Juan, el bautizador
Eduardo de la Serna
En la
Biblia el nombre “Juan” es relativamente frecuente y se atribuye a más de una
persona. Hay ocasiones en que no sabemos a qué “Juan” se refiere ya que el
autor y los destinatarios seguro lo reconocían, pero nosotros no. Pero hay un
“Juan” que es muy conocido por todos, “Juan,
el Bautista”. Los cuatro Evangelios y Hechos de los Apóstoles lo mencionan,
y su principal característica reconocida es que “bautizaba”, de allí el
adjetivo.
Cada
Evangelio lo presenta con diferentes características, en muchos casos más para
hablar de Jesús – que es su objetivo principal – que de Juan. Por ejemplo, si
se lo conoce como “el precursor” (Hch
13,24) es porque su acento está en el anuncio de “uno que viene” después. Es decir, el
acento está puesto en Cristo, lo cual es razonable en los Evangelios donde su
interés principal es anunciarnos la Buena Noticia de Jesús. La frase, repetida,
que Juan “bautiza con agua” pero
Jesús “bautizará con Espíritu Santo”
(Hch 1,5; 11,16) es también expresión clara de esto, por eso en Hechos se destaca que es un “bautismo
de conversión” (19,4), de aquí que Juan sea presentado como una suerte de “punto de llegada y también un punto de partida” en
Hechos (1,22; 10,37; 13,24.25; ver 18,25; 19,3) de la novedad que Jesús trae.
Marcos destaca que Juan se viste
como se vestía Elías (1,6; ver 2 Re 1,8) es decir el profeta esperado para el
final de los tiempos (ver Mal 3,22) con lo que nos dice que Juan es un profeta,
él último. Pero también va a señalar que Herodes Antipas lo mata después de
haberlo encarcelado. Otro elemento que está mencionado “como de pasada” es que
tenía discípulos (2,18; 6,29).
Mateo también destaca el vestido de
Juan (3,4) pero Juan reconoce claramente su inferioridad ante Jesús (3,14).
Pero, ante la predicación y los gestos de Jesús, Juan se desconcierta (11,2),
es que en su predicación había supuesto que Jesús combatiría ferozmente a los
pecadores mientras el Evangelio destaca que Él “come con ellos” (3,6-12 y 11,19).
También “de pasada” señala que Juan ayuna (11,18; ver 9,14). Juan es “más que
un profeta”, es un “mensajero” de Dios (11,10-11).
Lucas en la infancia también
compara a Juan con Elías (1,17) pero en el cuerpo del Evangelio, como también
en Hechos, pone el acento en la conversión y en que anticipa (“precursor”) a
Jesús (7,29-30; 16,16). De pasada nos dice que Juan “enseñó a orar” a sus
discípulos (11,1).
Juan evangelista, curiosamente,
destaca en un primer momento más bien aquello que Juan “no es” que aquello que sí
es: no era la luz (1,8), no es el Mesías, no es Elías, no es el profeta (1,25),
el acento está puesto en que es “testigo”
(1,15.19.32). Un caso emblemático se da en que a dos de sus discípulos Juan los
envía a que “sigan” a Jesús (1,35-37). El Evangelio de Juan nos conduce a tomar
partido en favor o en contra de Jesús y, en ese marco, Juan es testigo del Señor, anima a optar por
Jesús, que es “creer” en él, y esto conduce a la “vida eterna” (3,28-36).
Esto
nos permite sacar algunas conclusiones: Juan no es discípulo de Jesús, y por lo
tanto no parece un “cristiano”, sino “el mejor” de los judíos, el profeta, el
último, el precursor, el testigo que prepara la llegada de Jesús, el Mesías.
Como judío se caracteriza por la oración y el ayuno… Se ve a sí mismo como el
último profeta, el que anuncia los tiempos de Dios que llegarán pronto, y para
ello bautiza, como signo de purificación y se muestra como el último eslabón
antes de la intervención definitiva de Dios en la historia.
Pero esa actitud lo llevó también a confrontar con el poder político. Herodes tomó actitudes que amenazaban el futuro de Israel al romper su matrimonio con la hija del rey vecino (de hecho, a partir de esto se desencadenó una breve guerra en la que Herodes fue derrotado por el rey Aretas). Y, denunciar a un poderoso, suele ser inconveniente; de hecho, Herodes lo asesina. Un historiador judío llamado Flavio Josefo cuenta que “el pueblo interpretó su derrota militar como un castigo a Herodes por haber matado al Bautista”.
Juan
nos invita, con su ejemplo, a dejarnos conducir por Dios en la historia. Nos
invita a escuchar su voz profética. Juan no era “cristiano” sino “judío”, pero
como judío – como lo presentan los Evangelios – nos allana el camino para el
encuentro con Jesús, para dejarnos conducir por Jesús y su novedad. Juan,
el bautizador, nos invita a estar atentos a ese Jesús que está continuamente
acercándose a nosotros, que nos sale al encuentro y nos invita a reconocerlo en
los hermanos.
Imagen tomada de https://www.istockphoto.com/es/ilustraciones/juan-el-bautista
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