sábado, 21 de diciembre de 2024

Comentario a las lecturas Navidad del Señor

La génesis de Jesús y la de la historia 

NATIVIDAD DEL SEÑOR

25 de diciembre
Eduardo de la Serna



La fiesta de la Navidad propone diferentes lecturas según los momentos de la celebración. La lectura del "día" es el prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1,1-18) pero está es también la lectura del 2do domingo de Navidad. Por ese motivo comentaremos aquí la lectura que se propone para la Vigilia (Mateo 1,1-25).

Lectura del libro del profeta Isaías     52, 7-10

Resumen: La venida de un mensajero divino en Sión comunica la buena noticia de la liberación de la opresión babilónica expresada como liberación y consuelo por la donación de la paz, el bienestar y la salvación. Es allí que Dios, y no Marduk, empieza a reinar en Jerusalén.


El así llamado “Segundo Isaías” se dirige a la élite que se encontraba en el exilio en Babilonia. Los sentimientos de los exiliados eran mezclados: castigo divino, “Dios se ha olvidado de nosotros”, “estamos pagando las culpas de otros”, etc. En este contexto de angustia, el profeta viene a cantar la esperanza, que se concreta históricamente en el fin de la situación de angustia y esclavitud. Lo que cuenta en este poema, más que el mensajero son sus pies ya que se detendrá en el tema de la llegada del mensajero y el tema del “camino”. Y el contenido expresado con tres términos cargados de sentido bíblico: paz (salom), bienestar (tôb) y salvación (yesu’á); son bienes sociales, económicos, políticos y espirituales. Hacen referencia a situaciones concretas, y en estos tres términos se sintetiza la felicidad del pueblo que se espera y anuncia. El mensajero no es especificado, y la receptora de las “buenas noticias” es Sión. Todo esto es especificado en que “reina tu Dios”. Ciertamente de este modo se entra en contraste con la realeza de los dioses babilonios. Por ejemplo, así dice el relato babilónico de la creación:

“… tú, Marduk, eres el más honrado de los grandes dioses. Tu decreto no tiene par, tu orden es Anu. Desde este día inalterable será tu sentencia. Ensalzar o humillar estará en tu mano. Tu expresión será veraz, tu mandamiento será indiscutible. ¡Ninguno de los dioses salvará tus límites! Necesitando adorno para las sedes de los dioses, esté el lugar de sus santuarios en tu lugar. ¡Oh Marduk!, ciertamente tú eres nuestro reivindicador. Te hemos concedido la realeza sobre el universo entero. Cuando en la asamblea tomes asiento, tu palabra será suprema” (Enuma Elis IV,4-15).

Los salmos de “Yahvé rey” lo repiten (47,9; 93,1; 96,10; 97,1; cf. Is 24,23). Esto está dicho muy lejos de Babilonia y debe comunicar seguridad a los oyentes. El “rey Marduk” está al caer. Los guardias de los alrededores ven venir la noticia y se propaga por doquier con júbilo indescriptible. Dios mismo está llegando en esta noticia.

La Jerusalén devastada y solitaria a la que se dirige la noticia, recibe dos verbos que son clave de todo el profeta: “consolar” y “redimir”. Tan importante es el primero que el Segundo Isaías es conocido como “el libro de la consolación”. Con ese verbo arranca toda la obra (40,1) y se acumulan ambos en esta unidad: 51,3.12.19 (consolar), 51,10; 52,3 (redimir) pero señalado como algo ya realizado (no futuro, como 40,1). La ciudad en ruinas (v.9) recibe la buena noticia de una promesa ya realizada (lo político es evidente). Para actuar con más libertad, Dios se “arremanga” (v.10; cf. Ez 4,7; Sal 74,11). Si antes el acento estaba en los pies, ahora se ubica en las manos como expresión del obrar de Dios. Y este obrar de Dios, su brazo, su salvación es visto por “todas las naciones”, o por los exiliados en todas las regiones que ven que nadie, sino sólo Yahvé es actor en la liberación de los suyos.

Los vv.11-12 culminan la unidad literaria relacionando con el éxodo, tema también importante en el Segundo Isaías, pero es omitido en el texto litúrgico del día.

Sin duda, la relectura del mensajero entendido como Jesús que viene a “evangelizar” (anunciar buenas noticias) es decisiva en la selección del texto en la fiesta de Navidad.


Lectura de la carta a los Hebreos     1, 1-6

Resumen: Poniendo en una línea de continuidad y superación la antigua y la nueva alianza, con sus mediadores: los profetas y el hijo y los destinatarios: los padres y “nosotros”, el autor de la homilía prepara todo el texto mostrando la novedad aportada por cristo, entendido desde una perspectiva sacerdotal a partir de una lectura cristológica del A.T.


Un comienzo solemne presenta la gran homilía llamada “carta a los Hebreos”; una larga oración de cuatro versículos. El punto de partida es la comunicación de Dios con la humanidad, en el pasado y en el presente obviamente contrastándolos. “De muchas formas y muchos modos en el pasado” (polymerôs kaì polytropôs) en el pasado (pálai) habló Dios a os Padres. Los mediadores de esta comunicación fueron los profetas. En los “últimos días” nos habló “en su hijo”. Ciertamente el contraste pasado -  presente se refuerza por los medios de comunicación escogidos: profetas – hijo. Y los días “esjaton” (= finales) dan sentido a esta novedad. La novedad del hijo viene dada por su ser heredero, a lo que se añade su relación (diá) con la creación (“las edades”) y por una relación tan estrecha con Dios (= Hijo, que en Hebreos es notablemente más elevado que en los primeros escritos cristianos) que no se separa de la “gloria” de Dios y no manifiesta una fracción sino la totalidad de la imagen, es “imagen perfecta”. Así “sostiene” (presente) todo lo creado en su intervención en la historia (pasado). Así se prepara la lectura del Sal 110 que será fundamental en toda la obra, comenzando por la cristología tradicional, de la primera parte del sermón (1,5-2,18) cuanto la cristología sacerdotal que se desplegará en adelante. 

La lectura añade los vv.5 y 6 cambiando el sentido del texto. En el sermón la introducción “de su primogénito en el mundo” alude a la entrada gloriosa de Cristo en el “mundo venidero, del que venimos hablando” (2,5), pero al introducirse en el texto de Navidad se alude a “este mundo” y por tanto cambiando el sentido del texto se refiere a la encarnación, y no a la Resurrección.

La importancia de la antigua alianza entendida como “revelación” y –por lo tanto- como válida, pero superada por la nueva alianza será importante en toda la obra y el motor de su lectura bíblica en toda la homilía, aquí reflejada no solamente en los tiempos verbales e históricos sino en la mención a los “padres” y a “nosotros”. En este caso la importancia de lo antiguo –visto como palabra- y por tanto mediado por los profetas, y la plenitud de la palabra del Hijo. Este movimiento del hijo  desde la preexistencia a la exaltación culmina con una menciona los ángeles, para señalar –y lo repetirá a continuación- la superioridad de Cristo sobre ellos, y la insistencia a sus destinatarios de que son continuación y plenitud del Israel antiguo de la promesa. Es en esto donde cuatro momentos son referidos: la preexistencia, la función sostenedora del universo, la salvación y la exaltación gloriosa (cf. Sab 7,25-26). La traducción de los términos griegos es difícil ya que se pueden presentar diferentes opciones: ¿es reflejo o es irradiación? (apaugasma), ¿es impresión, sello o reflejo? (jaraktêr). La ambigüedad quizás sea adrede y pueda entenderse que Cristo es irradiación o reflejo, e impronta o sello del ser divino. Haciendo eco de la palabra creadora de Génesis 1, la estrecha relación entre el Hijo y el Padre sostiene lo creado por su “palabra poderosa”. La acción expiatoria comienza –sutilmente al principio- a insinuar el tema sacerdotal y sus efectos (1,3; 9,13-14.22.28; 10,2.22; 12,24). Estar sentado a la diestra de Dios es –como se dijo- alusión al Sal 110, tan importante aquí (1,13; 8,1; 10,12).

Evangelio según san Mateo     1, 1-25


Resumen: Dios se dirige a José en sueños para expresarle que también él tiene un rol que jugar en el plan de salvación que comienza en el embarazo de María. Darle el nombre a Jesús implica poner a Jesús en el contexto de la historia, en la genealogía. Y así empieza a cumplirse todo lo anunciado por los profetas llevándolos a plenitud.


Para comprender el Evangelio de hoy es conveniente mirar todo el contexto ya que conforma una unidad. En 2,1 Jesús ha nacido y unos magos de Oriente vienen a visitarlo. Pero este cap. 1 tiene dos partes bien marcadas que aluden a lo mismo:

 

1,1: Libro de la generación (génesis) de Jesús, el Cristo

1,18: De Jesús, el Cristo, su generación (génesis) fue así:

 

Como en seguida diremos, la segunda parte (1,18-25) es la continuación o complementación de la primera (1,1-17).

 

Podemos decir que toda la primera perícopa en sí misma queda incompleta. Así como se encuentra, no dice nada. Teóricamente quiere mostrarnos que Jesús es “hijo de David, hijo de Abraham” (1b) pero la genealogía muestra precisamente que no lo es. Basta con ver el esquema para notar que el relato queda interrumpido e incompleto: toda la genealogía (= historia) sigue el mismo esquema: A engendró a B / B engendró a C / C engendró a D… pero al llegar a José no afirma “José engendró a Jesús” sino que “Jacob engendró a José, el esposo de María de la que nació Jesús, el llamado Cristo” (v.16). Podemos decir que toda la genealogía se ve frustrada ya que José no es el que ha engendrado a Jesús, y ese parece el sentido de toda la primera parte, mostrar la incompletez. Luego empieza el segundo aspecto de esta “génesis”. 

 

Toda esta primera parte (1-17) sigue un sencillo esquema, como dijimos, que se ve interrumpido por la mención a mujeres. Los autores no están de acuerdo con el motivo. Algunos han supuesto que de ese modo se prepara la última mujer, María, pero no se dice que “José engendró de María a Jesús” como es el caso de las anteriores. Por eso muchos piensan que esas cuatro mujeres no tienen relación con la mención de María, que es otro tema. En ese caso, es posible que las cuatro sean incluidas por ser extranjeras, es decir, no judías. Con lo cual el universalismo que el Evangelio propone (ver 28,19: “a todos los pueblos”) empieza a estar preparado en la misma genealogía de Jesús.

 

En la segunda parte, la que da sentido a la anterior, se afirma que José y María estaban casados (cosa que ya había dicho el v.16) y que María quedó encinta “por el espíritu santo”. Sin duda no es acá el espacio para el análisis histórico, sino para tratar de leer qué quiere decir Mateo en esta unidad. Sin duda quiere dejar claro, antes de empezar la narración, que el embarazo de María no tiene origen humano. Siendo este el caso, la reacción de José tiene dos lecturas posibles:

 

     1.      José sabe que él no ha sido el responsable del embarazo de su esposa y decide divorciarse de su mujer infiel; 

      2.        José sabe que el hijo tiene origen divino y no quiere ser obstáculo al plan de Dios en María, por lo que decide dar “un paso al costado”.

 

Hay una serie de términos que nos invitan a preferir la segunda variante:

 

José es “justo”, lo que implica que es “cumplidor de la voluntad de Dios”. Y no parece que sea cumplir la voluntad de Dios un simple “divorcio” ante una mujer supuestamente pecadora. No consta que hubiera apedreamiento en este tiempo, pero parece que algún tipo de manifestación pública ante el adulterio sería de esperar de un “justo”. En cambio, un justo sí puede pretender no ser obstáculo a lo que Dios está obrando en su mujer. Hay que recordar que “repudio” (v.19) no necesariamente ha de entenderse como “rechazo”, sino también es simplemente “separación” con lo cual ambos (especialmente la mujer) quedan liberados para hacer una vida independiente. 

 

El ángel le dice “no temas”, que no se trata de un temor en cuanto al posible engaño, sino el temor reverencial, lo que explica el deseo de José de retirarse porque Dios está interviniendo en María. 

 

El término “porque” (gar) puede entenderse de los dos modos: “no temas, tu mujer no te ha sido infiel… no temas, porque no es otro hombre sino es el espíritu santo el que ha actuado en ella”, pero también puede leerse como “no temas a causa de la intervención del espíritu santo… no tengas temor reverencial porque (a causa de) la intervención sea del espíritu”. 

 

Leyendo el texto en este sentido, el ángel no le dice a José una verdad que ignoraba sino que lo invita a seguir junto a María ya que también él tiene un rol: “tú le pondrás por nombre Jesús” (v.21). Habitualmente el nombre lo elegía la madre (Gen 29,31-30,24; 35,18; 1 Sam 1,20), aunque a veces lo hacía el padre (Gen 16,15; 17,19; Ex 2,22); este, en tiempos del N.T. le era impuesto al hijo en la circuncisión, al octavo día (Lc 1,59; 2,21), y como sabemos en este caso (como en el de Juan), el nombre es elegido por Dios (v.21; cf. Lc 1,13.31).

 

Los sueños (onar) como revelación de Dios ocupan un lugar importante en Mateo (cf. 1,20; 2,12.13.19; 27,19 [sólo estos en todo el NT]) y en cierto modo recuerdan la relación de otro José, también hijo de Jacob, con los sueños en Gen 40 y 41. 

 

Lo cierto, y aquí lo fundamental, es que este José, “hijo de David” (v.20) recibe el encargo de tomar a María y darle nombre al hijo por nacer. Desde ahora será “Jesús, hijo de José” (cf. Lc 3,23). Pero entonces, al “darle el nombre” (= dar el apellido), Jesús pasa a completar la genealogía que estaba trunca, ahora también él es “hijo de David”, y esta es su “génesis”.

 

Mateo relee ahora el texto de Isaías 7 que hemos comentado más arriba. Es muy frecuente en todo su Evangelio destacar el “cumplimiento” (plêroô) de lo dicho por los profetas (1,22; 2,15.17.23; 3,15; 4,14; 5,17; 8,17; 12,17; 13,35; 21,4; 26,54.56; 27,9; en Marcos, en cambio, sólo ocurre una vez, 14,49; y dos en Lucas: 4,21; 24,44). Mateo quiere mostrar a su comunidad que la Iglesia es el Israel fiel que da plenitud (plêroô) a las Escrituras porque en Jesús, sus palabras y obras, han alcanzado dicha plenitud. Por otra parte, es interesante notar que las diferentes escenas de los relatos de la historia previas al ministerio de Jesús son jalonadas por sendos cumplimientos de las Escrituras.

 

El relato termina con un versículo, omitido en la liturgia, que viene a reforzar lo que ya sabemos: durante el tiempo que vivieron esperando el nacimiento de Jesús, José y María no tuvieron relaciones sexuales (v.25). Con esto el autor quiere reforzar lo antedicho: este nacimiento ocurre sin intervención humana. No hace referencia concreta a la vida de ambos después de este momento que es lo único que le interesa señalar.

 

viernes, 20 de diciembre de 2024

Video con comentario al Evangelio del 4to domingo de Adviento C

Video con comentario al Evangelio del 4to domingo de Adviento C


o también


https://youtu.be/iJb5Ywx5RhQ

eduardo

jueves, 19 de diciembre de 2024

Rispá, la resistencia en el silencio

Rispá, la resistencia en el silencio

Eduardo de la Serna



Una mujer surge de entre las sombras en medio de un drama: Rispá. No pronuncia palabra, solo un gesto que nace del dolor.

De ella sabemos que es hija de Ayyá y que fue concubina del rey Saúl con quien tuvo dos hijos: Armoní y Meribaal (2 Sam 21,8). Un argumento trivial sirve de excusa a David para vengarse de Saúl que lo había perseguido e intentado asesinar varias veces. Un pueblo aliado – los gabaonitas – le pide eliminar a siete hijos del antiguo rey que los había maltratado. Excluyendo a Meribaal, hijo de su gran amigo Jonatán, David entrega a la muerte ignominiosa a siete de sus hijos, los dos de Rispá y los cinco hijos de Merab, hija del difunto rey. El argumento que justificaba el crimen era acabar de esa manera, de un modo ritual, con una sequía que los agobiaba (21,1). Los siete fueron colgados y expuestos sin sepultura a modo ejemplificador. Pocas cosas son más humillantes y deshonrosas que los cuerpos insepultos y expuestos al escarnio público (ver Is 14,19 o Jer 16,4 y 2 Mac 13,7; la religiosidad de Tobit queda manifiesta por su actitud de enterrar cuerpos sin sepultar por lo que es sancionado por quienes intentaban utilizar el hecho de un modo visible: Tob 1,17; 2,8; 12,12.13).

La antigua concubina, que también había sido abusada por Abner, el general de Saúl, (3,7 quizás como un modo de apropiarse del reinado al poseer a alguien del harem, puesto que el rey ha muerto) no puede pronunciar palabra. No le corresponde hacerlo y nadie le pide su opinión. De hecho, Rispá no habla en ningún momento del relato.

Ante el crimen de sus hijos y los otros cinco ella tiende una manta junto a los cuerpos y allí permanece. El texto nos aclara que esto ocurrió “al comienzo de la cosecha de la cebada” (21,9; es decir a mediados de abril) y allí permanece hasta “la temporada de lluvias” (octubre/noviembre). Lo único que se dice de ella, además de su permanencia, es que ahuyenta los animales salvajes y las aves que de día y de noche (21,10) amenazan la integridad de los cuerpos. El gesto maternal del dolor y el silencio es el cuidado de los cuerpos, el honor y el respeto que ni los gabaonitas ni David tienen para con los ejecutados.

Hay que notar un contraste interesante: cuando los filisteos derrotan a Saúl y a Jonatán, exponen los cuerpos de los vencidos en una plaza pública de Beisán. A escondidas, los habitantes del lugar recuperan los cuerpos y les dan sepultura.

Enterado de esto que realiza Rispá, David manda traer los huesos de Saúl y de Jonatán que se encontraban en Yabés de Galaad y los entierra en Quis junto con los huesos de los siete hijos (21,11-14). Cumplida su misión de resistencia pacífica, Rispá desaparece de la escena para nunca más volver. Ahora pueden “volver” las lluvias (v.14).

El texto comienza diciendo que David consultó al Señor para conocer la causa de la sequía (v.1) y “Dios le dice” (el texto no aclara el modo de la consulta: ¿un profeta?, ¿por sueños?...) que “Saúl y su familia están todavía manchados de sangre por haber matado a los gabaonitas”. La muerte de los siete, pedida por los gabaonitas (v.6), pareciera ser lo que aplacará a Dios y permitirá que vuelvan las lluvias. Pero el texto aclara que esto recién ocurrirá cuando los siete, junto con Saúl y Jonatán, son sepultados (v.14). Una mujer silenciosa que sabe “tocar el dolor” en los cuerpos mancillados es la que permite que Dios “se aplaque” y vuelva la vida.


Imagen tomada de https://it.wikipedia.org/wiki/Rizpá

martes, 17 de diciembre de 2024

Comentario a las lecturas domingo 4to de adviento C

La felicidad de la madre de Jesús por ser verdadera discípula

DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO - “C”

Eduardo de la Serna


Lectura de la profecía de Miqueas     5, 1-4a

Resumen: en tiempos de desolación y abandono surge la profecía de que habrá un rey semejante a David que será fiel a Dios y fiel al pueblo con lo cual sobre todos habrá felicidad y paz.

El texto de Miqueas es sumamente complejo de presentar (y también de delimitar). Quizás en v.4 empiece una nueva parte. Una pequeña localidad, en este caso Belén, es enaltecida. Es cierto que fue lugar del nacimiento de David, pero no por eso era importante. Es probable que el profeta esté pensando en una vuelta a los orígenes, a los tiempos ideales del pasado. De allí la referencia precisamente al rey ideal (algo semejante se encuentra en Is 11,1-5: “tronco de Jesé”). A ese “pasado” y “tiempo inmemorial” se refiere. 

Es jefe pero ideal: se remite a Dios (“me nacerá”) pero en función de su pueblo (“gobernar a Israel”). Esto lo hará con “la fuerza del Señor”, en su nombre. Es importante recordar que el verdadero y único rey en Israel es y debe ser Dios. El rey debe procurar hacer la voluntad de Dios. Si no fuera así, sería un rey “como los de los demás pueblos”. Sencillamente se destaca que “pastoreará” como idealmente se supone que hizo David.

Es muy probable que este texto sea de tiempos posteriores al exilio cuando ya no hay rey en Israel y se espera uno ideal (lo que poco después se llamará un “mesías”). Dios será el pastor, su pueblo no andará desorientado. Pero Dios cuenta con mediaciones humanas para la realización de su voluntad. Este rey será un ejemplo. 

Pero la demora en la concreción de esta profecía motivó el añadido del v.2 haciendo referencia al “cuando” haciendo alusión a una embarazada (¿Jerusalén?) y la vuelta de los hermanos (¿del destierro?). El pueblo no ha de temer, el rey por venir será garante de tranquilidad y felicidad. De “paz” (shalom).


Lectura de la carta a los Hebreos     10, 5-10

Resumen: coherentemente con otros textos del AT y releyendo el Salmo 40 puesto aquí en boca de Cristo, la carta destaca que la verdadera ofrenda de Cristo es la realización de la voluntad de Dios.

Luego de haber comentado, en una profunda lectura espiritual del AT, textos aplicados a Cristo para destacar una cristología sacerdotal, llegando al final de la carta comenta la ofrenda de Cristo. Para ello hace una lectura del salmo 40.

Sal 40:7-9
Heb 10,5-7
Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos ni víctimas, dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha prescrito en el rollo del libro hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.
Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro – a hacer, oh Dios, tu voluntad!

Es un clásico en la Biblia señalar que Dios quiere la realización de su voluntad, no los sacrificios y holocaustos (ver Is 1,11-13; Jer 6,20; 7,22; Miq 6,6-8). La apertura del oído se ha transformado, en el griego, en “formar un cuerpo”. Siendo que el Cristo el que habla se refiere, evidentemente a lo que llamamos la “encarnación” (Heb 2,14) y su obediencia (5,8-9) dadora de vida. Releyendo el salmo el autor pone en boca de Cristo al entrar en la historia estar palabras: vino – tiene un cuerpo – para hacer la voluntad de Dios, no para ofrecer sacrificios. Es en la realización de la voluntad de Dios que se establece el modo de relación con él, abrogando los sacrificios. Los sacrificios son claramente ineficaces, en cambio por esta actitud de Cristo “quedamos santificados” por la ofrenda de su cuerpo “de una vez para siempre” (en contraste de los sacrificios que debían repetirse año a año, con lo que se hacía patente la  ineficacia (10,1). Así afirma que “…mediante un solo sacrificio ha llevado a la perfección para siempre a los santificados (10:14; ver v.18).


Evangelio según san Lucas     1, 39-45

Resumen: las dos mujeres presentadas en los párrafos anteriores se encuentran, pero expresamente el relato presenta la superioridad del niño reconocido como “Señor”, el mismo título que se da a Dios gracias al salto del otro niño en el seno de su madre.

El texto del Evangelio está armado de una manera sencilla al estilo abc a’b’c’:

A.- Al escuchar el saludo
   B.- El bebé dio un salto en su seno
      C.- Bendita tú, y bendito el fruto de tu seno
X: llena del Espíritu Santo bendice a María y a su niño (= “Señor”)
A’.- Cuando llegó a mis oídos la voz de tu saludo
   B’.- Saltó exultante el bebé en mi seno
      C’.- Feliz la que creyó que será cumplido lo dicho por el Señor

Además, el texto conforma una suerte de bisagra entre los dos anuncios de los nacimientos de Juan (1,5-25) y de Jesús (1,26-38). Ambos anuncios presentan una misión del niño por nacer, pero hay una serie de diferencias entre uno y otro que quedan expresadas en el texto litúrgico de hoy. Los padres de Juan, como es el caso de grandes personajes del A.T. son ancianos y la madre es estéril. Lo que era visto como una maldición por parte de Dios es en realidad un hecho pedagógico que prepara un nacimiento maravilloso de un personaje importante, como es el caso de Isaac o de Samuel. En cambio lo que se afirma de la madre de Jesús es que era virgen (lo que habla especialmente de su muy corta edad). El nacimiento de Juan, entonces, debe entenderse como continuidad de grandes nacimientos del AT mientras que el de Jesús expresa una radical novedad. Eso queda expresado en la frase de Isabel a María: “la madre de mi Señor” (que está en “X” del esquema de más arriba). 

La voz del ángel había presentado al hijo futuro de Zacarías e Isabel en continuidad con Elías (1,17 ver Mal 3,23-24), pero Zacarías mismo señalará que “será llamado profeta del Altísimo porque irá delante del Señor para preparar sus caminos” (1,76). 

El salto de gozo se repite en la cuarta bienaventuranza: Alégrense ese día y salten de gozo, que su recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas (6:23). Pero también se encuentra el término (saltar) en Mal 3,20 donde se prepara la mención a Elías a la que recién hicimos referencia. En Gen 25,22 Jacob y Esaú se “chocan” en el seno de Rebeca que era estéril pero por intercesión de Isaac pudo engendrar (v.21). Pero el salto del niño prepara a Isabel para quedar “llena del espíritu santo”. Esta actitud de quedar “lleno del espíritu” sólo se encuentra en Lucas en la Biblia (1,15.41.67; Hch 2,4; 4,8.31; 9,17; 13,9). En el Evangelio se dice de Juan, de Isabel y de Zacarías mientras que en Hechos se dice de la Iglesia primitiva, los apóstoles, Pedro y Pablo. El comienzo del obrar de Dios en la historia requiere que sus ministros sean llenos del Espíritu para poder desempeñar cabalmente sus servicios.

Lo que Isabel dirá es “gritado con voz fuerte” pronunciando una doble bendición (eulogéô) sobre la madre y el hijo (“bendito el fruto de tu seno”, koilía). Esta bendición a la madre parece semejante a lo que una mujer dice en “alta voz” una mujer entre la multitud: “bienaventurado el seno (koilía) que te llevó”. Jesús en este texto afirma que “más bien” son felices (makarios) “los que escuchan la palabra de Dios y la cuidan” (11,27-28). En esa misma línea Isabel repetirá que María es “feliz (makarios) por haber creído que se cumplirán (teleíôsis) las cosas dichas de parte del Señor”. María no es bienaventurada por ser madre sino por su fidelidad a la palabra de Dios a la que “cree”. Por eso es “la madre de mi Señor” (= Jesús) porque ha creído las palabras del Señor (= Dios). Este reconocimiento público puede hacerlo Isabel por estar, precisamente, llena del Espíritu Santo.

Video con comen5tario al Evangelio
https://youtu.be/iJb5Ywx5RhQ

Foto tomada de radioinformaremosmexico.wordpress.com

sábado, 14 de diciembre de 2024

Trabalenguas navideño

 

Trabalenguas navideño

 

Eduardo de la Serna



Nativa nace la vida

Feliz a los fieles con fe

La paz pace en pesebre

Una estrella es bella y se ve

 

Pastores que pacen tropeles

El cielo se cela a cantar

Una madre desmadra mandatos

Un césar que cesa a mandar

 

Un crio se cree criatura

Un Dios nos dio su deidad

Animales animan pañales

Una paz no pasa a pesar


Un rey que no reina en su reino

Unos magos sin magia ni más

Un manto con llanto que es canto

La gracia que gracias se da

 

Una sombra se asoma y se nombra

Es Herodes heredero del mal

Una cruz que se cruza, es excusa,

Nazareno que nace, ¡a brindar!

 

Un parto sin parte ni cuarto

Un pecho sin techo ni hogar

Esperanza que espera alabanza

Nace vida ¡es Navidad!

viernes, 13 de diciembre de 2024

En la (re) inauguración de Notre Dame, Jesús no fue invitado

En la (re) inauguración de Notre Dame, Jesús no fue invitado

Eduardo de la Serna



Se me ocurren unas reflexiones a partir de la (re) inauguración de la Catedral de Notre Dame

Catedral se origina en cátedra, es decir, en un principio, un simple asiento (= silla) que también puede ser trono (Prov 9,14) o sitio de honor.

El término es muy poco frecuente en la Biblia. A modo meramente ilustrativo, veamos en las diferentes traducciones, el uso del término “silla”, en el AT, Reina Valera 15x; Biblia de Nuestro Pueblo 7X; Biblia de Jerusalén 2ª 10x; 3ª 11x; Latinoamericana 0; Libro del Pueblo de Dios 5. Asimismo, en el NT RV 6x; 2x; BJ2 0; BJ3 0; BLA 0; LPD 0.

El término griego kathedra (o protôkathedra) [AT 16x; NT 7x, solo en Sinópticos] es simplemente un asiento…

Kathedra se origina en hedra (con el prefijo katha), que es “sentarse” – en el helenismo – puede ser un trono, un templo, un simple asiento o una cabalgadura… es un sentarse hacia alguien.

Pero como sentarse es en ocasiones actitud de juicio (Mt 19,28; 25,31) o de enseñanza (Mt 5,1; Mc 9,35; Lc 4,20; 5,3) se puede sentar “a la derecha de Dios” (Mc 16,19), como signo de poder (Mt 20,21.23) el término empezó a tener otro uso.

En el NT se usa para los asientos de los vendedores de palomas (Mt 21,12p) o los asientos reservados en los banquetes (Mc 12,39p; Lc 11,43). Este mismo texto está en Mt 23,6 y en 23,2 se indica: “sentados en la cátedra de Moisés” (Mt 23,2, lit. “asiento”).

A partir del “obispo monárquico” (Ignacio de Antioquía; Traditio Apostólica) solo uno – vigilante – enseña. Sin embargo, todavía en los Padres Apostólicos, Bernabé cita Sal 1,1, y después de él sólo Hermas usa kathedra (12x). Merecen citarse 3 textos:

  •          Quisiera saber, Señor, por qué estaba sentada en una silla. - Porque todo el que está enfermo se sienta en silla por motivo de su debilidad, a fin de sostener la flaqueza de su cuerpo. Ahí tienes lo que representa la forma de la primera visión. (Her Vis XIX:4)
  •          Me mostró unos hombres sentados sobre un banco y otro sentado sobre una silla, y me dijo: - ¿Ves a los que están sentados sobre el banco? - Los veo, señor - le contesté. - Esos - me dijo - son creyentes, y el que está sentado en la silla es un falso profeta, que destruye la mente de los siervos de Dios; pero destruye la de los vacilantes, no la de los de verdad fieles. (…) En primer lugar, el hombre que aparenta tener espíritu, se exalta a sí mismo, quiere ocupar los primeros puestos: se hace en seguida impúdico y desvergonzado y charlatán; vive entre toda clase de deleites y en muchos otros engaños; recibe paga por sus profecías, y si no se le paga, no profetiza. ¿Conque es posible que un Espíritu divino profetice a sueldo? No, no cabe que así obre un profeta de Dios, sino que el espíritu de tales profetas es terreno. (Her Mand XI:1.1.12)
  •          Ahora, a ustedes me dirijo, los que gobernáis la Iglesia y se sientan en los primeros puestos (prôtokathédritais): no se vuelvan semejantes a los hechiceros. Los hechiceros llevan metidos en frascos sus bebedizos; pero ustedes, su bebedizo y su veneno lo llevan en el corazón. Están endurecidos y no quieren purificar sus corazones, ni con limpio corazón templar su pensamiento en la unidad, para que alcancen misericordia de parte del Gran Rey. ¡Atención, pues, hijos míos! Miren no sea que estas disensiones de ustedes les roben su vida. ¿Cómo quieren instruir a los elegidos de Dios, si no tienen ustedes instrucción? Instrúyanse, pues, los unos a los otros y mantengan la mutua paz, a fin de que también yo, presentándome alegre delante del Padre, dé razón en favor de todos ustedes ante su Señor. (Her Vis III:9.7).

Con el tiempo, la cátedra del obispo se “localizó”, de allí la catedral. Como sólo uno es el obispo (empieza a dejarse de lado el colegio episcopal de la localidad), sólo una es la “sede” (es decir el “asiento”) donde preside (se sienta al frente) el episkopo.

Ciertamente, con el tiempo, estas sedes-káthedras se fueron volviendo más y más majestuosas, compitiendo con palacios o templos de otras divinidades.

No hace falta hacer una historia de las “grandes catedrales”, no es acá el momento; el recurso a dineros provenientes de las indulgencias permitió levantar la “basílica” de San Pablo… [entre paréntesis… en el suelo de la misma se indican las medidas de otras grandes basílicas/catedrales para mostrar que es “¡la más grande!” (sic)…].

Grandes arquitectos diseñaron magníficas catedrales que, estéticamente, merecen ser vistas por su belleza. En lo personal, además de San Pedro, he podido ver las catedrales de Milán, de Florencia, de Toledo… y también conocí Notre Dame. De hecho, estaba en una reunión de curas cuando la TV mostró el incendio de esta y, realmente, mi tristeza fue enorme. No era la Iglesia más linda que en lo personal yo haya visitado, pero era, realmente hermosa… Que se restaurara me pareció más que razonable. Pero, ahora, quiero dejar lo estético  y artístico y preguntarme por lo pastoral (es decir, lo que tiene que ver con un pastor – obispo – que pastorea una comunidad, en este caso, la de París) …

¿Qué tiene que ver con Jesús y el Evangelio toda la ceremonia inaugural? (y no parto de una mentalidad fundamentalista de que el Jesús histórico probablemente nunca se haya sentado en una silla; me refiero a su proyecto, a la vida que marcan sus huellas para ser seguidas. ¿Qué tenían que hacer allí – insisto, pastoralmente hablando – Trump, Melloni, Macrón, reyes y príncipes? ¿Qué Elon Musk y demás sujetos detestables de la vida? Herodes y Pilato estaban del otro lado, creo recordar.

Los reyes de las naciones los tienen sometidos y los que imponen su autoridad se hacen llamar benefactores. Ustedes no sean así; al contrario, el más importante entre ustedes compórtese como si fuera el último y el que manda como el que sirve. (Lc 22:25-26)

Se levantaron los reyes de la tierra y los gobernantes se aliaron contra el Señor y contra su Ungido. (Hch 4:26)

Para dar más brillo a la ceremonia, el arzobispo de París, ¿tenía que ponerse esos ornamentos espantosos? Creo entender por qué el Papa Francisco prefirió no hacerse presente.

Debo confesar (obviamente es algo personal) que, si volviera a París, trataría de ir a Notre Dame, ¡es bella! Ciertamente… pero si quisiera pensar en Dios, rezar, “elevarme” (sic) caminaría unas pocas cuadras (400 mts.) e iría a la Sainte Chapelle (y no soy un amante del gótico). Si de mi dependiera, le regalaría Notre Dame al Estado francés para que haga lo que le plazca y la llene de boato y de “príncipes de la tierra”. Creo que Jesús, por allí, ¡no pasó!


Imagen tomada de Religión Digital https://www.religiondigital.org/rumores_de_angeles/Elitista-magnifique-resurreccion-reina-catedrales-Dame-Paris-Macron-Ulrich-Trump_7_2732196757.html

jueves, 12 de diciembre de 2024

Pensando el Jubileo

Pensando el Jubileo

Eduardo de la Serna

 


El llamado “Jubileo” es – como se sabe – una institución bíblica.

Partiendo de la experiencia pastoral de la misión popular en la diócesis de Quilmes, hace tiempo hice una breve referencia al Jubileo[1]. Hoy pretendo señalar – partiendo de lo allí dicho – algunos elementos nuevos y viejos.

Es sabido que el “jubileo” hace referencia al cuerno del carnero (en algunas traducciones se dice “trompetas”), el cual es, a su vez un instrumento musical que, al resonar por todo Israel, indicaba, precisamente, la llegada de esta conmemoración. El término hebreo es yôbēl, que suele traducirse al griego por sálpigx (instrumento) o áfesis (jubileo). Como instrumento, en el término griego, suele estar relacionado con la batalla, como se ve desde Josué (6,5-20) y en otros textos (cf. Jer 4,5; Ez 7,14; Job 39,25; 1 Cor 14,8) aunque también se utiliza para convocar a reunión importante (por ejemplo, litúrgica; cf. 1 Cro 16,7; Sal 81,4). Incluso se convoca a fiesta por haber vencido en la batalla (1 Sam 13,3). En Núm 10,2-10 se distingue el tipo de convocatoria según el sonido del cuerno. En realidad, entonces, el objetivo es una reunión, sea esta bélica, litúrgica o social-política. Así, el tiempo definitivo de la reunión con Cristo, Pablo lo expresa como el toque de una trompeta (sálpigx), propio del final de los tiempos (1 Tes 4,16; 1 Cor 15,52). El término hebreo, como decimos, se usa en ambos sentidos, por ejemplo, para la batalla de Jos 6 o para el jubileo de Lev 25 y 27 (fuera de estos textos, el término solamente se encuentra en Ex 19,13, como instrumento de reunión, Núm 36,4, referencia al jubileo, Jer 17,8, entendido como corriente de agua y en Gen 4,21 como nombre propio, antepasado de los que tocan instrumentos musicales). El texto de Lev 27 señala la celebración, mientras que Lev 25 lo explica, por lo que debemos detenernos, precisamente, en esta unidad literaria.

Simplemente de ha de distinguir de kéras, cuernos (Gen 22,7; cf. 1 Re 22,11), en sentidos varios: donde se conserva aceite (1 Re 1,39), pero también los del altar; Ex 27,2; Lev 4,7.18.25…Am 3,14; Jdt 9,8), símbolo del poder (real) cf. Sir 47,11; Sal 148,14 o de fuerza (1 Sam 2,1; 2 Sam 22,5; Sal 17,3) sentido que utiliza la apocalíptica (cf. Dn 7-8; Ap 5,6; 9,13; 12,3; 13,1.11; 17,3.7.12.16).

 

Levítico 25

 

Como se ve, el tema dice relación directa al sábado y a la tierra, pero a su vez está estrechamente ligado a la libertad (liberar la tierra, liberar a los esclavos…). Es interesante señalar que, en el Medio Oriente, cuando las situaciones económicas eran excesivamente oprimentes, en ocasiones el rey – para mostrar su “magnificencia” (= gracia) – decretará la caducidad de todas las deudas; pero, es obvio, la diferencia con nuestro caso, es que se trataba de algo ocasional e inesperado, no – como en el caso bíblico – de algo previamente estipulado. El tema, como se ve, en su origen, es exclusivamente económico-social. Es comprensible, por caso, que alguien eligiera no prestar o tomar en prenda una tierra si el año sabático era inminente, y, precisamente frente a eso (y la intervención de Dios) alerta el texto (vv.18-22). En estos casos, a su vez, se supone la presencia del go’el (lit. “rescatador”): el pariente que debe rescatar la tierra o al pariente esclavizado; el jubileo, en este caso, muestra a Dios como go’el de aquellos que no tienen los medios para ser rescatados. Un pariente debe rescatar cuando sea posible a su pariente empobrecido (“si se empobrece tu hermano” es un Leitmotiv de la unidad, cf. vv. 25.35.39.47); el jubileo, es un evento nacional que ocurre dos veces en el siglo. No rescatar, por ejemplo, cuando se pudiera, por motivaciones de cálculo económico, es motivo de vergüenza (cf. Dt 25,8-10).

El jubileo fue, pues, un mecanismo para prevenir esto (los latifundios) y preservar el tejido socioeconómico de la tenencia de la tierra por parte de múltiples hogares, con la igualdad comparativa y la viabilidad independiente de las familias más pequeñas, y sus unidades de tierra.[2]

El jubileo es

Un verdadero programa de reforma social, el más radical de cuantos registra el AT (… su) finalidad principal es la de promover la solidaridad entre los miembros del pueblo de Dios, impidiendo la ruina completa de las personas endeudadas y la excesiva acumulación de riquezas en las manos de unos pocos.[3]

Mirando detenidamente el texto, es interesante que comienza aludiendo a que Dios habla desde el Monte Sinaí, lo cual remite a la donación de la Ley, y, a su vez, a la libertad – esclavitud, en obvia referencia a Egipto. En este contexto de libertad, la referencia es al descanso incluso de la tierra (madre), y que a su vez sea alimento para todos sin exclusión.

La libertad precisa seguridad económica y libertad del empobrecimiento e independencia económica (…) la tierra no es objeto del libre mercado puesto que la compra o la venta permanecen bajo restricciones teológicas (…; esto incluye la prohibición de intereses y usura que lleva a la subordinación), YHWH quiere que los israelitas sean personas libres en su propia tierra (…). (Es evidente que el endeudado solo puede pagar con su trabajo). Obviamente, el ‘mercado’ por sí mismo no se preocupa de las personas que son reducidas a la pobreza, y Levítico 25 imparte los criterios de que una sociedad no puede prosperar en su totalidad si un cierto número de sus miembros han perdido significativamente su poder económico e independencia.[4]

Sin embargo, estas normas de vida de Israel, no es evidente que se hayan cumplido lo que no impide marcar el horizonte de la voluntad de Dios para todo tiempo.

Ahora bien, si esto no se llevó adelante en tiempos en los que Israel era independiente, ciertamente era totalmente inaplicable en tiempos de dominación y sometimiento. Los poseedores de tierra o esclavos, sin duda, no cederían sus beneficios guiados por una divinidad que desconocen.

En un sugerente artículo sobre el Jubileo y su aparente referencia en Isaías 61, Severino Croatto afirma claramente, sobre el Jubileo que “Levítico 25, (es) el único texto bíblico que trata del tema”.[5] Por eso concluye:

Cuando uno vuelve, después de haber trabajado exegéticamente en los dos oráculos proféticos, a los textos del Pentateuco sobre los años “santos” sabático y jubilar, encuentra que tienen poco de común con el lenguaje profético. Los profetas no condicionan la praxis de solidaridad a determinadas fechas fijas (siete o cincuenta años), sino que la exigen siempre.

Por otra parte, los contenidos de las instituciones del año sabático y jubilar son muy diferentes. En el lenguaje, al menos, no se tocan. El sentido fundamental de los años “santos” es el concepto de “devolver” (de un lado), o “recuperar” (del otro), trátese de libertad personal, de tierras o de deudas. El sentido nuclear del mensaje profético es más de fondo, ya que se trata de “no originar” la esclavitud, la deuda del otro o la pérdida de sus posesiones.

Por eso los profetas son radicales. Si se mira bien, en la base de la esclavitud, de la deuda o de la pérdida de una propiedad (casa o tierra) hay alguna forma de injusticia social. Lo que señalan los profetas, por supuesto que indirectamente, es que el año sabático o el Jubilar son males menores.[6]

Sea como fuere, una nota merece destacarse sobre el uso de la “libertad”. En Lev 25,10 se señala que “se proclamará libertad en la tierra”; el término hebreo no es frecuente y salvo en Jer 34 (y Ez 46,17) sólo vuelve a encontrarse en Is 61,1. El sustantivo derôr (que proviene del acádico andurarum) refiere siempre a la manumisión de los esclavos, y – en su origen – también a la remisión de deudas o retorno de bienes vendidos a sus originales propietarios.[7]

Como se ve, sea que el Jubileo fuera una institución nunca aplicada, o si es sólo mencionada una vez en toda la Biblia, o no lo fuera, lo cierto es que por uno u otro motivo (litúrgico o profético) hay una clara insistencia en la libertad, la tierra, el descanso, la solidaridad y la justicia. De hecho, es interesante que en los tiempos de opresión se haga referencia a “recuperar los sábados” (cf. Lv 26,45; Is 49,8.19; 61,4; Ez 36,3.8-11.24-36; 2 Cr 36,21-22): ustedes no le concedieron descanso a la tierra, y por eso, ahora los campos quedarán desolados, ustedes serán cautivos, y la tierra recuperará los sábados perdidos, disfrutando el descanso que ustedes no le dieron (Lev 26,32-35).[8]

Ahora bien, deteniéndonos en el sustantivo griego áfesis (que traduce yôbēl, “jubileo” en Lev 25 (15 veces) y 27 (6 veces) y también derôr (de Lev 25, Is 61 y Jer 34 y Ez 46) en los evangelios suele traducirse por “perdón” (de los pecados; cf. Mt 26,28; Mc 1,4; 3,29; Lc 1,77; 3,3; 24,47 y en Hechos, 5x. El término no se encuentra jamás en Pablo, por ejemplo). El verbo perdonar, en cambio (afíêmi) es más frecuente: Mt 47x; Mc 34x; Lc 31x; en Jn 14x, 3x en Hechos y 5x en Pablo.

Pero afíêmi es permitir o no, renunciar, dejar cosas, personas, situaciones, como por ejemplo los pecados o también deudas: dejar las redes, dejar a alguien hacer algo, dejar (atrás) los pecados...

 

Lucas 4, Jesús en la Sinagoga lee Isaías 61 (+ 58)

 

El texto de Lucas 4, en el que Jesús lee el texto de Isaías 61 merece ser brevemente mirado:

 

El espíritu del Señor (YHWH) está sobre mí,

Porque me ha ungido (ejrisén) para evangelizar (euaggelísasthai) a los pobres.

Me ha enviado (apestalkén) a proclamar (kêryxai) a los cautivos la libertad (áfesin), a los ciegos la vuelta a la visión (anablépô), envió (aposteilai) a los oprimidos en libertad (afései),

proclamar (kêryxai) un año agradable[9] del Señor (YHWH).

Notemos, a partir de esto algunos elementos.

Kêrýxai, “proclamar públicamente”, indica que la salvación entra en vigor por la palabra (pero no enteramente por los hechos). Para Lucas, “el año” es el advenimiento del tiempo escatológico, que fue anunciado por la relectura profética del tema del año del jubileo (Lv 25,8-54). El tema del Ungido del Señor y la mención del año del jubileo anuncian conjuntamente el complimiento definitivo de la voluntad divina.[10]

La primera parte está caracterizada por el verbo ungir (recordar que Cristo se traduce “ungido”, del verbo jríô). Jesús es el Mesías / Cristo / Ungido para evangelizar a los pobres. Esa “buena noticia” a los pobres se ejemplifica también en 7,22:

Vayan a informar a Juan lo que han visto y oído:

los ciegos la vuelta a la visión (anablépô)

los cojos caminan

los con lepra son limpiados y

los sordos oyen

los muertos resucitan

los pobres son evangelizados (euaggelízonthai)

 

En la segunda parte, marcada por el verbo “enviar” la mención es a la libertad y una doble proclamación, precisamente la libertad y el año del Señor.

Nuevamente hay una inversión de la situación de los que están en un contexto dramático: antes, los presos, cautivos, ahora, cojos, ciegos… y en ese contexto el anuncio de buenas noticias a los pobres concentra (al comienzo en Lc 4 y conclusivamente en Lc 7) todo el anuncio del Evangelio y su praxis liberadora.

El cuerno (shofar; a veces traducido por trompeta) es un instrumento de viento hecho con cuernos de carnero y se suena para convocar a la asamblea; la convocatoria – en ocasiones depende del sonido – puede ser litúrgica, política, bélica. En el caso del jubileo se señala expresamente:

Entonces el cuerno (shofar) sonará el séptimo mes el día diez del mes, el día de la expiación sonará el cuerno (shofar) por toda la tierra. (Lev 25:9)

concluir que el 26/27 d.C. se celebrara como año santo y que Jesús hiciera alusión a ello requiere mucha fantasía. En primer lugar, está la predicación de la salvación a los pobres, como en 6,20 y luego, la concepción de Jesús como profeta (…). Para Lucas, por lo tanto, es particularmente importante la adición de Is 58,6 "para poner en libertad a los oprimidos (mismo término también para "remisión, perdón"), que Jesús no pudo haber encontrado en el texto de Is 61,1...; Jesús no sólo anunció la remisión de los pecados y la libertad (como el Bautista, 1,77; 3,3), sino que las trajo (ver 24,47). La primera palabra que escuchamos pronunciar al Jesús adulto es "hoy".[11]

La profecía que Jesús lee tiene una clara e inconfundible temática de justicia social que encaja con el Magnificat de María (1,46-55) (…) Lucas modifica el recipiente de la buena noticia a los pobres, los “ciegos” y los “oprimidos” (4,18-19). Es una alteración que alarga el círculo de los mencionados en Isaías especificando los destinatarios de buenas noticias.[12]

En este contexto, además, en la referencia al Padrenuestro es interesante destacar un detalle.

 

Mateo 6,12

Lucas 11,4

Perdónanos nuestras deudas [ofeílêma]

Perdónanos nuestros pecados [hamartías],

como también nosotros perdonamos a nuestros deudores [ofeilétais]

porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben [ofeílonti].

 

Es interesante por un lado el paralelismo entre “pecado” y “deuda”; ciertamente el primero en particular relación con el proyecto de Dios, mientras el segundo dice especial relación a las y los hermanos. Como por ejemplo, se ve en la parábola del rey que ha perdonado una gran deuda (Mt 18,28.30.34) o el administrador que estafa a su antiguo patrón (Lc 16,5.7). Las deudas, en estos casos son claramente económicas.

Y acá una pequeña reflexión final:

Es propio del Dios de Israel destacar que nuestra relación con él no se manifiesta en el culto o el templo, sino en la relación con el hermano, relación de “derecho y justicia”. “Después” sí (cf. Jer 7,7; Os 6,6…) viene el tiempo de la celebración. Esta es una manifestación de que quienes participan de un acto litúrgico son miembros vivos de un pueblo de hermanos. Y esto sigue vigente en el Nuevo Testamento: para Pablo, una celebración “eucarística” en la que los ricos no esperan a los pobres para celebrar juntos, “no es la cena del Señor” (1 Cor 11,20); el encuentro con Dios se hace patente, visible, “sacramental”, en el encuentro con las hermanas y hermanos, “a mí me lo hicieron” (Mt 25,40.45). Del mismo modo, las “deudas” con Dios (= pecados) y su perdón (áfesis) se hace patente en el perdón de las deudas (concretas, también económicas) con los hermanos y hermanas.

Centrar – entonces – el Jubileo exclusivamente en el tema del perdón de los pecados resulta parcial y limitado, además que parece centrarse en la relación intimista e individualista “entre Dios y yo” descuidando toda la dimensión comunitaria (= eclesial) de los Evangelios.

 

Como Elías (1 Re 13,1-6; 17,17-24) y Eliseo (2 Re 4,8-37; 5,1-19), la misión profética de Jesús incluye no solamente la proclamación de buenas noticias sino también curaciones, que hacen visible la irrupción del reino de Dios.[13]

No hay evidencia que el Año de Jubileo se haya practicado alguna vez, pero los ideales que ofrece de distribución equitativa de la tierra y los recursos y la condonación de las deudas permanecen en los tiempos. El Jesús de Lucas enseñando sobre los peligros de la acumulación de riquezas es eco de los ideales del Jubileo, y sus discípulos procuran una equitativa distribución de sus bienes (Hch 2,33; 4,34) (…) La proclamación de Jesús de buenas noticias a los pobres, liberación de los cautivos, la vista a los ciegos y la libertad de los oprimidos comienza a ser realidad en la enseñanza de Jesús y sus discípulos, la predicación y sus acciones. El intento de poner en práctica estos ideales es un desafío para las subsecuentes generaciones de creyentes.  Las feministas pueden escuchar en la declaración de Jesús un grito conjunto para obrar en la erradicación de la pobreza que afecta, primordialmente, a mujeres y niños (…) Nos compromete a educar a los que son ciegos a prácticas y sistemas que oprimen a todos/as a obrar para cambiar esas prácticas y estructuras. Esas acciones llevarán a la plenitud los ideales anunciados por Levítico 25, el profeta Isaías y Jesús.[14]

Siempre es importante señalar que, si Lucas destaca que la situación de los pobres cambiará, y eso es una buena noticia (= Evangelio), su doble obra indica que cuando la comunidad vive conforme al proyecto de Jesús de fraternidad y sororidad, “no hay pobres”, “no hay necesitados” porque los bienes se ponen en común. Ahora bien, puede señalarse que la reapertura de los ojos ciegos se hace concreta en la conversión, en la cual los creyentes “ven” el camino del Reino y “siguen” al Señor, pero ¿cuándo los presos son liberados? ¿cuándo los oprimidos son libres? Pensar – como se ha hecho – que se hace alusión, por ejemplo, a las liberaciones milagrosas de Pedro y Pablo de las cárceles (Hch 12,1-19; 16,25-40) parece ignorar las prisiones y muertes del Bautista, de Santiago y del mismo Jesús. Probablemente deba entenderse, en este caso, en un sentido más programático que referencia a situaciones concretas.

 

Notas conclusivas:

 

La Iglesia católica romana celebra jubileos cada 25 años. Se corre – es habitual en todo lo humano – el riesgo de distorsionar su sentido siempre desafiante. Notemos algunos elementos:

Perdón: el perdón no se trata solamente de “perdón de los pecados”. Es de todo lo que ata a las personas que deben ser desatadas (es interesante la relación entre perdón y atar-desatar en Mt 18,15-20), como es el caso de las deudas; deudas de personas, deudas de países. Es evidente que las deudas suelen estar en el origen de las esclavitudes (ver Mt 18,25). La relación deuda – esclavitud – perdón – libertad es propia de los tiempos jubilares. El perdón es de los pecados y las deudas porque es en la relación entre las personas donde se hace patente nuestra relación con Dios.

Esclavos: La esclavitud, se dice, es cosa del pasado. Pero es evidente que sigue vigente de modo más o menos disimulado. No solamente los endeudamientos, sino el empobrecimiento, la utilización de las personas y los abusos, el aprovechamiento de las distintas formas de poder que tienen cautivas a muchas personas. Además de las adicciones (que ciertamente esclavizan limitando, a veces al extremo, las libertades personales, sean las adicciones a consumos problemáticos, al alcohol, el juego, los celulares)… La libertad no es sino aquello que todas las personas pueden decidir con plena convicción y posibilidades de escoger lo contrario o lo diferente. La libertad de todas las esclavitudes es característica indispensable del tiempo jubilar, y sin ella todo sería espiritualismo o ficción.

Kerygma: por una lectura bultmaniana y ya descartada, se ha entendido el kerygma como el primer anuncio de lo fundamental, que luego sería ampliado por la catequesis. El verbo kerysso significa anuncio, y en Lc 4 indica claramente que se proclama libertad a los cautivos y que se proclama un año que es favorable al proyecto de Dios (vv.18.19). El kerygma es la liberación, es el anuncio de buenas noticias (Evangelio) a los pobres. Presentar un kerygma que ignore o deje de lado la situación de los pobres y la voluntad de Dios de que su situación cambie, es, nuevamente espiritualismo y ficción.

Año de Gracia – profetas: Es evidente que en un año jubilar – haya o no jamás ocurrido – alguien ha sido esclavizado, alguien se ha empobrecido, y se procura remediar su situación, pero sería ciertamente preferible que dichas cosas nunca hubieran ocurrido. La predicación de los profetas marca caminos en este sentido, pero cuando las personas nos alejamos de Dios y sus proyectos (= pecado) Dios mismo nos brinda los caminos para restaurar el orden fracturado. El jubileo, entonces, es esa posibilidad a la que sería de desear nunca se hubiera llegado. El camino sistemático de implantar “el derecho y la justicia” (mispat wetzedaqa) debería ser el modo de vida pretendido, aunque en ocasiones provoquemos lo contrario “derramamiento de sangres y clamores (mispaj wetze’aqa) (Is 5,7). Pero aún en estos casos, Dios no se desentiende de su pueblo y le tiende la mano a la conversión, al cambio de mentalidad.

Tierra – techo – trabajo: desde hace tiempo el Papa Francisco ha insistido en las “Tres T”: techo, tierra, trabajo. Probablemente estas tres “utopías” sean características de un tiempo jubilar, también utópico, en la que no haya esclavos, sino trabajo digno, no haya latifundios, sino que cada quien tenga su tierra, no haya migraciones forzadas (y millones de muertos por su causa) sino que cada quien tenga su techo, su hogar… su vida plena.

Quizás mirando todo esto, el acento del próximo Jubileo no esté puesto en cosas incomprensibles o sin sentido, y seamos capaces de celebrarlo en la recomposición de una vida siempre más humana y – por ello – más divina, y, además, que no se ata a ritos sino a una praxis de libertad y de fiesta, de ojos abiertos y de buenas noticias a los pobres.

 

Notas

[1] E. de la Serna, Con los pies en el barro. Teología de la misión popular, Montevideo 1993, 81-83.

[2] Ch. J. Wright, “Jubilee, year of”, en ABD III:1027.

[3] A. Levoratti, “Levitico”, en A. Levoratti (dir.), Comentario Bíblico Latinoamericano. Antiguo Testamento I; Estella (Navarra): ed..Verbo Divino 2005, 512.

[4] Th. Hieke, “Leviticus”, en J. J. Collins – G. Hens-Piazza, B. Reid – D. Senior (eds.), The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century (Third Fully Revised Edition), London – New York – Dublin: T&T Clark 2022, 305-306.

[5] S. Croatto, “Del año jubilar levítico al tiempo de liberación profético (Reflexiones exegéticas sobre Isaías 61 y 58, en relación con el Jubileo)” en RIBLA 33 (1999) 76. Todo este número está dedicado al Jubileo con motivo de la proximidad del año 2000. Toda la revista puede verse en https://www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/33.pdf.

[6] Ibid.. 95.

[7] Cf. S. Croatto, Imaginar el futuro. Estructura retórica y querigma del Tercer Isaías, Buenos Aires – México: Lumen 2001, 253.

[8] Cf. A. Portier-Young, Apocalipsis contra Imperio. Teologías de resistencia en el judaísmo antiguo (Agora 39), Estella (Navarra): Verbo Divino 2016, 396-404.

[9] Con buen criterio L. T. Johnson señala que algunos prefieren traducir “año del favor / gracia del Señor” “para tomar el sentido del año de Jubileo, pero, sin embargo, el término dektos no es usado en LXX con esa conexión”, L. T. Johnson, The Gospel of Luke (SP 3), Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press 1991, 79.

[10] F. Bovon, L’évangile selon saint Luc 1-9 (CNT 2ème serie IIa), Genève: Labor et Fides 1991, 207.

[11] E. Schweizer, Das Evangelium nach Lukas (NTD 3), Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht 1986, 58.

[12] M. Patella, “Luke”, en J. J. Collins et al, The Jerome Biblical Commentary for the Twenty-First Century, 1310.

[13] B. E. Reid – S. Matthews, Luke 1-9 (Wisdom Commentary), Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press 2021, 131.

[14] Ibid., 140.

Imagen tomada de https://www.youtube.com/watch?v=s7bgB6iR3K0