Rut, la extrajera
En la Biblia encontramos un libro dedicado –no es el único- a una mujer, en este caso una extranjera de la zona de Moab: Rut. Esta mujer no es nunca más nombrada en toda la Biblia salvo al mencionarse la genealogía de Jesús, en el Evangelio de Mateo (1,5). Sin embargo, el llamado libro de Rut merece una lectura atenta que lo llena de sentido. Ubiquemos, para empezar, el libro: no se trata de una biografía sino de una parábola; y por lo tanto, el autor intenta “decir” algo a los destinatarios de un tiempo preciso. Desde la vuelta del cautiverio en Babilonia, un importante –y elitista- grupo judío, tiene una actitud sumamente crítica y despectiva hacia los “extranjeros”, es decir, los no judíos. Israel es el pueblo de la alianza, el que se mantiene fiel a la voluntad de Dios, el que obedece Su ley, el que es “amigo” de Dios. Por ejemplo, las normas legales obligan a que todo el que esté casado con no judía debe romper su matrimonio, ya que eso es contrario a la ley de Dios (ver Mal 2,10-12; Dt 7,3-4; 1 Re 11,1-2). Esta es la época en la que comienzan a aparecer las largas genealogías que tienen por finalidad mostrar la “pura sangre judía” de las personas. La parábola intentará, entonces, mirar desde otra perspectiva: desde una mujer, y, para más, extranjera.
En toda la parábola, Rut (que significa “la amiga”) aparece como una mujer religiosa ejemplar, modelo, fiel. Veamos brevemente el marco narrativo: un matrimonio y sus dos hijos deben emigrar “al extranjero”, a Moab, a causa del “hambre en aquel país” (algo que recuerda a Jacob que envía a sus hijos por comida a Egipto, o a Abraham, Gen 12,10; 26,1; 42,5; 47,4.13; 2 Re 4,38) [cap.1]. Los hijos contraen matrimonio con mujeres del lugar, y con el tiempo mueren todos los varones: Elimélec, el padre, y sus hijos Majlón y Kilyón (que significan “mi Dios es rey”, “agotamiento” y “debilidad” respectivamente). La mujer, Noemí (que significa “mi dulzura”) decide volver a su patria y les dice a las viudas que permanezcan en su casa y eventualmente vuelvan a contraer matrimonio. Luego de insistir, una de ellas, Orpá (que significa “la que da la espalda”), vuelve atrás, pero Rut se niega a hacerlo con una fórmula sumamente precisa: “respondió: «No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios»”. (Rut 1:16) Esta fórmula final es precisamente la fórmula de la alianza de Dios con Israel (Ex 6,7; Jer 7,23; 11,4; 30,22; Ez 36,28; Os 1,9; 2,25). Así Rut va a tierra de su suegra, ¡a Belén! (1,2.22). Ya asentada en la tierra, Rut decide salir a recoger lo que cae en la cosecha que, por legislación bíblica, no se debe recoger, sino que queda para los pobres (Lev 19,9-10; 23,22; Dt 24,19-21). Pero, por suerte, fue a dar con los campos de Booz, pariente del muerto Elimélek, marido de Noemí [cRut, la extrajera
En la Biblia encontramos un libro dedicado –no es el único- a una mujer, en este caso una extranjera de la zona de Moab: Rut. Esta mujer no es nunca más nombrada en toda la Biblia salvo al mencionarse la genealogía de Jesús, en el Evangelio de Mateo (1,5). Sin embargo, el llamado libro de Rut merece una lectura atenta que lo llena de sentido. Ubiquemos para empezar el libro: no se trata de una biografía sino de una parábola; y por lo tanto, el autor intenta “decir” algo a los destinatarios de un tiempo preciso. Desde la vuelta del cautiverio en Babilonia, un importante –y elitista- grupo judío, tiene una actitud sumamente crítica y despectiva hacia los “extranjeros”, es decir, los no judíos. Israel es el pueblo de la alianza, el que se mantiene fiel a la voluntad de Dios, el que obedece Su ley, el que es “amigo” de Dios. Por ejemplo, las normas legales obligan a que todo el que esté casado con no judía debe romper su matrimonio, ya que eso es contrario a la ley de Dios (Mal 2,10-12; Dt 7,3-4; 1 Re 11,1-2). Esta es la época en la que comienzan a aparecer las largas genealogías que tienen por finalidad mostrar la “pura sangre judía” de las personas. La parábola intentará, entonces, mirar desde otra perspectiva: desde una mujer y para más, extranjera.
En toda la parábola, Rut (que significa “la amiga”) aparece como una mujer religiosa ejemplar, modelo, fiel. Veamos brevemente el marco narrativo: un matrimonio y sus dos hijos deben emigrar “al extranjero”, a Moab, a causa del “hambre en aquel país” (algo que recuerda a Jacob que envía a sus hijos por comida a Egipto, o a Abraham, Gen 12,10; 26,1; 42,5; 47,4.13; 2 Re 4,38) [cap.1]. Los hijos contraen matrimonio con mujeres del lugar, y con el tiempo mueren todos los varones: Elimélec, el padre, y sus hijos Majlón y Kilyón (que significan “mi Dios es rey”, “agotamiento” y “debilidad” respectivamente). La mujer, Noemí (que significa “mi dulzura”) decide volver a su patria y les dice a las viudas que permanezcan en su casa y eventualmente vuelvan a contraer matrimonio. Luego de insistir, una de ellas, Orpá (que significa “la que da la espalda”), vuelve atrás, pero Rut se niega a hacerlo con una fórmula sumamente precisa: “respondió: «No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios»”. (Rut 1:16) Esta fórmula final es precisamente la fórmula de la alianza de Dios con Israel (Ex 6,7; Jer 7,23; 11,4; 30,22; Ez 36,28; Os 1,9; 2,25). Así Rut va a tierra de su suegra, ¡a Belén! (1,2.22). Ya asentada en la tierra, Rut decide salir a recoger lo que cae en la cosecha que –por legislación bíblica, no se debe recoger, sino que queda para los pobres- (Lev 19,9-10; 23,22; Dt 24,19-21). Pero, por suerte, fue a dar con los campos de Booz, pariente del muerto Elimélek, marido de Noemí [cap.2]. Enterado de quién se trata, Booz aumenta la ayuda, no sólo permitiéndole recoger sino también dejando caer espigas.
Cuando Noemí se entera en campos de quién ha recogido Rut da gracias a Dios porque Booz tiene “derecho de rescate”. Aquí se aluden a dos normas bíblicas: la ley de levirato que mandaba al pariente más cercano del marido dar descendencia a una viuda sin hijos a fin de que el patrimonio del muerto no cambiara de manos (Lev 25,23-25; 47,49), y también a la ley de rescate (de tierra, en este caso) por la que el pariente más cercano debe pagar las deudas del pobre, esclavo, enajenado (Dt 25,5-10). En este caso, Booz tendría derecho-obligación a pagar la deuda del campo que Noemí ha perdido al endeudarse, y a su vez dar un hijo a Rut para que tierra y descendencia volvieran a la familia de Elimélek, el marido muerto de Noemí. El siguiente paso que da Rut, siempre siguiendo las indicaciones de Noemí es acostarse con Booz y pedirle que la “rescate” [cap.3]. Queda sin embargo un problema: hay otro pariente más cercano y –por tanto- con más derecho a rescatar. Ante un grupo de ancianos Booz pregunta a ese pariente si va a rescatar el campo [cap.4]. Obviamente el sujeto se encuentra interesado en ampliar su patrimonio y dice que lo hará. Booz le añade que esto significa también desposar a Rut, para “perpetuar el nombre” (4,5) con lo que el pariente se da cuenta que no ganaría heredad, sino que perdería patrimonio (ya que la tierra le pertenecería al esposo de Rut) por lo que renuncia a su derecho. Así Booz adquiere todo lo que pertenecía a Elimélek “para perpetuar el nombre del difunto en su heredad” y “que no sea borrado entre sus hermanos” (4,10). Así Booz engendra con Rut “para Noemí” un hijo varón, Obed (que significa “el siervo”, de Dios) y así se “perpetúa (el) nombre” de Noemí en Israel. Y aquí la conclusión fundamental: este hijo es –genealogía mediante- nada menos que abuelo de David, el gran rey (4,17-22).
Una mujer extranjera –de la que los legisladores pretendían exigir la separación- resulta ser, nada menos, que la bisabuela de David, el rey por excelencia. ¿Qué hubiera sido de Israel si la ley se hubiera cumplido en ese caso?, es lo que plantea el autor de la parábola. Nada menos que toda la historia y esperanza judía se hubiera visto afectada. Así, mientras muchos pretendían que Israel fuera un pueblo exclusivo y excluyente, separado de todos los demás pueblos, otro grupo pone como modelo una mujer extranjera, como modelo de fidelidad a la ley de Dios, como “amiga” de la alianza, y como propuesta alternativa al modelo hegemónico de la elite. En Rut se vislumbra otro camino en Israel, y ella será –nada menos-, al decir de Mateo, parte de la genealogía de Jesús de Nazaret. Otro camino es posible, y tiene rostro de extranjera y de mujer.
Imagen de Rut tomada DE https://www.jw.org/es/biblioteca/libros/ejemplos-de-fe/rut-y-noem%C3%AD/ap.2].
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