La comunidad llamada a hacer y decir lo mismo que Jesús
11º domingo
durante el año “A”
Eduardo
de la Serna
Lectura del libro del Éxodo 19,2-6
Resumen: Dios, que ha sacado a su pueblo de la
opresión de Egipto lo conduce al monte donde quiere establecer con ellos una alianza
que los constituirá un pueblo santo de su propiedad.
En el contexto de la salida de
Egipto, el libro nos ubica con precisión el día exacto del tercer mes (v.1).
Allí el pueblo acampa en el desierto, al pie del monte; ambos llamados por su
nombre: Sinaí. El texto parece por momentos confuso ya que es probable que reúna
más de una fuente sin demasiada precisión (por ejemplo 2a y 2b, o 3a y 3b no
parecen acordes). Lo que cuenta es el primer encuentro entre Dios y Moisés.
Dios se hace responsable de la liberación de Egipto y compromete a Israel a “obedecer”,
“guardar” lo que será una alianza y determinará que Israel será “propiedad” de
Dios si la cumple.
La imagen de las “alas de
águila” fue, por mucho tiempo, imagen extraña hasta que se pudo observar un
águila que se puso debajo de uno de sus pichones en caída y peligro salvándolo
así.
La tierra entera pertenece a
Yahvé, pero quiere darle una parte (la prometida) a su pueblo; todos los
pueblos pertenecen a Yahvé, pero quiere tener a Israel como su propiedad.
Como pueblo, será “sacerdotal”
y “santo”, es decir, separado para Dios. Ahora bien, esto es lo que Moisés debe
decir “a los israelitas” (v.6) pero lo comunica “a los ancianos” (v.7) y “todo
el pueblo” (v.8) se compromete a “hacer todo”. Este “todo” será lo que el libro
del Éxodo empezará a narrar a partir del próximo capítulo (20) y subsiguientes.
En esta parte, simplemente, se destaca la propiedad de Dios y la característica
“real” y “sacerdotal” de su pueblo.
Lectura de la carta de san
Pablo a los Romanos 5,6-11
Resumen: Pablo quiere destacar el amor lleno de
misericordia de Dios que envía a su hijo Jesús a pesar de toda la maldad que
nos separa de su amor. Ahora, ya reconciliados, este amor será más manifiesto
todavía en salvación.
En la carta a los Romanos, una
comunidad que ni lo conoce ni es conocida por él, Pablo presenta “su Evangelio”.
Aquí quiere mostrar la eficacia de la obra reconciliadora de Cristo con la
humanidad, judíos y paganos, a la que “todos” (palabra clave en la carta)
pueden acceder por la fe. Pero lo fundamental es señalar, lo sostiene
claramente, la gratuidad de la iniciativa de la obra de Cristo en los seres
humanos.
Cuando éramos “débiles” hace
alusión a algo que para los romanos era un síntoma de enfermedad:
“En un
día y una noche se resuelve lo que son señales de debilidad (astheneia),
como las de la ingestión de fármacos, de la agitación abdominal superior e
inferior, del cólico y de los otros males semejantes”. [Hipócrates, “Sobre
las crisis” 20]
Pero teológicamente, Pablo
destaca particularmente la “debilidad” como contrapuesta a la fuerza que será
dada por la donación del espíritu (8,26). Y todo esto comienza en el kairós
divino, el tiempo establecido, preparado por Dios. Es el tiempo de la muerte de
Jesús que nos reconcilia.
La muerte de Jesús es una
muerte “por” (hyper) los impíos (v.6), es decir, los “pecadores” (v.8), “nosotros”.
La consecuencia, claramente lo repite, es la “reconciliación” (vv.10.11). Una
serie de elementos negativos que caracterizan se repite: impíos, pecadores,
enemigos, y esto queda reforzado por un argumento ilustrativo: quizás pudiera
ocurrir que alguien fuera capaz de morir o arriesgaría la vida por un justo, una
persona “de bien” (v.7), pero no por aquellos. Ciertamente, esto es expresión
evidente del amor de Cristo por “nosotros” (es interesante notar la centralidad
de la primera persona del plural en toda esta unidad). Es interesante notar que
la construcción “por nosotros” (hyper êmôn) es particularmente paulina
(fuera de los escritos paulinos, en el NT 1 vez en Marcos, 2 en Hebreos y 1 en
3 Juan, mientras se encuentra 14 veces en Pablo y 2 veces en sus discípulos). La
preposición “por” debe entenderse en un sentido vicario, “en favor de”, “en
lugar de”. Ciertamente “morir por” no ha de pensarse en el sentido de “por
culpa de” sino “en favor de”, por eso la motivación es el amor.
Pero debe destacarse, todavía,
un elemento más, que hace referencia a “nuestro” presente: Pablo presenta un
claro contraste entre “nuestro” pasado y “nuestro” presente ya beneficiados por
la obra reconciliadora de Cristo. Fuimos reconciliados (siendo enemigos) – seremos
salvados (ya reconciliados). El contraste queda reforzado entre un “salvados de
la ira” (v.9) y “salvados por su vida” (v.10). Pablo ha señalado el contraste
entre la cólera / ira (orgê) y la salvación como su opuesto (1 Tes 5,9);
la imagen es referida a un castigo definitivo implicado por el mal obrar, y por
eso es contrapuesto a la consecuencia de la sangre (= muerte) de Cristo.
Y, para contrarrestar a
quienes se “jactan” de la ley (2,17.23) en esta unidad tres veces destaca
nuevos motivos de jactancia: en la esperanza (v.2), incluso en las
tribulaciones, que engendran paciencia (v.3) y, finalmente (y cierra así la
unidad que había comenzado en 5,1 (el cap. 4 lo prepara en la referencia a
Abraham) en Dios mismo por (dià) Cristo. Es decir, no en la iniciativa humana
sino divina, que es amor y reconciliación que marcan la historia humana.
+ Evangelio según san Mateo 9,36-10,8
Resumen: después de presentarnos Mateo una
larga lista de obras que Jesús realiza, elige Doce para que ellos sean enviados
por Dios para hacer en Israel lo mismo que su maestro había hecho.
Como es sabido, el centro del
Evangelio de Mateo presenta cinco “tomos” que tienen, cada uno, una sección
narrativa y una discursiva. Después de mostrar a Jesús realizando diez milagros,
“sanando toda enfermedad y dolencia” (9,35), en el discurso Jesús envía a los
doce “a sanar toda enfermedad y dolencia” (10,1). Es que Jesús siente “compasión”
(splagjnizomai, de splagjna, entrañas) porque estaban “molestos” / “heridos” / “lastimados” y “tirados” / “derribados”
como “ovejas sin pastor” (9,36) por eso envía “a las ovejas perdidas de la casa
de Israel” (10,6). Aunque hacen falta “obreros”, ya que son pocos, y hay que
pedirlos (9,37.38), pero estos “merecen su sustento” (10,10).
Es
interesante notar que las instrucciones que da Jesús a los enviados (10,5a) son
sencillas y “normales” de v.5b a v.15, cuando el clima se torna mucho más
violento contra los enviados, y si – por ejemplo – en v.14 es posible que el
enviado no sea escuchado, en v.17 serán entregados, azotados, martirizados.
Serán como “ovejas” en medio de lobos. Sin duda el cambio responde a la
situación de la comunidad de Mateo y de su tiempo [Mt pone aquí (vv.17-25) lo
que Mc destacaba para los tiempos finales (10,9-13)]; pero vayamos a nuestro
texto.
El conflicto latente, de todos
modos, ya viene preparado (9,35) por la referencia, habitual en Mateo, de que
Jesús frecuenta “sus” sinagogas (4,23; 10,17; 12,9; 13,54) con lo que la
distancia con “ellos” queda especificada.
Al decir que estaban “golpeados
y derribados”, y como ovejas “sin pastor” es algo activo, no pasivo; se refiere
críticamente a las autoridades, sean estas políticas y religiosas; la imagen
remite claramente a Ezequiel 34:
¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las
ovejas lo que tienen que apacentar los pastores? Se alimentan con su leche, se
visten con su lana; matan a las más gordas, pero no apacientan el rebaño.
No fortalecen a las débiles, ni sanan a las enfermas, ni vendan a las
heridas; no recogen las descarriadas, ni buscan las perdidas y maltratan
brutalmente a las fuertes.
Al no tener pastor, se dispersaron y fueron pasto de las fieras salvajes.
Mis ovejas se dispersaron y vagaron sin rumbo por montes
y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra, sin que nadie las
buscase siguiendo su rastro. (34:2-6).
La imagen de Jesús, ahora, da
un cambio de lo pastoral a lo agrícola: la mies, la cosecha (imagen habitual de
juicio).
El relato pasa a pedir obreros
(“pocos” = pequeños; imagen que frecuentemente en el primer Evangelio refiere a
la comunidad cristiana, escasa en una comunidad importante; probablemente en
Antioquía) y el relato continúa señalando que Dios “escucha” y envía a los Doce.
Breve nota sobre “pedir” a
Dios. Se ha de señalar que la imagen es de la misión, el reino y la comunidad
eclesial, no – por cierto – de algún tipo especial de vocación, como podrían
ser ministeriales. Habla de toda la Iglesia. Es interesante que el verbo “pedir”
(déomai) sólo se encuentra aquí en Mateo (y nunca en Marcos ni en Juan) mientras
es frecuente en Lucas-Hechos (también se encuentra el dicho en Lc 10,2, indicio
que proviene de “Q”) donde indica “pedir” (puede ser algo a alguien o a Dios,
en cuyo caso es oración). Es interesante señalar que no se trata de “decirle a
Dios” lo que necesitamos (sic) sino asociarnos con Dios en lo que él quiere dar
/ enviar.
Una nota sobre los discípulos,
los apóstoles y “los Doce”. En el Nuevo Testamento no hay una mirada uniforme
sobre esto. Señalemos que “apóstoles” es un término griego que indica una
misión, “enviados”. No necesariamente “todos los discípulos de Jesús fueran
solamente doce, aunque aquí Mateo indica que “llamó a sus doce discípulos”. Es
probable que Jesús tuviera un grupo variado de discípulos y discípulas, que en algún
momento haya “enviado” a algunos de ellos (o acompañado) en misión (“apóstoles”).
Dentro de estos, un grupo de Doce quieren reflejar simbólicamente la misión que
Jesús se adjudica. Lucas, precisamente, identifica Doce y Apóstoles (ver 6,13: “a
los que dio el nombre de apóstoles”) por eso – por ejemplo – omite llamar “apóstol”
nada menos que a Pablo. Ciertamente Pablo tiene otra mirada del “apostolado”,
como también se ve en Juan y, probablemente también en Marcos.
La lista de los nombres siempre
merece atención. Estos son mencionados de a pares unidos con la partícula “y”,
pero los primeros dos pares – coherentes con los relatos de las vocaciones de
ambos – se añade el parentesco: “y su hermano” (v.2). Como ocurre en todas las
listas de los Doce, siempre el primero es Pedro, lo que resalta claramente su importancia.
Curiosamente acá se indica de Simón “el llamado Pedro” cosa que recién ocurrirá
en 16,18. Como también ocurre en todas las listas (salvo cuando ya no está) Judas
ocupa el último lugar. Acá se indica que es “el Iscariote”, término que no es
preciso: puede ser de la región de Kerioth, al sur de Judea, o quizás el “sicario”
(incluso alguno lo relaciona con el color rojo de la cara). Juan – que puede remitir
a otra fuente – dice que es hijo de Simón Iscariote, con lo que parece
inclinarse por la primera opción (Jn 6,71; 13,26).
Es
interesante señalar que no todos los Evangelios mantienen el mismo orden: Mc
3,18, por ejemplo, pone a Andrés en cuarto lugar por la importancia que da a
Santiago y Juan; Tomás y Mateo están alternados en Mt y Lc con respecto a Mc,
Lucas en Hch, además, intercala a Bartolomé que en los anteriores está antes.
Pero, además, mientras Mateo y Marcos presentan a Tadeo, Lucas (y Hechos)
presentan a Judas de Santiago (lo que llevó a la muy tardía integración de “Judas
Tadeo”, sic). Mateo aclara que “Mateo” es el que era cobrador de impuestos (reemplazando
en 9,9 el nombre de Levi de Mc 2,13-14). Sin duda, el orden refleja la distinta
importancia que algunos tuvieron en las diferentes comunidades, o las fuentes.
Que los nombres no coinciden es indicio, con toda probabilidad, que no siempre
fueron los mismos (que por alguna circunstancia alguno dejó de integrar el
grupo y fue reemplazado, por ejemplo). La clave no está en los nombres (por más
que algunos sean particularmente importantes, por cierto) sino en el número: la
elección de doce remite claramente a los Doce hijos de Jacob, las Doce Tribus
de Israel. Las ovejas perdidas (= Israel), la “casa de Israel” son el elemento
principal en esta parte del Evangelio.
Es curioso que el envío les
indica claramente que “no deben ir” ni a paganos ni a ciudades de samaritanos,
aunque sabemos que Jesús sí prepara la predicación en estos territorios. Jesús
llama-hacia (pros-kaleô), la lista son sólo
varones judíos, aunque mujeres y paganos se incorporarán al final. La
ampliación de la misión con nuevos misioneros (trabajadores para la mies) y
nuevos destinatarios de la predicación (“a todo el mundo”, 28,19) es el paso
posterior a la Pascua.
Pero,
del mismo modo que lo hizo Juan, el Bautista (3,2) y también Jesús (4,17), los
discípulos deben anunciar la cercanía del “Reino de los Cielos” (10,7).
La misión implica que “el
mundo importa”, ni se “fuga” de él, ni se lo deja cómo está. Pero la misión no
es un “momento” temporal sino el sentido de ser de los Doce, para eso existen.
Incluso cuando las consecuencias sean de peligros mortales (como señalamos en
la segunda parte del capítulo 10). Es continuar la obra de Jesús. Es “itinerancia,
pobreza, indefensión y amor”, como señala un autor.
El
Jesús que tiene “autoridad” (9,6.8) les da “autoridad” (v.1) sea sobre los “espíritus
impuros” sea para “curar”, y – luego de indicar dónde deben ir y no ir – y que
deben proclamar el Reino lo especifica: curar – resucitar – purificar –
expulsar demonios [todo lo que ha hecho Jesús en los capítulos anteriores donde
curó (8,5-13.14-15; 9,1-8), resucitó (9,23-26), purificó un leproso (8,1-4) y
expulsó demonios (8,28-34)].
Pero
la característica de esta misión de palabras y hechos debe estar marcada por la
gratuidad; esta garantiza que llegue a los pobres; y – además – los misioneros no
deben llevar nada, ni lo necesario. Esta imagen de la gratuidad en la predicación,
que también destaca claramente Pablo (cf. 1 Cor 9,18) y remarcada en Hechos
como crítica a la actitud de un mago, Simón (8,18-24) llevó a la posterior
formulación del pecado de “simonía” (= de Simón) aludiendo a la búsqueda de
percibir dinero por las cosas que son don de Dios para todas y todos. Quizás un
pecado olvidado en muchas regiones.
https://youtu.be/3uLowv7hzZo
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/06/video-con-comentario-al-evangelio-del.html
Imagen tomada de https://sergiovaldezsauad.blogspot.com/2017/07/doce-apostoles-mateo-101-7.html
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