Un
problema con el Cielo
Eduardo
de la Serna
Si miramos el término “cielo”
en la Biblia podemos confundirnos, por la frecuencia de su uso, y es bueno saber de qué hablamos.
Para empezar, es fácil
imaginar que, observando el mundo, cualquiera podría ver que muy por encima de
todo hay “algo” celeste (= celestial). De esto, además, parece que “cuelgan”
los astros, por lo que, se supone, ese “algo” celeste debe ser “firme” (=
firmamento). En ocasiones, pareciera que “el cielo se viene abajo” cuando hay “diluvios”
porque el cielo abre une hendija para descargar las “aguas de arriba” (las
aguas también son celestes).
Ahora bien, como ocurre en
muchas culturas, la imagen de Dios es que “habita” en lo alto, más alto que el
mismo cielo (Dios está arriba). Así el cielo es el “trono” de Dios. Incluso, cuando
en un momento – ya tardíamente – se presenta a Dios irritado a causa de la infidelidad
sistemática de su pueblo, la imagen es que Él se “encerró” en el último cielo (“séptimo”).
Hará falta un momento (con Jesús, en su bautismo) en el que Dios vuelve a
encontrarse con la humanidad y “el cielo se rasgó”, y en el que desciende su
espíritu. Esta imagen del arriba y abajo (lo inferior, “infierno”) también se
muestra en la imagen del ejército del cielo que enfrenta los ángeles del mal
(cielo, luz, verdad, vida confrontan con infierno, tinieblas, mentira y
muerte). Todo lo que ocurre “bajo el cielo” hace referencia a la historia o la
vida, desde “las aves del cielo” hasta la lluvia, o – como es frecuente en el
hebreo – moviéndose entre “extremos” como al hablar de “cielos y tierra” o “aves
del cielo y peces del mar”; en ambos casos se pretende señalar la universalidad,
la totalidad señalando dos "extremos"...
Entrando en el Nuevo
Testamento, es interesante notar que el tema no es frecuente en Pablo: veamos
una simple estadística: el término lo encontramos 82 veces en Mateo, 18 en
Marcos, 35 en Lucas, 18 en Juan, 26 en Hechos, 11 en Pablo, 10 en los discípulos
de Pablo, 10 en la carta a los Hebreos, 11 en las cartas Católicas (nunca en
las cartas de Juan) y 52 veces en Apocalipsis. Esta simple mirada invita a
descubrir la frecuencia particular del término en los escritos de origen judío
[aunque hay que recordar que Mateo, allí donde sus fuentes decían “reino de
Dios” ha preferido en casi todos los casos “reino de los cielos”]. El término
en hebreo se encuentra en plural (šāmayim) y por eso es frecuente que se
lo encuentre también así en el griego del Nuevo Testamento: en Mateo, que como
vimos lo usa con mucha frecuencia, no sólo se habla de “reino de los cielos”
(32 veces) sino que Dios es padre que “está en los cielos” (15 veces).
Pero, además de su uso
frecuentemente “espacial”, encontramos también un sentido “teológico”. Hay
ocasiones (como en el caso del Reino) que decir “cielos” es sinónimo de decir “Dios”
(ver Sal 73,9; Job 20,27; Dn 4,23). Así, cuando los Evangelios nos hablan de tener "un tesoro en el cielo" o cosas semejantes (Mt 6,20; Lc 18,22) nos están señalando la alegría de Dios por los regalos que le hacemos de generosidad en favor de sus preferidos, los pobres. Decir que Jesús “ascendió a los cielos”
(Hch 1,10-11) pretende señalar que Jesús fue al encuentro con Dios; decir que
los cristianos son “ciudadanos del cielo” (Fil 3,20) destaca que Dios es el que
nos da un hogar, y no el emperador (= ciudadanos de Roma), o que tenemos una “morada
en los cielos” (2 Cor 5,1-2) ya que estamos llamados a vivir en esta historia
conducidos por el espíritu de Dios.
Pensando teológicamente, y en
coherencia con lo que hemos señalado en otras ocasiones, es importante disociar
la imagen “espacial” y mantener la “teológica”. El cielo, del que solemos
hablar, no es un “lugar” a donde van algunos, sino que, simplemente: “el cielo
es Dios” [así repetía santa Isabel de la Trinidad]. Se trata de un encuentro de amor, de amistad (no de premio, menos aún
de mérito). A sus amigos Dios les regala un abrazo de amistad, eso es “el cielo”:
se trata de un encuentro de amor. El “cielo” no es una inversión de la
situación actual (una suerte de tortilla que se da vueltas, y – entonces – los que
la pasan mal “bajo el cielo”, como los pobres y las víctimas, la “pasarán bien”
después de la muerte); el cielo no es un lugar de descanso (en paz), sino una
continuidad y profundización de la amistad con Jesús.
Imagen tomada de https://www.jw.org/es/biblioteca/libros/lecciones-historias-biblia/12/jesus-alimenta-miles/
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