Santiago, el pariente de Jesús
Eduardo de la Serna
Es interesante
empezar diciendo que el nombre “Santiago” no existe originalmente. Es una
versión castellana que alude a Jacob (nombre muy frecuente en Israel; de hecho,
muchos “Santiagos” distintos son mencionados en el NT) y en este caso, se trata de un nombre
“canonizado”, por lo que se trata de Sant-Iacob. Originalmente se lo ha llamado
así por la leyenda improbable de que este Jacobo haya ido a España.
Santiago es
uno de los parientes de Jesús a los que la Biblia llama “hermanos” (sin que sea
claro exactamente de qué parentesco se trata). Originalmente parece que este
grupo de parientes no pertenecen al grupo de Jesús. No lo comprenden (Mc
3,21.31; Jn 7,5) tanto que Jesús va a decir que «Un profeta sólo en
su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio» (Mc 6,4; Jn 4,44). Sin
embargo, en algún momento que desconocemos algo debe haber cambiado. Los
familiares de Jesús parecen seguirlo a Jerusalén para su Pascua ya que Pablo
nos dice que Jesús resucitado “se dejó
ver por Santiago” (1 Cor 15,7), Hechos de los Apóstoles nos dice que en el
grupo de discípulos que están en Jerusalén esperando el Espíritu Santo, junto a
los apóstoles, también estaba “María la
madre de Jesús y sus hermanos” (1,14).
Santiago parece haber
ocupado un rol muy importante en la comunidad de Jerusalén, aunque también
probablemente recorriera misionando (según una tradición, no segura, recogida en el siglo
III, recorrió las regiones de la tierra de Israel; ver 1 Cor 9,5). Sin duda fue
el representante de los grupos judíos que aceptaron la fe en Jesús, mientras
Pablo será el gran representante de los grupos paganos (= no judíos) que aceptan esa fe, por
eso es probable que en más de una ocasión no se hayan llevado demasiado bien
(incluso algunos que decían actuar en nombre de Santiago entran en conflicto
por él, Gal 2,12). El libro de los Hechos lo ubica siempre en Jerusalén siendo
el coordinador de las comunidades (anacrónicamente se lo ha llamado “obispo”),
por eso Pedro manda avisarle su partida cuando se fuga de la cárcel (12,17),
por eso interviene en la importantísima Asamblea de Jerusalén (15,13) y por eso
Pablo va a verlo y dialogar con él cuando llega a la Capital después de su gran misión por
Asia y Europa (21,18); Pablo –en sus cartas- también lo ubica allí cuando
después de unos años de incorporado al grupo cristiano va a Jerusalén, habla
con Pedro y “ve a Santiago” (Gal 1,19) y –en alusión a la ya mencionada
Asamblea de Jerusalén- él con Bernabé y Tito, se encuentran con Santiago, Pedro
y Juan (Gal 2,9).
Como buen judío, al aceptar el mensaje de Jesús, reconoció que en su pariente se habían cumplido las expectativas de Israel: el
mesías, las bendiciones, las alianzas, el espíritu (ver Rom 9,4-5)… e insistía
en la importancia de ser un buen judío para entender plenamente el sentido de
la novedad que trae Cristo. Mientras el mensaje de Jesús se expandía por todos
los territorios posibles, fundamentalmente entre los paganos, Santiago velaba
particularmente por el anuncio a los judíos, fundamentalmente en la tierra de Israel.
Santiago es asesinado
en el año 62, pero sus discípulos mantuvieron viva su tradición (como otros
discípulos lo hicieron con las tradiciones de sus propios referentes). Poco
después, en el año 66 empieza la guerra de los judíos contra Roma que
finalizará en el año 70 con la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su
Templo. La tradición de Santiago, entonces, se traslada por la región manteniendo los
elementos fundamentales. Así se escribe una carta en su nombre en la que sus
discípulos proponen mantener las tradiciones judías de un modo sapiencial, como
más adelante y con otro género literario lo hará Mateo en una región vecina.
Santiago aparece como
“sabio”, como cumplidor de la ley, celoso –quizás en extremo, ya que no siempre
parece haber comprendido novedades como las que Pablo aporta- pero también él
misionero a sus “hermanos de Israel”. Pero el hecho de que fuera cumplidor de
las leyes judías no lo transformaba en menos “cristiano”, de hecho el
responsable de su ejecución es, precisamente, el sumo Sacerdote. Así lo narra
un historiador de la época:
“El joven Anán… pertenecía a la fracción de
los saduceos que comparados con los demás judíos son inflexibles en sus puntos
de vista… Siendo Anán de este carácter, pensando que se le presentaba una gran
ocasión pues Festo (el procurador)
había fallecido Y Albino todavía estaba en camino, reunió al consejo de los
jueces, hizo comparecer al hermano de Jesús, llamado Cristo, cuyo nombre era
Santiago, y a algunos otros. Los acusó de infringir la ley y los condenó a ser
apedreados” (Flavio Josefo, Antigüedades judías 20.200)
Como se ve, aunque
fuera cumplidor de la ley (en lo que parece que radicaba parte de los
malentendidos con Pablo) eso no impedía que ante todo siguiera, desde su propia perspectiva, los caminos
propuestos por su pariente Jesús, y que, siguiendo esos caminos, e invitando a
otros a seguirlos, diera la vida por el Evangelio.
Imagen de Santiago pintada por El Greco, tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Menor
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