domingo, 25 de mayo de 2025

La paz de Jesús, la paz del mundo

La paz de Jesús, la paz del mundo

Eduardo de la Serna


Sabemos que, en el Evangelio de Juan, por “mundo” ha de entenderse un proyecto adverso al de Jesús. No hay que entenderlo en un sentido, por ejemplo, neoplatónico, que obviamente, Juan no era, como en oposición a “cielo”. Dios ha amado a la humanidad entera, pero “el mundo no lo recibió”, como el envío de Jesús lo demuestra. Por eso insiste, el evangelio, que los amigos de Jesús están “en el mundo” pero no son “del mundo”. El mundo no recibe a Jesús y no recibirá al Paráclito porque tiene un príncipe, que es el adversario por excelencia. Por eso, el Reino de Jesús no es de este mundo, ya que Jesús ha vencido al mundo, lo cual les consigue la paz. Este mundo da una paz; la paz de Jesús es bien distinta.

Esto nos invita, para empezar, a pensar que hay terminologías iguales para decir, con frecuencia, cosas muy distintas. Amor, libertad, vida son buenos ejemplos. ¡Paz también!

Sabemos que shalom es el característico saludo judío (lo encontramos 267 veces en la Biblia hebrea), aunque el término significa mucho más que la simple “paz”. De hecho, no es un término frecuente en los Evangelios (Mc 1x, Mt 4x, Lc 14x y Jn 6x).

Ese ambiente adverso a Jesús comunica a todos una paz, la pax romana. Es la paz que nace del miedo, de la represión, de la violencia (“si quieres paz, prepárate para la guerra”). La imposición imperial provoca un sometimiento ante el cual, cualquier acto de rebeldía, resistencia o simple reclamo era entendido como quiebre de la paz. Lo cual, por cierto, provocaba la reacción romana, que provocaba “la paz de los cementerios”, la tierra arrasada... La cruz es un ejemplo de esta respuesta, y algo que, ciertamente, la comunidad de Juan tiene en mente al repetirlo. La paz (shalom) es algo que solamente Dios puede dar ya que nace de la justicia, que es el encuentro pleno con Él. Pero, aquí, es paz de Jesús (“mi paz”), el don de los tiempos nuevos inaugurados con la resurrección. Tres veces el resucitado otorga la paz a los suyos (20,19.21.26), precisamente resaltando que es un nuevo don, pleno, escatológico. Y, como don pleno que es, la paz “no viene sola”, viene con la alegría abundante (con todo lo que alegría significa como plenitud). Precisamente al donar la paz es que Jesús, también, otorga el Espíritu Santo prometido. Todos los bienes de plenitud, de un Dios que derrama y “se derrama” sobre sus amigos están presentes (Jn 20,19-23). Esa es la paz que regala, evidentemente, en nada se parece a la “que da el mundo”.

Si quisiéramos pensarlo – sin forzar los textos, algo que no es bueno hacer – no es difícil pensar la paz que se ofrece con protocolos “anti…” para que todos los ciudadanos de bien puedan movilizarse en paz, a costa de jubilados gaseados, fotógrafos golpeados, todos reprimidos. Esa paz, como esa libertad, esa justicia, esa alegría en nada se parecen a las de Jesús a sus amigos. Y no está de más tenerlo muy claro: “mi paz no es como la que da el mundo”.


Imagen tomada de https://www.cuales.es/que-es-la-pax-romana-paz-romana/

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