Una bandera a la victoria
Eduardo
de la Serna
Con
un pueblo harto ya de estar harto, habituado a la derrota, contemplando con
tensa paciencia la sistemática humillación y empobrecimiento, no podemos menos
que volver a Evita. Especialmente conmemorando los 70 años de su paso a la
inmortalidad.
Es
evidente que su enorme figura ha sido mancillada desde sus últimos momentos
(con el “viva el cáncer”) hasta la profanación de su cuerpo. ¡Tanto les dolía
su nombre y su memoria! Actitud que sigue hasta nuestros días: basta con evocar
el silenciamiento atroz del macrismo al conmemorarse 100 años de su nacimiento
(1919) a la utilización domesticada de su persona en movimientos que ostentan
su nombre para “evitarla”. Mientras tanto, el monumento a Evita sigue apagado
en las noches de la avenida 9 de julio desde que Carolina Stanley (cómplice de
los “cayetanos”) la apagara y el sistema eléctrico, luces y demás, fuera
saqueado, sin que haya culpables o responsables y sin que, 3 años después, este haya sido restaurado.
En
ese mismo lugar de las penumbras, un 22 de agosto Evita exhibió su grandeza
renunciando, pero sólo a los honores, nunca a la lucha.
Y
en los jirones de su vida el pueblo “cariñosamente” la sigue llamando Evita, aunque
nos quede la duda eterna de qué diría, o qué haría hoy Evita en tal o cual
circunstancia, con tal o cual personaje. Ya fue complejo el viejo contrapunto
violento de lo que sería si “Evita viviera”. Pero parece que hacer y deshacer “en
nombre de…” es algo que nos constituye. Y Alfonsín puede haber dicho clara y
contundentemente “mi límite es Macri” y hoy escuchar a los de su partido hecho
jirones, que hoy Alfonsín apoyaría a Macri. No puedo imaginar a Evita hoy
callada, o cómplice de algunas políticas o políticos… La escucho gritar; no
puedo pensarla de otra manera. Y con palabras muy claras y cero diplomáticas:
traidores, es un término bastante contundente y frecuente en “Mi Mensaje”. Y
dirigida a políticos, sindicalistas, periodistas, eclesiásticos… No la imagino
cerrando grietas, no la puedo pensar negociando con el FMI, la supongo firme en
la causa de los pobres, sus grasitas. Enjugando lágrimas, besando enfermos,
visitando los últimos ranchos llevando, por lo menos el abrazo del amor.
Hace
70 años se apagaba la vida de Evita. Y hubo profanadores de cadáveres y de
memoria. Pero también hay una Evita viva. Pero no viva en fulanos o menganos (e
imposible de imaginar en chinos o barbudos, y otros lenguaraces a los que la
vida no los acompaña), está viva en el corazón de su pueblo. Donde una
viejecita curtida sonríe, donde una matrona grita solidaria en un piquete de
justicia (no de planes), donde un trabajador reclama para sí y sus compañeros,
donde unos niños llenos de mocos pueden jugar con juguetes dignos, donde hay
hospitales y maternidades de excelencia, donde unos ancianos son tiernamente
abrazados, por ahí anda paseando Evita. Aunque siga apagado su monumento.
Foto tomada de https://www.laizquierdadiario.com/El-renunciamiento-de-Eva-Peron-a-la-candidatura-a-vicepresidente
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