El honor y lo vergonzoso
Eduardo de la Serna
En
el mundo antiguo (y en muchos ambientes, contemporáneos y actuales)
nada hay más importante que el honor. El honor es cómo valora la sociedad a un
grupo determinado, por ejemplo, a los que ejercen un oficio. Si dicho grupo, por
caso, pudiera robar impunemente, es decir sin que se pueda constatar el robo,
ese grupo definitivamente será tenido por todos como de muy poco honor. Es despreciado socialmente.
Aunque uno no robe, sin embargo, es visto de un modo que avergüenza. Y no es
cuestión de demostrar honestidad, ¡se pertenece a un grupo deshonroso y eso es
suficiente! Veamos dos ejemplos fáciles de entender… una caravana de camellos
debe transportar 100 rollos de tela de un destino a otro, pero puede ocurrir
que, en el trayecto, uno de los miembros de la caravana robe un par de rollos y
los venda, para luego decir que fueron asaltados por el camino. No hay forma de
demostrarlo. Entonces, cualquiera que ejerza el oficio de camellero es
sencillamente alguien de bajo honor social. Lo mismo ocurre con el contratado como pastor, que
debe cuidar ovejas y cabritas ajenas, y fácilmente puede decir que un lobo mató
un cabrito qué él comió la noche anterior con sus compañeros. Tampoco hay forma
de demostrarlo, por lo que los pastores también son tenidos como de bajo honor. La pertenencia
a determinado oficio constituye, entonces, una valoración, positiva o negativa
de los colectivos que los ejercen, sea cual fuere la actitud de los sujetos.
Para
peor, el honor es “contagioso”, es decir, si uno se relaciona con personas de
bajo honor está manifestando públicamente a los ojos de todos cuál es el honor
que él reconoce públicamente tener (“dime con quien andas y te diré quién eres”).
Por eso, nadie acepta sentarse a la mesa con personas que, visiblemente, tienen
menos honor que el que uno se atribuye a sí mismo porque se autoestigmatizaría.
Señalemos,
además, que el honor es muy difícil de acrecentar, pero es muy fácil de perder.
El ejemplo más evidente es el de una familia en la que una mujer del grupo fue
violada (deshonrada, avergonzada). La familia debe, rápidamente, vengar el
honor mancillado; si no lo hiciera, quedaría a los ojos de todos como quienes no
supieron defender su honor (familiar); y, entonces, lo han perdido para siempre. Si, en
cambio, vengara el honor seguiría manteniendo ese mismo honor que antes ostentaba (aunque
la mujer violada sea deshonrada, ella, para siempre, por cierto; pero el grupo queda
a salvo de la vergüenza). En cambio, un esclavo que es liberado (se lo llama “liberto”)
ha subido en el honor; sigue relacionado con su antiguo amo, pero de un modo
diferente, de un modo “clientelar”; en este caso, el bajísimo honor que tiene
un esclavo se ha acrecentado por otro, no demasiado elevado, pero ciertamente
mayor (aunque también debe notarse la diferencia según el ambiente, ya que no es lo mismo ser “esclavo del
Emperador” que liberto de un propietario de una pequeña hacienda; en ese caso,
el esclavo tiene más honor, pero por el lugar donde se desempeña.
Todo
indica que, para las mujeres, el oficio más deshonroso es el ejercicio de la
prostitución; en cambio, en los varones, lo era el ser cobradores de impuestos
(“publicanos” se los llama en ocasiones). Estos eran, más propiamente,
cobradores de peaje, y se les debía pagar para ingresar a las ciudades, o en
lugares o cruces importantes de caminos; pero ellos podían cobrar a su arbitrio (es decir,
también aquí es algo pasible de robo) con lo que su honor era casi inexistente.
El
mayor o menor honor, se exhibe socialmente, en los lugares que se ocupa en las mesas en los
banquetes comunes, por ejemplo, o en los reconocimientos públicos. Y notemos acá, un
ejemplo interesante: Jesús elige él mismo a quienes lo van a acompañar en su seguimiento (cosa
novedosa, porque normalmente era el discípulo el que escogía a su maestro).
Sabemos que ha escogido pescadores, por ejemplo, lo cual no representa un “problema”
en el honor (porque, en este caso, el tema no es “económico” sino otro), pero
más adelante sabemos que también llama a su seguimiento a un “publicano”, y este sí es
un problema. Problema porque todo el grupo queda visiblemente estigmatizado,
todos los que están con Jesús, y él a la cabeza, les dicen a todos públicamente, reconocemos que “este
es nuestro honor”. Jesús elige ubicarse en el lugar de los últimos; no debemos
olvidar que uno de los motivos de escándalo visible es que Jesús y los suyos “comen
con” publicanos, es decir, con pecadores.
Para
ahondar el escándalo, en una ocasión Jesús les dice, nada menos que a los sacerdotes
(los que se encuentran en lo más alto del honor), que “publicanos y prostitutas
entrarán antes que ustedes en el reino de Dios”, siendo que “entrar antes” es
expresión evidente del mayor honor, en este caso invertido por la aceptación de
Jesús.
Se
dirá que Jesús es claramente subversivo para los esquemas de su tiempo, lo cual
es evidente. Esto llevó a un biblista a afirmar que “a Jesús lo mataron por como
comía”. De honor se trataba, o mejor, de descubrir que Dios mira las cosas con
otros ojos, por eso “el que se humilla a sí mismo, es ensalzado por Dios,
mientras que el que se ensalza a sí mismo, es humillado por Dios”.
Foto
tomada de https://www.undp.org/es/peru/projects/fortalecimiento-institucional-y-consolidaci%C3%B3n-de-la-mesa-de-concertaci%C3%B3n-para-la-lucha-contra-pobreza
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