jueves, 18 de diciembre de 2025

Ágabo, un extraño profeta

Ágabo, un extraño profeta

Eduardo de la Serna



En el libro de los Hechos de los Apóstoles, en dos momentos totalmente aislados, sin conexión entre sí, se hace referencia a un profeta, aparentemente de Jerusalén, llamado “Ágabo”. Decimos que sería proveniente de Jerusalén porque en las dos ocasiones se dice que “bajó” (11,27-28; 21,10) y, es habitual señalar esto para indicar que alguien viene de Jerusalén (a la cual se “sube”).

Lo que se señala de él parece ser coherente con las imágenes y modos de obrar de los clásicos profetas de Israel.

En la primera ocasión se señala que un grupo de profetas “bajó de Jerusalén a Antioquía” y Ágabo tomó la palabra “movido por el espíritu” y predijo una “gran hambre” que habría en todo el mundo. Y aclara, “ella tuvo efecto durante (el Emperador) Claudio [41-54 d.C.]. Propiamente hablando no sabemos que hubiera habido una situación universal de hambre, pero sí en Israel, entre el 46 y 48 d.C. Esto provoca que la comunidad de Antioquía lleve una importante colaboración económica a la ciudad, llevada por Pablo y Bernabé. Es interesante que, por su parte, Pablo narra que viajó (“subió”) a Jerusalén con Bernabé “movido por una revelación” (Gal 2,2) y que luego de la reunión le encargan que “no se olvide de los pobres” (2,10); es muy probable que el texto de Pablo (que no menciona a Ágabo) haga referencia al mismo momento.

En la segunda ocasión Pablo se está dirigiendo a Jerusalén. Se ha detenido en el puerto de Cesarea desde donde “subirá” a la ciudad santa, mientras se ha establecido en casa de Felipe, uno de los “siete evangelistas” (21,8). Al estilo de los habituales gestos con los que los profetas introducen con frecuencia sus palabras (Is 20; Jer 31,1-11; etc.) Ágabo toma el cinturón de Pablo y se ata con él sus manos y pies diciendo que el Espíritu Santo afirma que “los judíos atarán en Jerusalén al dueño del cinturón y lo entregarán a los paganos” (21,11). Es cierto que al llegar a Jerusalén los judíos quieren capturar a Pablo (y asesinarlo) cosa que los romanos impiden. Literalmente hablando, la “profecía” no se cumplió, aunque no fue totalmente errónea..

Como se ve, es prácticamente nada lo que sabemos de este profeta, aunque en ambos casos se hace expresa alusión al Espíritu Santo (es frecuente que se señale que los profetas hablan movidos por el espíritu de Dios; ver Núm 11,29; 1 Sam 10,10; Joel 2,28; etc.; Hch 19,6), en ambos casos, proveniente de Jerusalén alude a cosas que ocurrirán en las que Pablo es protagonista (aunque, como dijimos, Pablo jamás haga referencia a él), evidentemente, además, es un cristiano. En el primero de los casos, además, como vimos, se hace referencia a otros varios profetas que “bajaron” a Antioquía, aunque poco después señalará que también en Antioquía había profetas (13,1). Es siempre importante recordar que los profetas miran la realidad (el hambre próximo, el martirio inminente, por caso de Ágabo), pero que también son responsables de “animar y confirmar a los hermanos” (15,32).

De todos modos, precisamente por ser un personaje del que sólo de habla en Hechos de los Apóstoles, es interesante notar que en este libro ser profetas es algo que compete a toda la Iglesia (por haber recibido el Espíritu Santo; 2,17-18) porque es seguidora de Jesús “el profeta” como Moisés (ver Dt 18,18; Hch 3,21-25; 7,37).

En síntesis, en las comunidades primitivas, el Espíritu Santo acompañó a las Iglesias para animarlas y confirmarlas, para ayudarlas a mirar la realidad desde la voluntad de Dios y para impulsarlas a vivir conforme a esa misma voluntad. Ágabo impulsó la solidaridad de las comunidades de la dispersión para acompañar el hambre que se abatió sobre Israel, y también sostuvo a Pablo señalándole que los maltratos que le sobrevendrán (como los que a su vez padeció Jesús) no son ajenos a la “pasión” que espera a Pablo en Jerusalén.


Imagen tomada de https://santabiblia.fandom.com/es/wiki/Ágabo?file=Agabus.JPG



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