Judit, una viuda ejemplar
Eduardo
de la Serna
En las Biblias católicas
encontramos un libro que lleva el nombre de una mujer que es desconocida en las
Biblias protestantes. Una pena porque se trata de una obra fascinante. No se
trata de un libro histórico, sino una suerte de parábola donde se intenta
destacar una serie de elementos fundamentales para la vida cotidiana. Veamos
brevemente el texto.
Para los conocedores de la
historia, el comienzo es extraño ya que habla de Nabucodonosor (que fue rey de
Babilonia) como rey de los asirios (su padre derrotó a los asirios) y que
gobierna en Nínive, ciudad entonces ya destruida. Por otra parte, los
personajes son anteriores al destierro judío, pero se dice que éste ya ha
concluido. Sin duda en este relato folclórico, el autor quiere señalar en un
momento “todos los momentos”. En todo tiempo de opresión y dominación ocurren cosas
como estas que se narrarán.
Nabucodonosor, que se
autopercibe como “el único Dios”, quiere castigar ejemplarmente a todos los
pueblos que no se le sometieron y envía al general Holofernes con un ejército
poderosísimo (120.000 hombres y 12.000 arqueros a caballo; Jdt 2,5.15). En el
avance por todos los pueblos “destruyó sus santuarios, taló los árboles sagrados y se
dedicó a exterminar todos los dioses del país, para que todas las naciones
adoraran sólo a Nabucodonosor y todas las tribus lo invocasen como dios, cada
una en su lengua” (3,8). En su rumbo
hacia el sur el ejército llega a Judea. Los israelitas se preparan para la
guerra y, además, piden a Dios con oraciones, vestimentas de dolor y ayunos (4,9-13).
Al ver que no se le someten, Holofernes se notifica acerca de este pueblo y
Ajior, un general amonita, le informa con precisión, haciendo una breve
historia de Israel (5,6-21). La síntesis es que “si han pecado contra su Dios… subamos y ataquemos. Pero si no hay
iniquidad, que mi señor se detenga, no sea que su Dios los proteja...”
(vv.20-21). El general no le cree y pone sitio a la ciudad de Betulia para someterla
por la sed. Esto desespera a los israelitas que se dirigen a Ozías uno de los
jefes de la ciudad (6,15) recriminándole que si se hubiera sometido a los
atacantes estarían vivos. “Dios nos ha
entregado en sus manos” (7,25). Ozías no ve salida y se compromete ante el
pueblo que, si Dios no hace llegar su ayuda en 5 días, entregará la ciudad a
Holofernes (7,30-32).
Ahora en este momento (¡recién
en el cap. 8!) hace su aparición Judit. Se nos dice que era viuda desde hacía
poco más de 3 años. Que cumplía celosamente los ayunos, salvo los días de
fiesta, y que era hermosísima. Precisamente por ser una mujer religiosa Judit
rechaza el “desafío” a Dios que hicieron Ozías y los habitantes de Betulia, “¿quiénes son ustedes para poner a prueba a
Dios?” (8,12). Ozías reconoce su error y entonces Judit hace una contrapropuesta:
ella saldrá de la ciudad y antes de esos 5 días el Señor vendrá en defensa de
Israel (8,33). Judit tiene un plan, pero antes de cumplirlo vuelve a las
oraciones y vestidos de dolor (9,1) y le pide a Dios que escuche “a esta viuda” (9,4). Acabadas las
oraciones (10,1) se quitó los vestidos de viudez y realzó su belleza con sus
mejores joyas y vestidos. Saliendo de la ciudad ella y su ayudanta son
capturadas por una avanzada asiria. Ella les dice que quiere hablar con su jefe
y que le dirá el modo de dominar a Israel (10,13). Irónicamente los que la ven
dicen que todos los israelitas deben ser matados porque si quedara con vida
solo uno como ella “serían capaces de
engañar a todo el mundo” (10,19). Todos quedan prendados de su belleza y
ella le dice a Holofernes que el pueblo está al borde de pecar comiendo
alimentos no permitidos (v.12) y entonces el ejército podrá dominar fácilmente
la ciudad (lo cual es coherente con lo que Ajior había dicho). Incluso se presenta como
sierva de Nabucodonosor (11,4.7). Pide quedarse en el campamento y sólo salir
por la noche para rezar y comer la comida apropiada que ha traído de la ciudad.
El general quedó cautivado por las palabras y la belleza y le permitió hacerlo
a la espera del momento del “pecado del pueblo” que le permitiría capturar
Betulia sin riesgo. Pasados tres días, y víctima del alcohol, Holofernes
pretende seducir y poseer a Judit y ella simula consentirlo. Pero cuando cae
rendido por el vino ella con la espada del general le corta la cabeza (13,8). Y
simulando, como todas las noches, salir a hacer oración (13,10) vuelve a su
ciudad con el trofeo de guerra (13,11). Esto provoca desconcierto en los
asirios que serán derrotados por los judíos (14,19) y se celebra fiesta en el
templo de Jerusalén (15,8; 16,18-20) y se canta un salmo (16,1-17).
Como dijimos, el texto es un
relato folclórico (es decir, no hay que entenderlo como hechos históricos), y
hay varias cosas que el autor quiere resaltar: para empezar, el contraste
notable entre el único Dios de Israel y el único “dios Nabucodonosor” (un
contraste de monoteísmos); éste tiene un ejército poderoso a su servicio, Yahvé
se sirve de una simple viuda (que para la Biblia es un sinónimo de debilidad y
desprotección). El ejército poderoso que destruye ciudades y pueblos enteros no
puede con la pequeña Betulia. Pero la religiosidad no está dada por pretender
que Dios haga nuestra voluntad (eso sería “poner a prueba a Dios”) sino en
ponernos a su servicio. Así, el pueblo de Dios (“Judit” significa la “judía”)
siendo fiel a Dios y a su voluntad debe saber que cuenta con la compañía de
Dios en todo momento de la historia. A eso estamos invitados a pesar de que la
publicidad de los poderosos nos invite a poner a Dios a prueba para que él haga
nuestra voluntad.
Foto tomada de https://blog.febic.org/2021/11/05/ester-judit-y-las-otras-la-metafora-del-poder/
Padre, leo frecuentemente y con mucho interés su blog. Lo felicito por su gran trabajo. Le quiero hacer una pregunta que puede parecerle tonta ¿de qué color era el luto en los tiempos de Judith porque me parece que debido a su costo y complejidad no podía ser negro, no le parece?. Abrazo grande. Osvaldo
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