La ciudad entre los discípulos de Pablo
Eduardo de la Serna
Hemos visto que Jesús es un predicador campesino, y
que prácticamente no visita ciudades, salvo las peregrinaciones a la ciudad santa
de Jerusalén. Luego, cuando el movimiento de Jesús se empieza a expandir,
después de la Pascua de Cristo, este se empieza a instalar en las ciudades.
Pablo aparece, entonces, como el gran referente de aquellos a quienes se ha
llamado “los primeros cristianos urbanos”. Pero, con el paso del tiempo, ya lo
hemos visto, también, el cristianismo se va organizando, estructurando
(hablamos de los epískopos, presbýteros y diákonos).
Como también hemos dicho, en el mundo antiguo, la
ciudad era vista como una gran casa y la casa como una ciudad en miniatura. Un
gran escritor judío de este tiempo lo dice así:
Correspondía, en efecto, que el que habría de ser hombre de estado se ejercitase y adquiriese experiencia en el gobierno de la casa, ya que una casa es una ciudad de dimensiones limitadas, y su administración bien podría calificarse de gobierno de un estado en pequeño, de la misma manera que el estado es, en cierto modo, una gran casa, y el gobierno una administración de la cosa pública. (Filón de Alejandría).
En esta “casa” se supone que el “amo de casa” debe
saber “someter” (es el término que se usa) a todos los que son “inferiores” a
él, es decir, a la mujer, a los hijos y a los esclavos. Un buen amo de casa
logra, así, que en ella haya una casa visiblemente adecuada social y
culturalmente, y entonces él – y sólo él – puede aspirar, eventualmente, a
gobernar la ciudad.
Así lo afirma Aristóteles:
Una
vez que hemos puesto de manifiesto de qué partes consta la ciudad, tenemos que
hablar, en primer lugar, de la administración doméstica, ya que toda ciudad se compone de casas. Las partes de la
administración doméstica corresponden a aquellas de que consta a su vez la
casa, y la casa perfecta consta de esclavos y libres. Ahora bien, como todo se
debe examinar por lo pronto en sus menores elementos, y las partes primeras y
mínimas de la casa son el esclavo y el amo, el marido y la mujer, el padre y
los hijos, habrá que considerar respecto de estas tres relaciones qué es y cómo
debe ser cada una…
Siendo que los cristianos se incorporan a la ciudad,
deben adecuarse a este modelo (para no ser mal mirados y, por lo tanto,
rechazados por la ciudad, tanto ellos como su mensaje, el cual sería visto como
subversivo). Por eso, el cristianismo empieza, más tardíamente, como vemos, a
presentarse como una “casa”. Un discípulo de Pablo destacará – más tarde, y ya
muerto el Apóstol – que mujeres y maridos, padres e hijos, amos y esclavos deben
mostrarse adecuadamente (Col 3,14-4,1; Ef 5,21-6,10) para no ser mal vistos por los demás, y
los inferiores: mujeres - hijos - esclavos, deben mostrarse “sometidos” al superior: marido – padre – amo.
Más tarde todavía, cuando se indica que “la Iglesia
es la casa de Dios” (1 Tim 3,15) nuevamente encontramos el modelo de la casa,
hasta el punto que se dirá que el candidato a epískopo
debe mostrar eso en su propia “casa”, «pues si alguno no es capaz de
gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?» (1 Tim. 3,5).
Cuando, con el tiempo, el cristianismo
se asentó en las ciudades romanas, debió adaptarse el modelo social, que era el
de la “casa”. Así, algunos temas que habían sido importantes, en los orígenes, como el lugar de
igualdad entre mujeres y varones en la comunidad primitiva, quedó relegado,
mientras otros fueron reforzándose, como una mayor (y más estructurada) forma
de organización "eclesial". La ciudad romana, entonces, fue siendo el modelo con el que la
Iglesia de las nuevas generaciones se fue conformando.
Imagen de casa romana tomada de https://iesalagon.educarex.es/web/departamentos/latin/recursos/casrom_puer/las_insulae.htm
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