Salomón, el hijo de David
Eduardo de la Serna
El antiguo Israel, luego de lo que se presenta como la llegada a “la Tierra prometida” se
fue dando diferentes modos de organización hasta que –pasado un tiempo- tuvo un
rey. El modelo de rey, el rey ideal, para muchos fue David. Él fue el que trajo
la paz, luego de mucho conflicto, fue el que expandió los territorios y empezó
a organizar el “país”. Pero fue su
hijo Salomón (Hch 7,44-47) el que a esa organización le dio forma, estructura y
constituyó una corte, un templo y un palacio…
No nos interesa aquí hacer una
historia de su reinado (tema complejo y debatido), pero sí mirar cómo ve la Biblia a este rey (ver 1 Reyes
3-11). Claro que la Biblia tiene diferentes libros que presentan diferentes
miradas, algunas más favorables, otras más críticas. Veamos brevemente esto:
La organización de la Corte hizo
que el nuevo Estado tuviera relaciones con los pueblos vecinos (1 Re 5,1-4).
Esto abrió embajadas y buenas relaciones con ellos. Pero, a su vez, esto implicaba que los
embajadores vinieran con sus dioses, y les dieran culto. Esto fue muy criticado
ya que en “la Tierra prometida” no
había cabida para la otros dioses ni para la idolatría. Esto se agravó cuando
Salomón –que como tantos reyes antiguos- tenía un harem, sus mujeres también
trajeron sus dioses (ver 1 Re 3,1; 11,1-13; Neh 13,28). Para varios libros de
la Biblia, entonces, Salomón es visto como el precursor de la idolatría. Y es
bueno recordar que en la Biblia no hay pecado más grave que este: se trata de atentar
contra el primero y segundo mandamiento de la Ley de Dios (ver Ex 20,2-6; Dt
5,6-10).
Pero precisamente esta
organización de la Corte, siguiendo probablemente el modelo egipcio, o
dependiendo de él, hizo que fuera visto como un hombre sabio (1 Re 5,9-14).
Seguramente muchos sabios de los pueblos vecinos participaron en la corte, y
entonces Salomón fue presentado como el “padre
de la Sabiduría” en Israel. Hay muchos libros sapienciales que remiten o
incluso, metafóricamente, afirman haber sido escritos por él (Pr 1,1; Cantar
1,1; Sab 7,7-14; Sal 72 y 127). De él se reconoce que fue un juez sabio (de
allí la frase “justicia salomónica”,
habitualmente mal entendida; ver 1 Re 3,16-28) y –del mismo modo que a su padre
David se le atribuyen cada vez más salmos- a Salomón se le atribuyen cada vez
más proverbios.
La historia de Israel es
compleja; con el tiempo los imperios vecinos (Asiria, Babilonia, Persia,
Grecia) van tomando tierras, ciudades, deportando poblaciones enteras, y
finalmente destruyen Jerusalén y su Templo, y la élite de la ciudad también es
deportada. Siendo que Salomón fue el
responsable de la construcción del Templo –que la Biblia lo presenta como
grandioso- los sectores sacerdotales de Israel lo reconocieron siempre en gran
importancia. Cuando, con el paso del tiempo, esta élite ve la posibilidad de
volver a la tierra desde su exilio (en una nueva llegada a “la
Tierra prometida”) muchos empezaron a proponer seguir el modelo que Salomón
había desplegado. Esto fue especialmente promovido por los sectores
sacerdotales (que fueron muy importantes en la reconstrucción) y -por otro lado- sectores
sapienciales que recordaban su sabiduría (ver 2 Mac 2,8-12); mientras tanto,
otros sectores –más políticos y proféticos- miraban más bien el modelo de
David, y la organización del “país”,
enfrentando de raíz la idolatría a la que atribuían ser la causante de la
crisis y el exilio. Eran diferentes propuestas, por cierto, una más política y
otra más sacerdotal, una que añoraba un rey futuro, y otra que miraba al sumo
Sacerdote.
Con el tiempo, la figura de
Salomón se fue viendo con otros acentos. Por ejemplo, en tiempos de Jesús, se
lo recordaba como un fenomenal exorcista. Pero eso escapa a nuestro tema. Lo
cierto es que las dos veces que Jesús hace referencia a Salomón, parece hacerlo
desde una perspectiva crítica, y destaca que él es “más sabio que Salomón” (Mt 12,42 / Lc 11,31) y que éste vivía con
lujos y esplendor (Mt 6,29 / Lc 12,27) cosa que Jesús ciertamente no hace.
La sabiduría y el esplendor
cortesano evidentemente resultan bastante atractivas, especialmente cuando se los
mira desde fuera (como las luces de neón), pero la fidelidad a las cosas de
Dios no viene dada por el culto ni el lujo, sino por no dejarse arrastrar por
todo lo que nos separe de la fidelidad a su palabra. La idolatría, que no sólo
se trata de adorar “dioses”, sino muchas veces de “endiosar” cosas (el dinero,
el poder, por ejemplo) es la gran adversaria de Dios. Y no se trata –muchas
veces- de hacerse imágenes o no, sino de reconocer en las hermanas y los
hermanos que nos rodean, que ellos son “imagen y semejanza de Dios” (Gen
1,26.27; 9,6) y estamos invitados a reconocerlo en todo lo que hagamos o
dejemos de hacer a sus “pequeños hermanos” (Mt 25,40.45).
Antigua imagen de Salomón tomada de https://es.dreamstime.com/mural-de-un-rey-salom%C3%B3n-del-antiguo-testamento-con-cetro-dorado-y-casco-malov-dinamarca-enero-image166131196
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