Elifaz, Bildad y Sofar, los “amigos” de Job
Eduardo de la Serna
En el
libro de Job se presentan tres personajes, Elifaz, Bildad y Sofar, de
diferentes regiones (Temán, Suj y Naamat respectivamente) a los que se señala
como “amigos” del patriarca (Job 2,11). Más tarde se incorporará un cuarto (Elihú)
que parece, como diremos, un intento de profundizar el tema que los convoca
(Job 32-37).
Ya
hemos señalado, al hablar de Job, que este libro debe leerse
más como una obra literaria, pareciera una obra de teatro, que como una
“biografía”. Los personajes, entonces, son simbólicos, más que históricos. Sus
regiones de origen parecen pretender mostrar lugares donde había gente sabia, y
los nombres no tienen una intención especial. Lo que importa no es tanto
quiénes son, sino lo que dicen. Lo mismo ha de decirse del cuarto amigo.
Como es
sabido por el lector, Job es un hombre justo, fiel a Dios (1,1), pero al que súbitamente,
todo le va mal: pierde todos sus bienes, hijos, salud… (Job 1-2). Acá, antes de
avanzar, es bueno recordar que la teología en Israel habitualmente sostenía que
a los justos Dios los premia con descendencia, bienes, larga vida. Nada de eso
le ocurre a Job, pero nosotros sabemos que es una persona justa. Es acá que entran a
intervenir los amigos.
Si a
Job le va mal, es evidente – dicen ellos – que es consecuencia de que es un
pecador (Job 4,7), y Job niega serlo (y los lectores sabemos que no lo es). El
centro del libro está armado como un largo debate entre Job y ellos: interviene
uno, Job responde, interviene el segundo, Job responde, interviene el tercero…
Y este ciclo parece repetirse tres veces (3-14; 15-21; 22-31). Pero los “amigos”
al ver que Job niega ser pecador cada vez se molestan más con él y entonces son
cada vez más agresivos. Hasta el punto de proferir contra él las acusaciones
más graves acusándolo de los peores pecados (desentenderse de los pobres,
20,19; que hizo del dinero un ídolo, 22,24-25; que es violento, 23,13, etc…). El tema está en que, para ellos y su teología, si Job afirma ser inocente
(¡y lo es!) según ellos está afirmando que Dios es injusto (¡cosa que no es!),
algo que sería intolerable y blasfemo (8,2). La respuesta de Job podría resumirse así: “yo
no entiendo por qué, y en lugar de ustedes yo diría lo mismo (16,4), pero pecador
yo no soy”. El problema de los amigos es que no logran descubrir que el
problema no es Job, sino que el problema es su teología. No es Job el que falla
sino sus esquemas. Pero como los amigos no logran descubrirlo y creen que deben
“defender a Dios” al que – según entienden – Job ofende, ofenden a Job. Y (no
se dan cuenta) de ese modo, al encerrar a Dios en sus esquemas, también ellos terminan
ofendiendo a Dios (42,7).
Es muy importante notar que los amigos están tan aferrados a sus esquemas teológicos (“Dios es…”) que no pueden preguntarse si Dios es realmente así, un Dios que premia y castiga (32,5). Ellos no han sabido “dejar a Dios ser Dios” hasta el punto que parecieran con una suerte de fórmulas matemáticas tipo “a tal pecado… tal castigo”. El cuarto amigo, que entra tardíamente en escena (32,1-6), no sabe, tampoco él, salir de este esquema.
Una
teología semejante es la que mantienen los compañeros de Jesús cuando afirma
que es muy difícil que un rico entre en el reino de Dios… ¿Entonces quién?, le
preguntan; es decir, si uno tan bendecido por Dios no puede entrar, ¿qué se
puede esperar del resto? Jesús también les señala que esa teología no es la que
nos permite conocer bien a Dios (Mc 10,23-27) ya que un camello [el animal más grande] no pasa por el ojo de una aguja [el agujero más pequeño]. Y muchas veces, esa misma
teología “se nos escapa” cuando vemos – con dolor – que una persona buena muere
joven: ¿por qué?, ¿y Dios? Incluso hay quienes terminan negando la existencia
de Dios al ver esto sin preguntarse si en realidad lo que hay que negar es que
Dios sea “de esa manera”. ¿Cómo es Dios? El libro de Job no llega a dar la
respuesta, pero sí les afirma a los lectores “¡por ahí no!”, no es por ese camino
que llegamos a conocer y amar a Dios. “Dios no conoce la ciencia del cálculo”,
afirma Santa Teresita del Niño Jesús. Hacernos un “dios” a nuestra “imagen y
semejanza” nos hace parecernos demasiado a los amigos de Job. El Dios que se
aproxima a los sufrientes, a los pobres, a las víctimas de las masacres
genocidas, a los migrantes o desplazados, ese se parece bastante más al Dios de Job. Y de
Jesús.
Imagen tomada de https://guiadelabiblia.com/job-si-soy-
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