¿Qué nos pasó?
Eduardo de la Serna
Creo que algo, o muchos “algos”, nos
han de haber ocurrido para que lleguemos a estar donde estamos. Porque en el
momento en el que de la discusión, o hasta la pelea, se pasa a la búsqueda de
la destrucción, pues entramos en un marco del que no sé si es fácil salir. No
sé si queremos salir.
Porque en esa búsqueda empieza la lógica
del “todo vale”, y cuando todo vale, “el otro” (otra, otre) “no vale”. Sin duda
que no estamos mirando algo que es nuevo, de hoy. Podemos mirar también ayer. Y
antier. Y, reconozcámoslo, tampoco es algo que nos es propio. En muchos,
¡demasiados!, lugares esto también ocurre. Casi como si nos constituyera como
humanos., Es propio de los humanos la capacidad de inhumanidad. ¡Qué raro! La
búsqueda del exterminio de comunidades aborígenes, por ejemplo, en Canadá y los
EEUU, que siguió hasta mediados del s.XX (¡1969!) no nos vuelve mejores, sin
duda alguna. Los distintos modos de racismos, no solo el provocado por el color
de la piel, pero también este, tampoco nos vuelve mejores. En nuestro país, y
no pretendo hacer un análisis de la historia, sino señalar unos pocos momentos
pasados, la lucha entre Unitarios y Federales sin duda es ejemplo (“no
ahorre sangre de gauchos. Este
es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen
de seres humanos esos salvajes”, dijo el “civilizado”
Sarmiento en carta a Mitre, el 20 de septiembre de 1861, luego de la batalla de
Pavón). También se puede comentar la llamada “campaña al desierto”, recordada y
celebrada con monedas y estampillas en la Dictadura con motivo de su “centenario”
(1979). Es imposible dejar de lado en un análisis los bombardeos a la Plaza de
Mayo el 16 de junio de 1955, los fusilamientos de José León Suárez (9 de junio
de 1956) y demás. El absurdo de la negación del otro se expresó en el decreto
ley 4161, de 1956, en el que se prohibía toda mención a Perón, Evita o a
cualquier cosa que los hiciera presentes. Esa negación siguió, dolorosamente en
la desaparición forzada de miles y miles de compañeras y compañeros (¡30.000!). La lógica es la misma.
Sería
falso decir que siempre y solo fue así. Hubo también quienes buscaron
denodadamente el encuentro, a pesar de las diferencias. Hubo intentos, mejores
o peores, pero en tiempos de la proscripción del peronismo, en la dictadura y
demás hubo espacios de discusión y encuentros, de consenso y paz. Hubo
ocasiones en las que no se miró el propio y pequeño provecho sino el más grande
de la Patria, de la Paz, de la Vida.
Cuando
“el mejor enemigo es el enemigo muerto”, tenemos un problema. Cuando el
gobierno calla frente a muertes que no lo entristecen (C. Fuentealba, M. Ferreyra,
M. Kosteki - D. Santillán) o, peor aún, cuando aplaude a un policía que mata
por la espalda (L. Chocobar), o justifica crímenes (S. Maldonado, R. Nahuel)
algo está socavando las bases sociales del encuentro. Cuando el/la otro/a no
cuenta, no hay patria posible.
Nunca
un momento histórico es calco de uno del pasado; no creo eso de que “la
historia se repite”, pero sí que cuando hay momentos que se le asemejan, en
ocasiones se puede ver si hemos o no aprendido de nuestra vida / muerte. Con el
debilitamiento evidente de Perón, el todopoderoso ministro de Bienestar Social,
José “el brujo” López Rega, se enseñoreó de las calles y emergió desde su seno
la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A). Esta parece haber estrenado
su baño de sangre con el asesinato de Carlos Mugica, pero luego se emborrachó
de violencia. Cientos de personas debieron emigrar para conservar la vida,
especialmente del ambiente de la cultura; cientos fueron asesinados en las
casas o las calles. Con – además – una extraña ortodoxia en la que ellos
afirmaban quién era o no “comunista”, sello que significaba el derecho a que
ese o esa tal fuera ejecutado/a. Obviamente, además, como suele ocurrir, es
evidente que para personas tan de ultra derecha, casi todo el mundo queda a su “izquierda”,
con lo que nadie estaba a salvo.
Señalo
este momento por dos motivos que hoy creo pertinentes. Uno político, otro
eclesiástico. Eclesiásticamente, con la notable incapacidad de un serio
análisis de la realidad, ante la “inminencia del peligro marxista” (sic),
muchos obispos (¡demasiados!) vieron la dictadura cívico-militar como una
suerte de “mal necesario”, o “mal menor” lo que ameritó su bendición. Y su
silencio cómplice. Obviamente, era una lógica mirada para asiduos y acríticos
lectores de La Nación. Y, con la misma mirada, y desde el mismo lugar, no puede
extrañar (¡sí doler!) que la mirada de muchos de ellos en nuestros tiempos
actuales sea la misma. El mismo temor, la misma mediocridad, el mismo lugar
desde el que se mira la realidad.
Políticamente,
con la misma ceguera, se escucha también hablar en contra del “comunismo”
(sic). Evidentemente, mirando desde Espert, Milei, Bullrich, Macri, la
izquierda es inmensa. Y no es diferente para los que quisieron presentarse como
palomas del mismo espacio, solo que gritan más bajo. Eso provoca a sectores que
se ven en la necesidad de enfrentar el comunismo (tan inexistente, o tan
microscópico como el de ayer) como el de aquel que propuso armarse para salir a
matar comunistas (eso sí, munido de su pañuelo celeste). No puede extrañar que
grupos marginales, debidamente “motivados” decidan salir a actuar, a fin de ser
“reconocidos” o “aplaudidos”. Es fácil recordar aquella campaña contra la
violencia en el fútbol del Grupo Clarín señalando que si se canta “los vamos a
matar”, a alguno lo van a matar. Pero esto valía para el fútbol, parece, no
para los que están “del otro lado de la grieta”. Y, mirando grupos, mirando
gestos o actitudes, mirando discursos o altivas y pedantes vecinas, me pregunto
si no se está gestando una nueva Triple A, distinta, menos para-policial, más
lumpen, pero con la misma licencia de sembrar el terror, para que los pescadores
de siempre obtengan las ganancias de siempre por los ríos que ellos mismos han
revuelto. Creo que esta película ya la vi, ya la padecí, y creo lamentar que en
general la dirigencia eclesiástica o política no estará a la altura.
Foto tomada de http://albertomoya.blogspot.com/2009/09/tapa-de-veintitres-como-segunda-nota.html
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