Un ejemplo de predicador: san Pablo
Eduardo de la Serna
Para el mundo greco-romano, el trabajo era una
especia de “mal necesario”. Obviamente el campesino no tenía otra oportunidad,
pero para la gente de la ciudad, lo razonable era que trabajaran los esclavos
mientras el “patrón” se dedicaba a “filosofar”, por ejemplo. Pero en el mundo
judío, en cambio, el trabajo era visto como colaborar con Dios en la obra
creadora; ya desde las primeras páginas de la Biblia Dios quiere que el
campesino trabaje la tierra. Si miramos los escritos del Nuevo Testamento,
sabemos que Jesús trabajaba, Pedro trabajaba y Pablo también trabajaba.
Veamos el caso de Pablo que es muy interesante. Su
oficio era “hacer carpas” (Hch 18,3). El mundo antiguo estaba saturado de
caravanas que cruzaban todas las importantes rutas del imperio romano llevando
y trayendo mercadería a los puertos y desde los puertos. No es difícil pensar
que una caravana que debía hacer – por decir algo – 500 kilómetros (como la
distancia que hay entre Jerusalén y Antioquía) debía hacer paradas, armar y
desarmar 25 veces las carpas. Estas se deterioran, rompen o deben ser
reemplazadas, y los puertos son los lugares ideales para hacerlo ya que el
tiempo de la carga y la descarga podía durar varias semanas. En este momento es
que un artesano como Pablo encuentra trabajo. Reparar o hacer carpas nuevas
tomaba varios días y en este tiempo, mientras cose, corta, arma, ¡Pablo
predica! Es momento ideal, además de un modo de sustentarse (y no ser una carga
económica para las comunidades) para predicar, tanto a los encargados de las
caravanas como a los transeúntes y los habitantes del lugar. Basta ver los
lugares donde Pablo se asienta (y donde escribe o dirige sus cartas) y se verá
que se trata de puertos: Éfeso, Troade, Filipos, Tesalónica, Corinto…
De este modo, muchos de los miembros de las
caravanas llegarían a sus lugares de origen habiendo recibido el mensaje del
Evangelio de Pablo y, lentamente, se iría formando allí una comunidad.
Muchísimas comunidades del mundo antiguo no tienen un fundador reconocido; el
Evangelio se iba “contagiando” de boca en boca, de vida en vida, por testimonio.
Y mucha gente del lugar portuario, especialmente
durante el tiempo que Pablo residía en el lugar, fueron formando iglesias
familiares, que se reunían en casas de familia. A ellas, más adelante, por
motivos muy diversos según las circunstancias, problemas, dudas, planteos,
llegarían cartas del Apóstol para ser leídas en la asamblea y luego compartidas
con otras comunidades. Pablo seguía presente, ya no físicamente, pero mostrando
que no se desentendía de sus amigos y amigas. Sus hermanos y hermanas se reunían
(para compartir la Cena del Señor, por ejemplo, y, en estos casos, leer aquello que el
fundador (acá sí se reconoce en él un fundador) tenía para compartir. Tengamos
en cuenta que en una casa no cabía mucha gente, por eso solía haber diferentes “iglesias”
en cada ciudad; sí es posible que para algún acontecimiento (por ejemplo una
nueva visita paulina) todas las “iglesias” se reunieran en un lugar más amplio,
como por ejemplo un teatro, o en los salones de los sindicatos.
Por supuesto, además, al asentarse en una ciudad y
alojarse, por ejemplo, en el barrio de los tejedores, Pablo aprovechara, él o
los miembros de su equipo, para visitar las zonas vecinas. Allí también se van
conformando comunidades. No tenemos que pensar en comunidades de cientos o
miles de personas, sino de pequeñas decenas (las que caben en una casa, por
ejemplo, para una fiesta).
Como decimos, Jesús trabajaba. Era algo semejante a
lo que llamaríamos un “maestro mayor de obras” (o un “todero”, le dicen en
otras regiones); era el que trabajaba los materiales duros como piedra, madera,
hierro. Y también podía predicar mientras lo hacía. Era frecuente que en la
plaza los candidatos a un trabajo estuvieran con sus herramientas, esperando
ser contratados (algo de esto puede verse en la parábola de Mateo 20,1-11). Un
pescador, como Pedro, trabaja de noche cuando las luces de las barcas hacen
subir a superficie a los peces. También tienen ocasión de “pescar personas”
fuera del horario de trabajo.
Una lectura más greco-romana que bíblica hizo ver el
trabajo como una “consecuencia del pecado original” (sic); nada de eso dice el
texto, sí que el campesino deberá esforzarse mucho para tener fruto (“sudor de
tu frente”) y que este sea bueno (“cardos y espinos”). En la colaboración con
la obra creadora de Dios, los discípulos de Jesús, como Pablo, mostraron que el
Evangelio se predicaba gratuitamente (sin cobrar, ya que ellos se
auto-abastecían) y querían que el mensaje de la vida plena pudiera llegar a
todos y todas sin distinción.
Foto tomada de https://www.turas.tv/es/2018/07/a-brief-history-of-tents/
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