La felicidad de la madre de Jesús por ser verdadera discípula
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO - “C”
20 de diciembre
20 de diciembre
Eduardo de la Serna
Resumen: en tiempos de desolación y abandono surge la profecía de que habrá un rey semejante a David que será fiel a Dios y fiel al pueblo con lo que sobre todos habrás felicidad y paz.
El
texto de Miqueas es sumamente complejo de presentar (y también de delimitar). Quizás
en v.4 empiece una nueva parte. Una pequeña localidad, en este caso Belén, es
enaltecida. Es cierto que fue lugar del nacimiento de David, pero no por eso
era importante. Es probable que el profeta esté pensando en una vuelta a los
orígenes, a los tiempos ideales del pasado. De allí la referencia precisamente
al rey ideal (algo semejante se encuentra en Is 11,1-5: “tronco de Jesé”). A
ese “pasado” y “tiempo inmemorial” se refiere.
Es
jefe pero ideal: se remite a Dios (“me nacerá”) pero en función de su pueblo
(“gobernar a Israel”). Esto lo hará con “la fuerza del Señor”, en su nombre. Es
importante recordar que el verdadero y único rey en Israel es y debe ser Dios.
El rey debe procurar hacer la voluntad de Dios. Si no fuera así, sería un rey
“como los de los demás pueblos”. Sencillamente se destaca que “pastoreará” como
idealmente se supone que hizo David.
Es
muy probable que este texto sea de tiempos posteriores al exilio cuando ya no
hay rey en Israel y se espera uno ideal (lo que poco después se llamará
“mesías”). Dios será el pastor, su pueblo no andará desorientado. Pero Dios
cuenta con mediaciones humanas para la realización de su voluntad. Este rey
será un ejemplo.
Pero
la demora en la concreción de esta profecía motivó el añadido del v.2 haciendo
referencia al “cuando” haciendo alusión a una embarazada (¿Jerusalén?) y la
vuelta de los hermanos (¿del destierro?). El pueblo no ha de temer, el rey por
venir será garante de tranquilidad y felicidad. De “paz” (Shalom).
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10
Resumen: coherentemente con otros textos del AT y releyendo el Salmo 40 puesto aquí en boca de Cristo, la carta destaca que la verdadera ofrenda de Cristo es la realización de la voluntad de Dios.
Luego
de haber comentado, en una profunda lectura espiritual del AT, textos aplicados
a Cristo para destacar una cristología sacerdotal, llegando al final de la
carta comenta la ofrenda de Cristo. Para ello hace una lectura del salmo 40.
Sal 40:7-9
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Heb
10,5-7
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Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías
holocaustos ni víctimas, dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha
prescrito en el rollo del libro hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me
complazco en el fondo de mi ser.
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Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.
Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He
aquí que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro – a hacer, oh
Dios, tu voluntad!
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Es
un clásico en la Biblia señalar que Dios quiere la realización de su voluntad,
no los sacrificios y holocaustos (ver Is 1,11-13; Jer 6,20; 7,22; Miq 6,6-8).
La apertura del oído se ha transformado, en el griego, en “formar un cuerpo”.
Siendo que el Cristo el que habla se refiere, evidentemente a lo que llamamos
la “encarnación” (Heb 2,14) y su obediencia (5,8-9) dadora de vida. Releyendo
el salmo el autor pone en boca de Cristo al entrar en la historia estar
palabras: vino – tiene un cuerpo – para hacer la voluntad de Dios, no para
ofrecer sacrificios. Es en la realización de la voluntad de Dios que se establece
el modo de relación con él, abrogando los sacrificios. Los sacrificios son
claramente ineficaces, en cambio por esta actitud de Cristo “quedamos
santificados” por la ofrenda de su cuerpo “de una vez para siempre” (en
contraste de los sacrificios que debían repetirse año a año, con lo que se
hacía patente la ineficacia (10,1). Así
afirma que “…mediante un solo sacrificio ha llevado a la perfección para
siempre a los santificados (10:14; ver v.18).
Resumen: las dos mujeres presentadas en los párrafos anteriores se encuentran, pero expresamente el relato presenta la superioridad del niño reconocido como “Señor”, el mismo título que se da a Dios gracias al salto del otro niño en el seno de su madre.
El
texto del Evangelio está armado de una manera sencilla al estilo abc a’b’c’:
A.- Al escuchar el saludo
B.- El bebé dio un salto en su seno
C.- Bendita tú, y bendito el fruto de
tu seno
X: llena del Espíritu Santo bendice a
María y a su niño (= “Señor”)
A’.- Cuando llegó a mis oídos la voz
de tu saludo
B’.- Saltó exultante el bebé en mi
seno
C’.- Feliz la que creyó que será
cumplido lo dicho por el Señor
Además,
el texto conforma una suerte de bisagra entre los dos anuncios de los
nacimientos de Juan (1,5-25) y de Jesús (1,26-38). Ambos anuncios presentan una
misión del niño por nacer, pero hay una serie de diferencias entre uno y otro
que quedan expresadas en el texto litúrgico de hoy. Los padres de Juan, como es
el caso de grandes personajes del A.T. son ancianos y la madre es estéril. Lo
que era visto como una maldición por parte de Dios es en realidad un hecho
pedagógico que prepara un nacimiento maravilloso de un personaje importante,
como es el caso de Isaac o de Samuel. En cambio lo que se afirma de la madre de
Jesús es que era virgen (lo que habla especialmente de su muy corta edad). El
nacimiento de Juan, entonces, debe entenderse como continuidad de grandes
nacimientos del AT mientras que el de Jesús expresa una radical novedad. Eso
queda expresado en la frase de Isabel a María: “la madre de mi Señor” (que está
en “X” del esquema de más arriba).
La
voz del ángel había presentado al hijo futuro de Zacarías e Isabel en
continuidad con Elías (1,17 ver Mal 3,23-24), pero Zacarías mismo señalará que
“será llamado profeta del Altísimo porque irá delante del Señor para preparar sus
caminos” (1,76).
El salto de gozo se repite en la cuarta bienaventuranza: Alégrense ese día y salten de gozo,
que su recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres
a los profetas
(6:23). Pero también se encuentra el término (saltar) en Mal 3,20 donde
se prepara la mención a Elías a la que recién hicimos referencia. En Gen 25,22
Jacob y Esaú se “chocan” en el seno de Rebeca que era estéril pero por
intercesión de Isaac pudo engendrar (v.21). Pero el salto del niño prepara a
Isabel para quedar “llena del espíritu santo”. Esta actitud de quedar
“lleno del espíritu” sólo se encuentra en Lucas en la Biblia (1,15.41.67; Hch
2,4; 4,8.31; 9,17; 13,9). En el Evangelio se dice de Juan, de Isabel y de
Zacarías mientras que en Hechos se dice de la Iglesia primitiva, los apóstoles,
Pedro y Pablo. El comienzo del obrar de Dios en la historia requiere que sus
ministros sean llenos del Espíritu para poder desempeñar cabalmente sus
servicios.
Lo
que Isabel dirá es “gritado con voz fuerte” pronunciando una doble
bendición (eulogéô) sobre la madre y el hijo (“bendito el fruto de tu
seno”, koilía). Esta bendición a la madre parece semejante a lo que una
mujer dice en “alta voz” una mujer entre la multitud: “bienaventurado el seno (koilía)
que te llevó”. Jesús en este texto afirma que “más bien” son felices (makarios)
“los que escuchan la palabra de Dios y la cuidan” (11,27-28). En esa misma
línea Isabel repetirá que María es “feliz (makarios) por haber creído que se
cumplirán (teleíôsis) las cosas dichas de parte del Señor”. María no es
bienaventurada por ser madre sino por su fidelidad a la palabra de Dios a la
que “cree”. Por eso es “la madre de mi Señor” (= Jesús) porque ha creído
las palabras del Señor (= Dios). Este reconocimiento público puede hacerlo
Isabel por estar, precisamente, llena del Espíritu Santo.
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