José, el soñador
Eduardo
de la Serna
Dentro
de los muchos hijos de Jacob, el gran patriarca de Israel, resalta José, el
preferido, por ser hijo de la gran matriarca Raquel, su predilecta.
En la
Biblia se mezclan diferentes relatos y tradiciones, pero hay elementos que nos
permiten conocer un poco el personaje, y sus influencias posteriores. Veamos:
Como
es sabido, Jacob (= Israel) tiene 12 hijos (de 4 mujeres; ver Gen 29,31-30,24)
de donde provienen las 12 tribus (notar que, como era habitual, no cuentan las
hijas mujeres; por ejemplo en Gen 34,1 se hace referencia a Dina). Muchas de
las cosas que se cuentan a lo largo de la historia serán agrandadas o
disimuladas según sea la importancia de la tribu en el período histórico en el que
se narren. La tribu de José será importante con mucha frecuencia, y las
tierras, al repartirse y puesto que la tribu sacerdotal de Leví no tiene territorio
porque su tierra es el santuario (Jos 14,4), precisamente para ser 12 se
cuentan a los dos hijos de José (Efraín y Manasés; ver Gen 41,51-52). Por
ejemplo, al dividirse el reino en dos, el reino norte con mucha frecuencia es
llamado Efraín, precisamente por la importancia que tiene (por ejemplo, Os 4,16-17).
Los
relatos nos cuentan que José, a causa de los celos por la predilección paterna
(Gen 37,3), es aborrecido por sus hermanos que deciden eliminarlo (37,18). Un
hermano (Judá – v.26 – o Rubén – v.22 –) lo salva de sus manos y José (vendido
– v.27 –, o capturado – v.28 –) es llevado a Egipto (por ismaelitas – v.25 – o madianitas
– v.36 –) donde es esclavo de Putifar, miembro influyente de la corte de
faraón. Por insidias de la mujer de Putifar (39,14), José termina en prisión (39,20)
donde conoce a dos presos a los que, en la cárcel, interpreta sus sueños (Gen
40). La realización de los anuncios de José llega a oídos del faraón preocupado
por los sueños que ha tenido y José los interpreta (41,1-36). Confiado en la
interpretación, el faraón pone la administración de Egipto (41,37-49) en manos
de aquel que logra pasar sin sobresalto siete años de sequía (siete vacas
gordas y siete vacas flacas, ver 41,2-4).
Por su parte, Jacob
daba por muerto a su hijo preferido ya que así se lo hicieron creer los
hermanos (37,31-35), pero hubieron de ir a Egipto por comida ante aquella
escasez (Gen 42). Allí, luego de un tiempo, José se les manifiesta (45,1-15) y
se reencuentra con su padre (46,1-7) viviendo todos en paz en Egipto.
A la
muerte del faraón (Ex 1,8) y de José (Gen 50,22-26), con el tiempo los
israelitas son maltratados en Egipto y será Moisés - guiado por Dios, obviamente - el responsable de la fuga
dirigiéndose hacia la tierra prometida (sobre Moisés hablaremos en una entrega
futura).
En los
escritos más tardíos José es visto como “guía de sus hermanos y apoyo de su
pueblo” en la literatura sapiencial (Sir 49,15) y movido por fe “hace alusión
al éxodo de los israelitas” (Heb 11,22). En ambos textos se hace referencia,
además, a los huesos de José ya que este hizo prometer a su descendencia (Gen
50,25) que estos serían llevados a la tierra de Israel, cosa que se cumplió (Ex
13,19) y fueron sepultados en Siquem (Jos 24,32), más tarde lugar de
reconocimiento de este gran personaje.
Más
tarde aún, la historia fue recordada en algunos escritos apócrifos (como el
Testamento de los 12 hijos de Jacob) en el que cada uno de los hermanos
manifiesta su arrepentimiento por lo hecho con su hermano.
La
historia de un hermano menor, despreciado y hasta vendido, pero acompañado por
Dios en los momentos difíciles le permitió al pueblo de Dios en el futuro, sobrevivir ante los momentos duros del hambre y la sequía, y – más tarde – ser
también él compañero de sus hermanos al regresar a la tierra de la Promesa.
Poner en Dios la confianza es el paso primero y principal de la verdadera fe de
la que José es un ejemplo patente en medio de su pueblo.
Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/José (patriarca)
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