La entrada en el reino solo es posible poniendo a los pobres en el centro
DOMINGO VIGESIMOCTAVO - "B"
11 de octubre
Eduardo
de la Serna
Resumen: Salomón es un hombre como todos los demás, entonces, para gobernar a su pueblo pide a Dios sabiduría. La prefiere a todos los demás bienes y riquezas. Y al serle dada gratuitamente, todos esos bienes y riquezas le fueron concedidos por añadidura.
El
libro de la Sabiduría ha mencionado a Salomón (paradigma tradicional del sabio
para algunas corrientes de Israel) como un hombre semejante a los demás
(7,1-6). Precisamente por ser “uno más” es que suplica a Dios la sabiduría (cf.
1 Re 3,6-9.12; 5,9-14) y le es concedida. Esta sabiduría, señala el texto
litúrgico, es la verdadera y única riqueza que vale la pena. Estas palabras
enmarcan el relato encerrándolo:
a.- me vino un espíritu de
sabiduría (v.7)
b.- tuve en nada la riqueza
(v.8)
a.- con ella me vinieron todos
los bienes (v.11a)
b.- incalculable riqueza hallé
en sus manos (v.11b)
El
autor menciona una serie de valores importantes: cetros, tronos, riquezas,
piedras preciosas, oro, plata, salud, hermosura e incluso la luz. La sabiduría
es superior a todas ellas (debemos notar que bastante lejos está esto de lo que
sabemos del Salomón histórico, o del que otros libros bíblicos muestran).
Lo
que ocurre es que al conseguir esta ansiada sabiduría, todos los demás bienes a
los que se ha renunciado vienen añadidos (1 Re 3,13; Pr 8,17-21). Pero esta
sabiduría no es algo que se pueda alcanzar por las propias fuerzas, se trata de
un don gratuito de Dios que toca pedir.
Resumen: Concluyendo la referencia a la escucha de la palabra de Dios manifestada en Jesucristo, la carta a los Hebreos nos recuerda que la palabra se identifica con Dios mismo y puede mirar nuestro corazón y nuestras intenciones.
La
“carta” a los Hebreos es una constante reflexión en clave simbólica (alegórica)
de muchos textos bíblicos. La Biblia invita a los destinatarios a la obediencia
(confrontando con la “desobediencia” (4,6.11), a la recepción de la “buena
noticia” (4,1-5). La llegada de Josué a Canaán fue un simple anticipo
simbólico de “otro” lugar de “descanso” para el pueblo de Dios (4,9),
otro lugar que es el mismo Cristo. No
hemos de imitar aquella “desobediencia·” sino por el contrario, “esforzarnos”
por entrar por la fe (v.3) en ese “descanso” (v.11). Todo esto lo afirma la Palabra
de Dios (v.2). A modo de conclusión breve, el texto señala el rol que esta
Palabra de Dios tiene para los creyentes (texto litúrgico de hoy): es
notablemente eficaz y permite el discernimiento.
Como
en Sabiduría 18,14-16; 7,22-24 la palabra aparece como “personificada”,
es “viva” (cf. Is 40,9) y “eficaz” (cf. Is 55,10-11), y como
“divina” (esta palabra que “ve” se identifica con Dios mismo) puede ver
todo, juzgar todo. Esta palabra (logos) ve todo y todo queda
manifiesto ante Aquel a quien hemos de rendir cuentas (logos). La
imagen de la espada de dos filos, capaz de decapitar y penetrar hasta lo
profundo es metáfora del discernimiento (“penetra hasta la separación
del alma y el espíritu”, psyjês kaì pneumatós; “discierne / juzga
sentimientos y pensamientos del corazón”). Ya los salmos habían señalado la
imposibilidad de ocultarse de la mirada de Dios (Sal 139,11-12).
Resumen: Continuando la presentación del Reino el Evangelio muestra una enseñanza por la via negativa: un rico que pregunta por la “vida eterna” pero no acepta el mensaje del reino porque prefiere sus bienes, y los discípulos que dejan todo para seguir a Jesús, aun con persecuciones y reciben la “vida eterna”
El relato del Evangelio nos
presenta dos textos independientes aunque unidos por el sentido que en Marcos
tiene la unidad literaria. El primero, además, tiene dos partes inseparables
pero distinguibles: la interrupción del camino de Jesús por un rico que lo
interroga, y el diálogo de Jesús con los suyos sobre el mismo tema una vez que
este se ha ido. El segundo comienza con una pregunta de Pedro a Jesús con lo que
concluye toda la unidad literaria comenzada por el segundo anuncio de la pasión
y su correspondiente malentendido de los discípulos.
La escena comienza mostrando
a Jesús que va a ponerse “en camino” y es detenido por uno que se arrodilla
ante él. No ha de dejarse de lado esta imagen ya que – como se verá en el
desenlace – esta persona no se puso finalmente en camino “detrás de Jesús”. El
contraste, además, queda marcado por la “corrida” del varón rico que detiene el
camino (en seguida se remarcará que es “camino a Jerusalén, 10,32). La actitud
de “arrodillarse”, un gesto humilde de petición reverente, es la misma que
había tenido el leproso (1,40). Lo que el hombre pide es “heredar vida eterna”.
Fuera de este texto (y el de Lc 10,25 inspirado aquí), sólo en Tito 3,7
encontramos la herencia de “vida”. Lo que normalmente se “hereda” es la tierra
(tierra familiar o “la” tierra prometida). Incluso en el post-exilio este
anuncio de herencia puede tener connotaciones escatológicas. Pero no se hace
referencia a la vida como herencia. Pero en la literatura apócrifa se da un paso
más:
“… los caminos de los hombres siempre están patentes ante Él, y conoce lo oculto del corazón antes que se haga realidad. Por ello la herencia de los pecadores es el Hades, la tiniebla y la perdición; no se les encontrará en el día de la misericordia sobre los justos. Mas los santos del Señor heredarán una vida llena de alegría”. (Salmos de Salomón 14,9-10)
Cuando el ángel le presenta
al vidente cuatro nuevos rostros, le interpreta:
“El primero es Miguel… el segundo Rafael… el tercero Gabriel… y el cuarto, llamado Fanuel, encargado de la penitencia para esperanza de los que heredarán vida eterna” (1 Henoc 40,9)
A la pregunta el rico le
acota: “maestro bueno”. Señalar a alguien como “bueno”, aunque no es cotidiano
no es tampoco infrecuente. Sin duda el título se dirige primordialmente a Dios
(cf. Sal 25,8; 34,9; 73,1; 100,5; 106,1; 107,1; 118,1.29; 143,10; 2 Cro 30,18; Esd
3,11; Sab 15,1…). La frase del rico intenta señalar que Jesús enseña el camino
de Dios, pero Jesús establece distancia. Manifiesta su lugar, especialmente
interesante ya que en Marcos es una crítica de los escribas y sacerdotes a
Jesús su pretensión de ocupar un lugar que sólo pertenece a Dios (2,6-7; 14,61-64).
Recién después de esta aclaración Jesús responde la pregunta.
La respuesta, sin embargo,
no es precisa: “conoces los mandamientos (entolàs)”. En general, por “mandamientos”
se entienden los así llamados “Diez mandamientos” de la Ley de Moisés, pero
para los fariseos se cuentan también los textos “no escritos” de la tradición
(cf. 7,8-13), y para los esenios cuentan los textos según son interpretados por
el Maestro de Justicia:
“Pero los que se quedaron firmes en los preceptos de Dios, con los que se quedaron en medio de ellos, Dios estableció su pacto con Israel para siempre, revelándoles asuntos ocultos en el que todo Israel había ido por mal camino: [falta] sus santos sábados y las gloriosas fiestas, sus justas estipulaciones y sus sendas veraces, y los deseos de su voluntad que el hombre debe hacer para vivir por ellos” [cf. Lev 18,5]” (Documento de Damasco 3,12-16; siendo que en v.20 habla de “vida eterna”, es probable que “vivir por ellos” refiera también a vida eterna).
Sin dudas en el contexto de Jesús las diferentes opiniones han de ser
tenidas en cuenta. Sin embargo, en el texto Jesús alude al Decálogo, y en
concreto a los mandamientos que hacer referencia a las relaciones
interpersonales.
Los primeros cuatro mandamientos citados aluden a Ex 20,13.14.15.16 / Dt
5,17.18.19.20 en una versión próxima a LXX (la del “falso testimonio” está
abreviada): no matarás, no adulterarás, no robarás, no darás falso
testimonio.
El quinto mandamiento citado, “no estafarás”, no está en el Decálogo
(cf. Ex 21,10). Puede aludir a Lev 6,1-7 o a Mal 3,5. Pero es evidente que el
texto contra la explotación y la injusticia están puestos aquí ya que se trata
de una persona rica; la injusticia y la opresión son una tentación constante
para las personas con poder económico.
El sexto (“honor al padre y madre”) retoma Ex 20,12 / Dt 5,16 en una
lectura abreviada de LXX. Es curiosa la ubicación aquí ya que tanto en la Biblia
hebrea como en LXX, en Éxodo como en Deuteronomio la referencia a los padres antecede
a los restantes. Quizás sirva para recordar el “korbán” “ley humana” con
la que se viola los mandamientos de Dios y se “defrauda” a los padres (7,9-13).
El varón ha entendido y ya lo llama simplemente “maestro” (sin
acotar “bueno”) y le indica que todo eso lo ha respetado desde su juventud
(no es un joven sino un adulto). Esto provoca en Jesús una mirada
afectiva: el rico tiene muchas potencialidades para ser discípulo. Aparentemente
“una cosa (le) falta” para ser discípulo de Jesús. Todo indica
que eso es lo que el rico espera que Jesús le señale.
“Vender todo” es un término extraño. El verbo “vender” (se encuentra
solo x38 en la Biblia y en la mayor parte de las ocasiones es algo negativo, o
propio de los paganos). Sin embargo, no sólo aquí hay una relación entre “vender”
y tener un “tesoro en el cielo”: En el AT el “tesoro de los cielos” se
refiere al agua / lluvia (Dt 28,12; Jer 10,13; 28,16; Mal 3,10). Ya Mt 6,20
invitó a poner el tesoro en los cielos y no en la tierra ya que allá no hay
polillas ni ladrones, y Lc 12,33 lo relaciona con la limosna:
“Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla”. (Lc 12:33)
El criterio, es que “donde
está tu tesoro está tu corazón” (Mt 6,21 / Lc 12,34) y el Reino se compara a un
tesoro escondido (Mt 13,44); según dónde estén las cosas que más se valora
(tesoro) hacia allí se dirigirán las decisiones (corazón)… El “cielo”,
donde tendrá un “tesoro” se asemeja así a la “vida eterna” que el
rico pretende. Pero esta “herencia” que pretende es inseparable de la
suerte de los pobres, sus hermanos.
Pero aunque el hombre tenía
potencialidades de discípulo no responde como los otros “dejando todo”. Muestra
así que no ha sabido valorar sabiamente la “vida eterna” que pretende
prefiriendo sus “muchos bienes”. La reacción es sombría, aterrada, de
espanto. En vez de “seguir” a Jesús, “se marchó” y Marcos acota “entristecido”
(cf. 14,19).
Toda la escena anterior
sirve de motivación para el desarrollo temático que sigue y por tanto se han de
distinguir pero no separar.
En el texto explicativo hay
tres dichos de Jesús que separan dos actitudes de sorpresa de los discípulos en
un clásico esquema de Marcos A B A’ B’ A’’.
Si Jesús en v.21 “miró”
al rico, ahora “mira alrededor” (v.23) y concluye “mirándolos”
(v.27 para el dicho final). El acento está ahora puesto en los discípulos que
sí siguieron a Jesús (cosa que en la próxima escena dirá Pedro).
El Reino (en vv.23.25
como en v.15) es presentado como un lugar al que se “entra”. Las
posesiones se presentan como un obstáculo para “entrar” en el Reino. La
sorpresa de los discípulos es razonable en su ambiente: las posesiones eran
vistas habitualmente como un signo de la bendición de Dios. Así, entonces, se
comprende mejor la segunda intervención de los discípulos: ¿quién podrá
salvarse? Si no pueden “entrar” los que son bendecidos por Dios mucho menos
lo serán los que Dios rechaza (o los que no bendice tanto):
“Y si tú escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios, cuidando de practicar todos los mandamientos que yo te prescribo hoy, Yahveh tu Dios le levantará por encima de todas las naciones de la tierra, y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones siguientes, por haber escuchado la voz de Yahveh tu Dios (…) Yahveh te hará rebosar de bienes: frutos de tus entrañas, frutos de tu ganado, y frutos de tu suelo, en esta tierra que él juró a tus padres que te daría. Yahveh abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y para bendecir todas tus obras. Prestarás a naciones numerosas, y tú no tendrás que tomar prestado”. (Dt 28:1-12)
“La bendición de Yahveh es la que enriquece, y nada le añade el trabajo a que obliga”. (Pr 10:22)
Y las
bendiciones son fruto de haber cumplido los mandamientos, cosa que el rico ha
manifestado practicar. La inversión contracultural de Jesús es evidente.
En un
primer momento la referencia es que entrar al Reino es difícil, y se
entiende que lo es para todos, y prepara el dicho que más adelante se detendrá en los ricos.
La imagen del “camello” y la “aguja” pretende evidentemente ser
chocante y expresar algo desde todo punto de vista imposible. Lo absurdo de la
imagen tiene como objetivo alertar cuánto perjudican las riquezas para entrar
en el reino.
Obviamente,
si ante el primer dicho los discípulos se manifiestan sorprendidos (el
verbo thambéô sólo se encuentra en Marcos en el NT: 1,27; 10,24.32),
ahora los vemos extremadamente asombrados y – como es frecuente
en Marcos: malinterpretando el mensaje de Jesús (especialmente en esta unidad).
Esto
lleva a la mirada final de Jesús señalando que la entrada en el reino /
salvación es imposible para los hombres y – contrastante – todo es
posible para Dios. La vida eterna / entrada en el Reino / salvación
(como se ve en paralelo en esta unidad) sólo es posible por iniciativa divina
(el reino es pura gratuidad, acotemos). Pero hay quienes se resisten a entrar
ya que sus corazones direccionan sus vidas en otro sentido. El rico no quiso
dar el paso que Jesús le proponía, eligió no “heredar vida eterna”. Jesús lo
invitó a participar del reino, entrar en él. Esto implicaba reconocer a los
pobres como sus hermanos, y aceptar esta fraternidad como superior a sus
bienes. La imposibilidad de “entrar” de los ricos viene dada, precisamente, en
que no dejan a Dios reinar en sus vidas. Si lo permitieran, Dios obraría el
imposible de la salvación; pero al no abrirse al discipulado de iguales, al
reconocimiento de los pobres como quienes son expresión del “tesoro en el cielo”,
Dios no puede obrar. Es que el rico se marchó, eligió no seguir a Jesús.
Una nota
sobre el camello y el ojo de una aguja: Jesús elige claramente utilizar una
imagen escandalosa para subrayar la imposibilidad. Ciertamente es imposible
para un “camello” pasar por el “ojo de una aguja”. Es ciertos ambientes esto
causa molestia e incomodidad, y se ha preferido suavizar el dicho, y así el “camello”
sería una soga gruesa, o “la aguja” sería una puerta. Estos intentos parecen
distorsionar el sentido claramente provocativo (y contracultural) de Jesús; y
reflejan quizás un intento de no quedar mal con algunos sectores. Pero el sentido es
claro, y no debería “domesticarse”. La imagen, por ejemplo, también es usada
por el Talmud:
“Raba dijo: Esto se demuestra por el hecho de que a un hombre nunca se le muestra en un sueño una palma datilera de oro, o un elefante que pasa por el ojo de una aguja” (Talmud, Berac 55b).
Los discípulos comprendieron bien la imposibilidad.
Marcos concluye así una unidad sorprendentemente contracultural:
una sociedad estructurada o centrada en los varones, adultos y bendecidos en
sus bienes se encuentra con que el anuncio del reino que Jesús propone invierte
los esquemas y destaca a las mujeres, los niños y los pobres. Dios quiere
reinar sobre todos, y el modo visible de notar este reinado se verifica en
nuestra mirada precisamente en aquellos que no son tenidos en cuenta. Para que
se visibilice la universalidad del reino de Dios ésta se ha de ver en los últimos.
De eso se trata.
Como se dijo, el rechazo del rico de seguir a Jesús contrasta
con el seguimiento de Pedro y los demás discípulos. Los ejemplos son
contrastantes. El texto del rico es una “enseñanza por vía negativa”. Esto
permitirá a Jesús mostrar las consecuencias de la aceptación de su mensaje y la
recepción de “vida eterna” (v.30), lo que el hombre había pedido, pero
no aceptado. A diferencia del rico “nosotros hemos dejado todo y te hemos
seguido”. El Evangelio ya había indicado que los pescadores dejaron sus
familias o Leví su mesa de impuestos (1,20; 2,13-14). Ya sabíamos que hay un nuevo modo de ser familia en el
discipulado (3,31-35), en la nueva “casa” que es la comunidad.
Al hacer referencia a la “casa” alternativa que Marcos propone, tenemos que
recordar que el modelo greco-romano de “casa” indicaba que un buen “amo de
casa” (oikodespotes / paterfamilias) debía “someter” a su mujer, a sus hijos y
a sus esclavos. Una casa bien ordenada requería este sometimiento. En las
cartas deuteropalinas se ve un modo de adaptación a este modelo aunque
manteniendo elementos propios (Col 3,18-4,1; Ef 5,21-6,9). Aristóteles aclarará
que hay un cuarto elemento que se suma a la relación con la mujer, los hijos y
los esclavos y es la relación con el dinero:
“Ahora que conocemos de una manera positiva las partes diversas de que se compone el Estado, debemos ocuparnos ante todo del régimen económico de las familias, puesto que el Estado se compone siempre de familias. Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres. Pero como para darse razón de las cosas es preciso ante todo someter a examen las partes más sencillas de las mismas, siendo las partes primitivas y simples de la familia el señor y el esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos, deberán estudiarse separadamente estos tres órdenes de individuos para ver lo que es cada uno de ellos y lo que debe ser. Tenemos primero la autoridad del señor, después la autoridad conyugal, ya que la lengua griega no tiene palabra particular para expresar esta relación del hombre a la mujer; y, en fin, la generación de los hijos, idea para la que tampoco hay una palabra especial. A estos tres elementos, que acabamos de enumerar, podría añadirse un cuarto, que ciertos autores confunden con la administración doméstica, y que, según otros, es cuando menos un ramo muy importante de ella: la llamada adquisición de la propiedad, que también nosotros estudiaremos”. (Aristóteles, Política II 1253b)
Es importante notar que en esta larga unidad de Marcos, Jesús plantea una
relación con los niños (“hacerse como ellos”, 10,14), “hacerse servidores (diákonos)”
y “esclavos” (doulos” (9,35; 10,44), el varón no puede disponer de la mujer como
una propiedad (10,5) y debe compartir sus bienes con los pobres (10,21). La
"casa" de Marcos es sumamente marginal con la “casa” de su ambiente. De eso se
trata el Reino de Dios, de un “discipulado de iguales”.
Jesús pasa a ejemplificar este “dejar” destacando
una serie de cosas: nadie que haya
dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda (v.29) y se
contrasta con que esos recibirán “el ciento por uno en casas, hermanos,
hermanas, madres, hijos y hacienda” (v.30). Esto lo recibirán “ahora, al
presente” (nyn en tô kairô) pero también hay algo que “recibirán”
en el “mundo (aiôn) por venir”. Este contraste entre dos mundos es
frecuente en la literatura apocalíptica.
Por un
lado llama la atención que en lo que ahora se recibirá, se repita la lista
anterior pero se omiten “padres”. Es que en la comunidad-familia que
Jesús inaugura en el discipulado no hay “cien” padres, sino un solo Padre,
Dios. El resto es un mundo que se comparte, y se abre a los bienes (casa y
hacienda) y fraternidad universal. El sentido de este “dejar” es “a causa de
mí y causa del Evangelio”. El seguimiento de Jesús, la buena noticia del
reino es la que da sentido a este dejar todo. Al descubrir el sentido de esto
es que se encuentran los cientos de hermanos, madres, casas…
Sin embargo
Marcos no omite que esto supone también persecuciones. Ya sabemos que a
Jesús lo van a matar (el marco de los anuncios de la pasión es donde se
encuentra esta escena y a continuación de esto repte el tercer anuncio). Ya
habíamos encontrado el término persecución (diôgmós) en la
lectura alegórica del sembrador. La persecución a causa de la palabra hace que
la “semilla sembrada” sucumba enseguida (4,17). Sin duda el marco histórico del
Evangelio, sea la así llamada “persecución de Nerón”, o la persecución a judíos
(y por tanto también a seguidores de Jesús) en el marco de la guerra judía ubica el
texto en un contexto propio de la comunidad de MArcos.
La persecución
que espera a Jesús en su llegada a Jerusalén también espera a los discípulos en
su vida cotidiana a causa de Jesús y del anuncio de la buena nueva del reino;
ese reino contracultural que el evangelio no duda en presentar. Pero la muerte
no tiene la última palabra y a estos (los discípulos, los destinatarios del
Evangelio) – como a Jesús – les espera “vida eterna”, la misma que no
aceptó el rico.
Foto
tomada de revistamacedoniobelarte.blogspot.com
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