Amós, un profeta
Eduardo de la Serna
El
rey Jeroboam II gobernaba en la ciudad de Samaría, pero – como la mayoría de
los reyes antiguos – tenía un Santuario (o varios), con sus sacerdotes, y su culto que
garantizaban – de parte de Dios – la estabilidad del gobierno y del país. En el
Templo, que queda, en este caso, en Bet-el (poco menos de 40 kms. de la ciudad capital),
los sacrificios que se ofrecen por el rey, las ofrendas, y las voces que se
alzan bendiciendo al soberano, garantizan divinamente la estabilidad y el
orden. El sacerdote principal, Amasías, es el garante del orden, y se comunica
frecuentemente con el rey. Estamos aproximadamente en el año 750 antes de
Cristo.
Pero
la situación política de Israel estaba lejos de caracterizarse por el orden, o –
pasa ser más precisos – era un orden y tranquilidad para unos pocos y de
profundo malestar para la mayoría. Los ricos eran cada vez más ricos, y los
pobres eran cada vez más: eran cada vez más pobres y eran cada vez más los
pobres. Y el gobierno no hacía nada por ellos. Los ricos se aprovechaban de
esto: aumentaban los impuestos (Amós 5,11) y falseaban las balanzas, aumentaban
los precios (8,5), compraban a los pobres como esclavos (2,6), abusaban de sus
mujeres (2,7), prestaban a usura (2,8), “compraban” a la justicia (5,7.12),
mientras vivían vidas de lujo y de opulencia (3,15; 6,4-6). Y tampoco hacía
nada el Estado en este caso. Y para reforzar este sistema, los Santuarios
cumplían un rol “anestésico”: calmar las conciencias, serenar los ánimos, ya
que somos “elegidos por Dios” (3,1; 9,10); o – en el caso de los ricos – creer
que daban culto pero, mientras tanto, no cambiaban de actitud (4,4-5; 5,21-24). Incluso es
posible que para “drogar” los conflictos, muchos hablaran de un futuro
indeterminado, “algún día” Dios va a cambiar las cosas, con lo que dejaba calma
la situación en el “hoy” de la injusticia (5,18).
Es
en este contexto que surge el profeta Amós. Un campesino, pastor y cultivador
(7,14) de la región de Tecoa (1,1) es decir, ¡de otro país! Él va a predicar contra el rey
del Norte, contra su política y contra el santuario (7,10-11). Para que nos
entendamos, sería como si un venezolano fuera a predicar contra el gobierno
colombiano (o viceversa). Por supuesto, el malestar del sacerdote Amasías es
tremendo, e incluso le informa al rey Jeroboam de lo que hace este “extranjero”
(7,10). Obviamente, como suele pasar con los profetas, la reacción no es de conversión,
sino que es contraria a él y es expulsado de la región (7,13).
¿De
qué hablaba Amós? De que Dios no tolera esa situación, y el rey y su gobierno
serán aniquilados, sea por plagas (7,1-3), sequía (7,46) o terremoto (9,1-4), o
por ejércitos extranjeros (7,17; 9,4), de que los que añoran ese “día” futuro
no saben que será terrible (5,18-20), que los ricos, sus lujos (6,4-7) y sus
injusticias son rechazados por Dios (3,9-10. 15; 4,1-3; 8,4-8), que el culto
dado en esos casos no tiene nada que ver con el culto que Dios quiere (3,13-14;
4,4-12; 5,5-6. 21-22) y que se asemeja al culto dado a los ídolos (5,25-27)
porque esa búsqueda de seguridad es falsear el sentido de la “religión de
Israel” (6,1; 9,7). La verdadera “religión” se da en “buscar a Dios” (5,4;
8,11-12), en – por lo tanto – “buscar la justicia” (5,7.11.14-15. 23-24).
Pero
la predicación del profeta parece devastadora, pesimista y sin salida. Sin
embargo, el texto tal como lo tenemos hoy (no hay que olvidar que, habitualmente, los
textos bíblicos fueron tocados y retocados una y cien veces) termina claramente
con una nota de esperanza. Y vuelve a aludir a aquel “día”, pero ya no será un
día de tormento y terrible, sino un día de esperanza, día en que habrá un rey
que se dejará conducir por Dios (“levantaré la casa de David ruinosa”, 9,11),
será habitada por los que queden: incluso no judíos (“de Edom... las naciones”
9,12), será día de bienestar (cosechas, vinos...) Y los deportados volverán a
habitar la tierra y comer sus frutos (9,14-15).
Sin
duda, estas palabras de esperanza y consuelo se refieren a aquellos que han
buscado a Dios, y que lo han buscado allí donde Él se deja encontrar, es decir
en la justicia y el derecho, en el respeto a los hermanos y hermanas, ya que es
en eso donde cumplen “la ley de Yahvé y cumplen sus preceptos” (2,4).
Como
otros profetas, Amós nos invita a mirar críticamente nuestra vida, nuestro
ambiente y nuestro mundo, a buscar con la palabra y las actitudes modificar
todo aquello que no se parece a lo que Dios quisiera para nosotros, y así ser
testigos ante todas las naciones y pueblos extranjeros de que Dios ama la paz
cuando nos reconocemos como hermanas y hermanos en la justicia.
Imagen tomada de https://verbodivino.es/hojear/1210/el-profeta-amos.pdf
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.