Notita episcopal
Eduardo de la
Serna
La santa
madre institucional, no sé si está en crisis o quiere ponerme en crisis a mí (o
ambas cosas), pero me pregunto:
·
Me dicen, insistentemente, que la
Biblia es “Palabra de Dios”, que es el primer “lugar teológico”, es decir, el
primer lugar donde encontramos a Dios y lo podemos escuchar, que una teología
sin Biblia es una teología “sin alma”, es decir, muerta, y demás cositas. Pero
en los documentos oficiales (encíclicas, pastorales, instrumentum laboris,
etc.) la Biblia “brilla por su ausencia” (a menos que se crea que poner un par
de citas por aquí o por allá es valorar la Biblia). Sería como confundir
adornos de una casa, con los cimientos.
·
Me dicen que el Símbolo de la fe, es
decir, aquello que “sí o sí” debemos creer, está expresado en “el Credo” y que
hay una jerarquía de otros elementos ya que, obviamente, no es lo mismo un
elemento esencial que otros accidentales. Pero en los discursos,
participaciones o documentos e insistencias se valoran más cosas accidentales
que cosas fundamentales. Citar más documentos papales que la misma Biblia es
invertir los valores. A esa casa se ingresa por la puerta, no por las ventanas.
·
Me dicen que el Magisterio de la
Iglesia es importante, aunque relativo y subordinado a la Biblia y la
Tradición. “Este
Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve,
enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la
asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la
expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que
propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer” (D.V. 10). Pero el término “Magisterio”
(especialmente “el Papa”) se repite constantemente como la norma principal en
documentos y textos episcopales y curiales; pareciera que no puede haber homilía,
discurso o texto que no tenga citas del Papa. En la casa, las paredes se
asientan sobre los cimientos, no a la inversa.
·
Me dicen que dentro de la misma
teología moral hay “escala de valores”, especialmente a tener en cuenta cuando
hay un conflicto o confrontación entre dos posibilidades (de allí la pregunta
¿cuál es el más importante de los mandamientos?). Pero la Iglesia casi en su
totalidad aplaude y se vuelve incapaz de cuestionar a un crítico del aborto que
aplauda la pena de muerte, o que niegue el amor como fundamental, como si el
aborto fuera el “primer analogado” de toda la moral cristiana. En esa casa hay
diferentes habitaciones, y se come en unas, se duerme en otras, y se lava la
ropa en otra.
Y podríamos
seguir… no caben dudas. ¿Seré criticado por tratar de hacer y decir lo que la
Santa Madre me dice que debo hacer y decir? ¡Lo soy! ¿Entonces?
Ya que la fe
dice relación a esos mismos cimientos, pues seguiré, insistiré, resistiré
(espero). Y al hablar seguiré cuestionando, criticando, denunciando.
Hay un
texto bíblico (con frecuencia mal leído en su comienzo) al que quisiera aludir
para terminar. Se trata del profeta Jeremías; enojado con Dios porque “debe”
hablar, pero los destinatarios lo cuestionan, persiguen (y hasta pretenden eliminarlo):
Me sedujiste, Señor [“seducir” debe entenderse “violación”],
y me dejé seducir; me forzaste, y me venciste. Yo era motivo de risa todo el
día, todos se burlaban de mí. Si hablo, es a gritos, clamando ¡violencia,
destrucción!, la Palabra del Señor se me volvió insulto y burla constantes, y
me dije: No me acordaré de él, no hablaré más en su Nombre. Pero la sentía
dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos: hacía esfuerzos por
contenerla y no podía. (Jer 20,7-9)
Los griegos tienen un término, parrêsía, que se
refiere a tener libertad para hablar, una libertad sin temores, sin “medir”
prudencialmente desde el miedo sino a decir aquello que firmemente cree que
debe decir. Así lo dice el documento de Santo Domingo:
La
función profética de la Iglesia que anuncia a Jesucristo debe mostrar siempre
los signos de la verdadera «valentía» (parresía: cf. Hch 4, 13; 1Tes 2, 2) en
total libertad frente a cualquier poder de este mundo. Parte necesaria de toda predicación
y de toda catequesis debe ser la Doctrina Social de la Iglesia, que constituye
la base y el estímulo de la auténtica opción preferencial por los pobres (50).
Vuelvo al
comienzo: “me dicen… pero…”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.