¿Qué hubiera pasado sí…?
Eduardo de la Serna
Se
llama “contra fáctico” a los intentos más o menos felices, más o menos
ficcionales de imaginar lo que hubiera ocurrido en la realidad si algunas de las
cosas presentes hubieran sido diferentes. Evidentemente, estamos en el terreno
de la ficción, pero, hemos de reconocer que hay ficciones más y menos creíbles,
probables, o casi seguras.
Si
bien nunca podremos saber con certeza “qué hubiera ocurrido” si las cosas
hubieran sido diferentes, unos buenos estudios históricos, una seria mirada de
la realidad, nos puede permitir con mayor o menos convicción creer que algo de
determinado modo hubiera o no ocurrido.
Y,
para no dar vueltas, me quiero formular la pregunta que me parece gravísima y
central: ¿qué hubiera pasado si salía la bala en el atentado contra la
vicepresidenta Cristina Fernández?
El
9 de abril de 1948, al salir de sus oficinas, fue asesinado Jorge Eliecer
Gaitán, dirigente del partido liberal de Colombia. El clima venía ya caldeado
con violencias varias. Además, los EEUU habían organizado en Bogotá una
conferencia contra el comunismo (comenzada el 30 de marzo) durante la cual, además,
fue detenido Fidel Castro, entonces joven abogado. La CIA – siempre donde no
quisiéramos que esté – lo calificó de un “abogado peronista de origen cubano”.
Pero, lo cierto es que a partir del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán se desató
en Colombia una ola de violencia (“Bogotazo”) que, con las características
propias de los diferentes tiempos posteriores, recién está terminando ahora con
los acuerdos de Paz que, a su vez, fueron boicoteados por la derecha colombiana
(incluso la eclesiástica) y siguen en proceso de gestación y diálogo. Lo que
quiero señalar, en este espacio, es que un magnicidio concreto, realizado, en
un clima de tensión, fue causante de décadas y más décadas de violencia
fratricida y sororicida. Quienes amamos Colombia somos testigos de cuánto dolor
dejó el hecho y sus consecuencias que perduran todavía en la sociedad casi 75
años después.
Se
podrá decir, con razón, que Argentina no es Colombia, lo que es cierto en todos
los casos y en todos los demás países. Pero no deja de ser cierto que
situaciones de violencia que hemos vivido en el nuestro fueron también gestoras
de más y creciente violencia. Los bombardeos de junio de 1955 (precedidos por
las bombas del 15 de abril de 1953) fueron desencadenantes de demasiada
violencia a la que, en nuestros propios acuerdos de paz, decidimos poner fin en
1983 en el regreso de la democracia. De allí que el quiebre de estos acuerdos
nos permite imaginar como muy posible lo peor. Lo peor alentado con un clima de
violencia del que sólo no es consciente el que se niega a ver. Nadie
sensatamente puede ver como pintorescas las bolsas mortuorias, las horcas,
guillotinas y las imágenes y discursos de muerte de decenas de desequilibrados
humanos. En este contexto, además, los discursos negacionistas (y la dolorosa
presencia de jóvenes alentados por el discurso de la anti política) sobre los
desaparecidos y toda la enorme gravedad provocada por el terrorismo de Estado
no hace sino poner sal en la herida. Negar “los 30.000” es, sencillamente,
socavar los cimientos de una sociedad regada con sangre y negada en su memoria,
simulada en su verdad y desarmada en su justicia.
A
esto, no puedo menos que sumarle los discursos y sujetos y sujetas anteriores
al atentado que en nada se han retractado, de personajes que estercolean en
medios de comunicación, o los editoriales de medios o comentarios de
dirigentes. En lo personal no tengo forma de frenarlo más que con mi espanto.
Y, si sirviera de algo, señalarlos con nombres y apellidos en caso de que se
desatara nuevamente la violencia. La historia, si no nos ha servido en el
presente, ojalá, al menos, sirva en el futuro.
Foto
tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Bogotazo
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