,36 había afirmado que “Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan: las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago atestiguan de mí que el Padre me ha enviado”. Expresamente le dice a los que le han preguntado que “no son de mis ovejas” (10,26) y retoma elementos del discurso-parábola del pastor: escuchan mi voz (v.3), las conozco (v.14), me siguen (v.4), les doy vida eterna (v.10), no perecerán, nadie las arrebatará (v.10).
El breve texto litúrgico sintetiza al más amplio discurso sobre el pastor y la puerta finalizando con una referencia al Padre.

Ya se había señalado la relación entre las ovejas, el pastor y el Padre: “mis ovejas me conocen como me conoce el Padre y yo conozco al Padre y doy mi vida por las ovejas” (v.15), “por eso me ama el Padre, porque doy mi vida” (v.17), tengo poder para darla (la vida) y recobrarla esa es la orden que he recibido de mi Padre” (v.18). La relación de Jesús y las ovejas mirando al Padre tiene que ver directamente con la “vida” (vida humana, psyjê, vida capaz de entregarse, perderse, darse). La actitud de Jesús, dispuesto a perder la vida en bien de sus ovejas es precisamente lo que refuerza o manifiesta su relación con el Padre. El mercenario, asalariado abandona las ovejas y el lobo las “arrebata” (10,12), la unión entre Jesús y el Padre es tan estrecha que ninguna oveja será “arrebatada” de la mano de Jesús (v.28) ni de la mano del Padre (v.29). Es que Jesús “y el Padre son uno” (v.30; cf. 17,21). La unidad entre Jesús y el Padre se manifiesta en la unidad de voluntad, de deseo. En este caso, un doble deseo: el bienestar de las ovejas (nadie las arrebata) y la capacidad de entrega de Jesús, arriesgando su vida precisamente para que las ovejas vivan.


Dibujo tomado de www.osservatoreromano.va


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