La posesión del “peronómetro”
Eduardo de la Serna
En momento de crisis es normal que ocurran
diferentes procesos en la búsqueda de la propia identidad. Y, mientras dura la
crisis, lo que debiera caracterizar los diferentes momentos es la búsqueda.
Y, para no dar vueltas, ante la crisis del gobierno
fallido de Alberto Fernández, es razonable la emergencia de quienes reclaman
para sí o para otros la posesión del “peronómetro”, esto es la garantía o
seguridad de “dónde está” el verdadero peronismo, en este caso. Es evidente –
hoy – dónde no está, pero dónde encontrarlo, es otra cosa.
Recuerdo, allá por el 74, después de la crisis del 1º
de mayo, y la plaza semi vacía, que un amigo militante comentaba, que «menos
mal que Perón pronunció luego el famoso “mi único heredero es el pueblo”,
porque antes, lo que había quedado es “mi único heredero es López Rega”»
(seguramente él no lo recuerde, porque necesitó rearmar su vida en el exilio,
pero a los efectos el hecho sirve). De herencia hablamos.
Hoy surgen quienes se autoproclaman, o son
presentados, como “los únicos herederos”. Debo confesar que me cansan los hijos
de la santa Inquisición, prefectos de la Congregación para la doctrina de la fe,
que a los cuatro vientos proclaman esto es o esto no es verdadero peronismo
(que, “curiosamente”, siempre hace referencia a su propia persona y dónde él
está). Para ser precisos, creo que el verdadero peronismo no está ni con Moreno
ni con Grabois, ni con Cristina… ¡está en el pueblo! Aunque no ignoro que los
modos de expresarse y manifestarse del pueblo son hoy abismalmente diferentes a
los del 74. En lo personal, insisto, me agota el “efecto Torquemada” que
ostenta Guillermo Moreno, y me resulta tipo payacesco, si no patético o bizarro,
el trasporte de los avales de Juan Grabois en un carro de cartonero. Tampoco me
siento cómodo con las decisiones tomadas en superestructura ignorando la
militancia y las bases. Hace años, muchos, recuerdo en un distrito amigo, que
todos los militantes de diferentes corrientes debatían, acordaban, discutían
candidatos para su municipio, hasta que “bajó la orden” de instalar a “fulano”
que nada de bases tenía, y hubo que “acatar”. Lo de “subordinación y valor” no
me causa demasiada gracia, debo reconocerlo. No pretendo que no se decida en
los espacios de decisión, eso son, para eso están, pero no acepto que no se
escuche a las bases y la militancia, que no se ponga un oído en el territorio.
En suma, el oído en el pueblo, del que hablaba Angelelli y repetía Mugica, creo
que es imprescindible, al menos, así lo creo. En mi caso, al menos como cura,
es en el pueblo donde quiero poner un oído; el otro en el Evangelio. Creo que
por esas huellas se indica el camino que quiero seguir.
"Es imperioso que la mayoría de ellos (los jóvenes) que se proclaman cristianos, con una oreja puesta en el Evangelio que nos traza un programa de vida duro, exigente, heroico, y con la otra puesta en el pueblo, en los grasas y los descamisados por los que Evita quemó su vida, brinden su aporte generoso e indispensable a este proceso histórico que debe culminar con la desaparición del gran pecado de nuestro tiempo: la explotación del hombre por el hombre" (Carlos Mugica, en Una vida para el pueblo, J. Vernazza (comp.) eds. Lohle - Lumen, Bs As 1996, p. 161).
Foto tomada de https://www.eldiarioweb.com/2019/10/se-reactivo-el-peronometro/
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