Lot y su familia
Eduardo
de la Serna
Abraham,
el padre de Israel, es uno de los personajes principales de la Biblia judía. Es
sabido que él deja su tierra en la Mesopotamia para dirigirse a una “tierra
prometida”. Pero no viene solo: Lot, hijo de su hermano Harán (Génesis
11,27) también se desplaza, movido – en un primer momento, según un texto – por
su abuelo Teraj. Pero quedan en Jarán (11,31). Una nueva intervención de Dios
hace que Abraham también se ponga en camino (12,4-5). Según el texto, tal como
está hoy (en realidad parece muy elaborado), pasan por Egipto (a causa de haber
“hambre” en la región, 12,10). Pero ambas familias, la de Abraham y la de Lot
habían crecido por lo cual deciden separarse para evitar conflictos que ya iniciaban
(13,7). Abraham quedó en Canaan y Lot se dirigió a la zona de Sodoma (13,12).
Un paréntesis nos hace referencia (cap. 14) a que cuatro reyes hacen la guerra
a otros cinco, los derrotan y se llevan cautivos, entre ellos a Lot y familia,
lo que motiva a Abraham a rescatarlos. Es el episodio en el que se alude a Melquisedec
al que hicimos referencia hace tiempo.
Como
es razonable, el texto bíblico se detiene – a continuación – a hablar de
Abraham, pero en el cap. 19 volvemos a encontrar a Lot. En Gen 18 Abraham
recibe y acoge hospitalariamente a tres visitantes de los que nosotros sabemos
(no lo sabe Abraham) que son enviados de Dios para anunciarle el nacimiento de un
hijo. Pero a su vez esos enviados comunican a Abraham que destruirán Sodoma por
la abundancia de su pecado (18,20-21). Abraham “regatea” con Dios buscando
evitar la destrucción de la ciudad donde está su sobrino. Y luego, hacia allí se
dirigen los tres enviados. Como lo había hecho Abraham, Lot los recibe
hospitalariamente, se postra en tierra y los convence de alojarse en su casa y
prepara pan (19,1-3; comparar con 18,1-5). Pero todo el pueblo quiere abusar
sexualmente de los visitantes lo que motiva una discusión de Lot con sus
vecinos. Llega incluso (algo que hiere nuestra sensibilidad, por cierto) a
ofrecer a sus dos hijas vírgenes, pero “no hagan nada a estos que para eso
han venido bajo el amparo de mi techo” (19,8). Esto termina de decidir a
Dios a destruir la ciudad.
Unas
pequeñas notas para entender mejor el texto. En el mundo del desierto la
hospitalidad era algo absolutamente sagrado; violarla era un pecado gravísimo.
Una lectura feminista abomina con justa razón la propuesta de Lot de entregar a
sus hijas. Un padre era responsable de la integridad física de sus hijas hasta
que pudiera entregarlas (vírgenes, por cierto) a los maridos que había
escogido. Una violación causaba un gravísimo deshonor familiar que debía
vengarse rápidamente si no se quería quedar estigmatizados para siempre (ver un
ejemplo en Génesis 34). Todo esto muestra la complejidad terrible de la
situación que enfrenta Lot (y su familia).
La
decisión de destruir Sodoma, la ciudad sin acogida, está tomada, pero Lot y los
suyos deben quedar a salvo por la hospitalidad demostrada. Deben salir
rápidamente (“no mirar atrás” en este caso es sinónimo de esta urgencia ya que
el verbo supone un mirar atentamente; como se ve en Lucas 17,28-32). Como Dios quiere
acelerar el castigo, pero no puede hacer nada hasta que Lot esté a salvo
(19,22) lo urge a apurarse. La referencia a que su mujer “miró para atrás”
apunta en esta dirección: Dios no puede hacer lo previsto todavía. De hecho, al
día siguiente es Lot el que mira atrás pero no le ocurre nada, porque Dios ya
había obrado la destrucción señalada (19,28).
También
acá hay que evitar lecturas machistas que hablen de la “curiosidad femenina”,
por ejemplo. La mujer de Lot ya había muerto (y sus hijas ocuparán un lugar
importante en los párrafos posteriores) y el texto deja constancia de esto. Eso
no impide notar que en este, y en muchos otros textos, hay una perspectiva
patriarcal en el que la mujer ocupa un lugar secundario – o hasta negativo –
que choca con nuestra sensibilidad contemporánea. Pero sería peor añadirle a la
lectura ya androcéntrica (centrada en el varón) nuestra propia lectura
machista. Con el tiempo, el pecado de los sodomitas pasó a ser visto como un
“pecado sexual” (ver 2 Pe 2,7) pero es evidente que lo que está en el corazón
del relato es la urgencia de la hospitalidad.
La
historia de Lot está a punto de terminar. Desaparece de la escena, pero para
eso las hijas lo embriagan para tener con él descendencia y no quedar vírgenes,
y engendran a dos varones que serán dos pueblos (Amón y Moab, dos importantes
pueblos vecinos de Israel que serán, por lo tanto, algo parientes, pero frutos
de relaciones no muy felices; 19,30-38; ver Deut 2,9 y 19). Con el tiempo las
relaciones entre estas naciones no serán buenas, como se ve en el Salmo 83,9.
Para
el Génesis la tierra se está poblando e Israel y sus vecinos empiezan a
aparecer en la historia con una realidad que los marca y los une.
Imagen de P. Rubens sobre Lot y familia tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Lot_(bíblico)
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