José, el justo
Eduardo de la Serna
Seamos precisos desde el comienzo. Es muy poco lo
que sabemos de José, el esposo de María. Siempre es bueno distinguir aquello que
podemos decir de un personaje en los datos históricos de los que disponemos de aquello que se dice de
él en otros lados. Lo sabemos al hacer memoria de personajes históricos de
nuestros pueblos y hasta de nuestras propias historias familiares. Muchas veces
de alguien se cuentan proezas o calamidades, pero que en muchos casos se trata
de fantasías, leyendas, o calumnias. En nuestro caso es interesante poder saber
qué nos dice la Biblia de José, no lo que nos dicen los textos y leyendas
posteriores. Y, puesto que hemos dicho que sabemos muy poco, trataremos de ser
fieles a lo señalado.
En aquellos tiempos el matrimonio tenía dos grandes momentos: el “contrato”, en el que un varón y una mujer, por acuerdo de sus padres, eran unidos en matrimonio (“desde ahora yo soy tu marido, desde ahora eres mi mujer” era la fórmula; ver Os 2,4), en el que se intercambiaban regalos (no había propiamente hablando una “dote” sino un regalo al padre de la novia por entregar a su hija a otro; ver Gen 34,12; Ex 22,15.16). Sin embargo, ambos esposos todavía no convivían. Para eso faltaba un buen tiempo. Ya eran esposos, pero todavía no vivían juntos (por eso algunas Biblias dicen que estaban “comprometidos”, o que eran “novios”, algo que no es exacto ya que no había propiamente “noviazgo”. En realidad, ya estaban casados, pero vivían separados). En ese tiempo intermedio, la familia del esposo preparaba todo: la nueva casa, el ajuar y todo lo necesario; finalmente, un año más tarde se enviaba a un “amigo del esposo” (ver Jn 3,29) a buscar a la novia que entre panderos y bailes (ver 1 Mac 9,37; Ap 21,2) llegaba a su nuevo hogar y la “presenta” al esposo (ver Ef 5,27). Y comenzaba la fiesta que duraría siete días (ver Tob 8,20, fiesta de catorce días). Desde entonces empezaban a vivir juntos.
Como se ve, los textos nos dicen que José estaba
casado con María (Mt 1,18; Lc 1,27) pero todavía no vivían juntos (Mt 1,18).
María dice que “no conozco varón” (Lc 1.34), es decir que no ha tenido
relaciones sexuales con su esposo. Por tanto, ambos se encontraban en esta
etapa previa a la convivencia.
Lo siguiente que sabemos es que José era
“carpintero” (Mt 13,55). No hay que entenderlo como un carpintero moderno. En
realidad, al decir esto se refiere a uno que trabajaba los materiales duros
(madera, piedra, y hasta metales…; ver 2 Re 12,12; 22,6) a diferencia de quien manejaba materiales blandos (barro, arcilla…, el alfarero). Como también se dice lo
mismo de su hijo Jesús (Mc 6,3), es razonable pensar – como era habitual en el
mundo antiguo – que Jesús heredó el oficio de su padre que a su vez lo heredó
del suyo… Lo habitual, entonces, era que, salvo cuando se llamaba a un “carpintero” para
un trabajo concreto, este se sentara con sus instrumentos de trabajo
en la plaza (los cuales, evidentemente, revelaban su oficio) a la espera de ser contratado. Sin embargo, también es interesante tener en cuenta que, en la región vecina, el
gobernador Antipas reconstruyó totalmente las ciudades de Tiberias y Séforis para
lo que recurrió a muchos “carpinteros” de los alrededores. No es improbable, entonces (aunque no lo sabemos con certeza), que
José (¿y Jesús?) trabajaran en alguno de estos emprendimientos, Nazaret es un
pueblito muy cercano de Tiberias (30 kms) y, más aún, de Séforis (6 kms).
El Evangelio de Mateo nos da un dato muy
interesante: el embarazo de María por obra del Espíritu Santo hace que José
quiera hacerse a un lado para no ser obstáculo al obrar de Dios en ella (Mt
1,19), pero Dios mismo le confirma que también él tendrá que jugar un papel en
esta historia: ponerle el nombre al hijo por venir (Mt 1,21). “Poner el nombre”
no significa solo llamarlo “Jesús”, sino también que, gracias a la adopción,
Jesús – como lo es José – será ahora “hijo de David” (Mt 1,20) y por tanto partícipe de la
genealogía de su padre adoptivo que Mateo acaba de presentar (Mt 1,1).
Sabemos que Jesús pasa muchos años de su vida (“unos treinta”, ver Lc 3,23) en lo que se conoce como “vida oculta”. Nada sabemos de él ni de sus padres en este tiempo. Siendo que el promedio de vida de aquella época era muy bajo, es muy probable que José hubiera muerto antes que Jesús comience su “vida pública”; de hecho, no sabemos más nada de él, y cuando se alude a la familia de Jesús no se lo menciona, probablemente porque ya habría muerto (ver Mc 6,3).
Adoptando a Jesús, “poniéndole el nombre”,
transmitiéndole un oficio José contribuyó notablemente en la vida de Jesús. De
él se nos dice que era “justo” (Mt 1,19), es decir, un hombre fiel a las cosas
de Dios; que con María y el niño cumplían todo lo mandado o pedido en la
Ley de Dios (ver Lc 2,22.24.41). Sin duda la madre y el padre han de haber
contribuido mucho en el niño, para que desde pequeño supiera dejarse guiar por la
voluntad de Dios, algo que Jesús buscó siempre. Poco sabemos de José, pero sin
duda mucho de lo que Jesús fue ha de haber sido influido por él. Quizás debamos
recordar esto para mirarnos reflejados en él y dejar huellas en la vida de
nuestros hijos.
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