Pablo en la ciudad
Eduardo
de la Serna
Es
interesante notar, antes de continuar, que sin que nosotros conozcamos sus
fundadores, el Evangelio se ha propagado por varias ciudades como Damasco,
Antioquía o Roma. Sin duda, peregrinos que recibieron el mensaje de Jesús al
llegar a Jerusalén fueron gestando comunidades. En estas ciudades, los
seguidores de Jesús, a los que más tarde se llamará “cristianos”, probablemente
concurrieran a las sinagogas (u otro lugar de encuentro si no las hubiera),
pero luego tendrían sus propios encuentros en la casa de alguno de los
miembros. Evidentemente no son muchos los que entran en una casa, por lo que,
cuando los miembros de las comunidades aumentan en número, también crecen las
casas de reunión, a las que se las solemos llamar “iglesias domésticas”. Por
ejemplo, si en la Roma de este tiempo había, según los diferentes cálculos, y
según las épocas, entre 20.000 y 50.000 judíos, los cristianos, se calcula no
llegarían a 200 y se ha hablado de 7 casas de reunión (o quizás poco más). En
las casas se encuentran para comer, dialogar, rezar. Las comidas solían tener dos momentos: la
comida propiamente dicha y lo que podríamos llamar, la sobremesa, donde se
hablaba y planteaban temas. Así, los seguidores de Jesús comparten el pan (con lo que cada uno ha
llevado para comer entre todos) y luego se comenta la realidad a la luz de los
dichos o hechos de Jesús, se puede leer una carta de una persona importante, se hace memoria, etc.
Pablo,
que probablemente, al llegar, se ubique en el barrio de los tejedores o los curtidores de
las ciudades, para desarrollar su oficio de fabricar y reparar carpas, se dirige,
particularmente a ciudades portuarias (las ciudades mencionadas, con la
excepción de Damasco y Jerusalén son portuarias) donde predica. Los ejemplos
que encontramos en sus cartas son propios de una persona de ciudad: habla de
cimientos en la casa (1 Cor 3,10-14; Rom 15,20), de un arquitecto (1 Cor 3,10),
de un ejército (1 Cor 9,7), de juegos gimnásticos (1 Cor 9,24-27; Fil 3,14) …
Habitualmente (aunque la globalización propia del imperio haga que esto sea relativo) en las ciudades se hablaba el griego o el latín (en oriente y en occidente respectivamente) mientras que en el ambiente rural se hablaba la lengua propia; por ejemplo, Jesús hablaba arameo (aunque quizás supiera al menos algo de griego; ver Hechos 14,11: "se pusieron a gritar en lengua licaonia"). Para no entender esto de un modo “académico” (es decir, como que Jesús y otros “estudiaron” griego, o hebreo) es fácil pensar en campesinos contemporáneos, como, muchos en Bolivia y Perú que hablan quechua, aimara y castellano, por ejemplo. Pablo, en cambio, habla especialmente en griego, aunque, como persona religiosa, seguramente supiera hebreo (la Biblia solía leerse en hebreo en la región de Palestina y en su traducción al griego en el resto de las regiones).
Veamos,
para entender mejor, un ejemplo: Jesús había dicho, a los misioneros, que al
llegar a una localidad se desentendieran de su sustento y fueran mantenidos por
los destinatarios (Mt 10,10, Lc 10,7), pero Pablo, que conoce este criterio (1
Cor 9,14) sabe que este es adecuado para el campo, pero no para la ciudad, y
elige él mismo trabajar para mantenerse y no ser una carga en las comunidades (además
de mostrar, de ese modo, la gratuidad de la predicación: que quede a todos
claro que el Evangelio se comunica gratuitamente y el mismo hecho de predicar
es para Pablo su paga; 9,18). Es decir, Pablo elige, para predicar en las
ciudades, otra estrategia diferente a la propuesta por Jesús (lo cual le trajo
problemas, y algunos – por ello – dudaron que fuera verdadero apóstol, ver 1 Cor 9,2).
Sin
embargo, es importante notar que, en el Imperio Romano, las ciudades eran
vistas como una “gran casa” y las casas como “pequeñas ciudades”, como veremos en otra ocasión. En ellas
había una jerarquía, y así como en la ciudad había autoridades, también las
había en la casa (“amo de casa”); sin embargo, en las comunidades de Pablo, él
deja que cada una de ellas se dé la organización que vean conveniente; no hay,
propiamente, una jerarquía. Como hemos visto en otra ocasión, una mayor
organización en las comunidades paulinas se va dando lentamente con el tiempo, pero ya
después de muerto Pablo. Sin embargo, es evidente que Pablo es un representante
cabal de los que se han llamado “los primeros cristianos urbanos”.
Foto
tomada de https://www.elle.com/es/living/viajes/news/g551558/viajes-ciudades-antigua-roma/
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