El Romero de la historia
Eduardo de
la Serna
La gran teóloga Elisabeth Johnson
hablando de la relación entre el Jesús histórico y la teología afirma:
…la imaginación sobre Jesús despierta la imaginación de la Iglesia para descubrir la humanidad genuina del profeta escatológico de Nazaret. Alimentada por la investigación sobre Jesús, una comprensión más clara de la humanidad del Jesús histórico ofrece ahora a la cristología un punto de partida nuevo, que resulta al mismo tiempo antiguo. En vez de comenzar en el cielo y trazar un modelo descendente, viendo a Jesús como la Palabra de Dios que se hace carne (cristología desde arriba, modelada sobre el evangelio de Juan), las líneas maestras de la cristología contemporánea comienzan desde la tierra con Jesús de Nazaret y trazan un modelo ascendente, partiendo de la vida de Jesús, a través de su muerte y de su resurrección gloriosa (cristología de abajo, modelada a partir de los evangelios sinópticos). Cuando se exploran los aspectos de este cambio de paradigma, en la línea del modelo ascendente, resulta cada vez más difícil ignorar la plena humanidad de Jesús. [“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Investigación sobre Jesús y fe cristiana” en Jesús. Un coloquio en Tierra Santa].
Sin duda esto es sumamente crítico y
difícil de aceptar por algunos teólogos demasiado estructurados; basta con ver
la reacción frente a los escritos cristológicos de Jon Sobrino, y – más patético
(por iletrado) aún – frente a José Antonio Pagola [El debate en
torno a Jesús, aproximación histórica]. Pero no pretendo detenerme
en este aspecto sino tomarlo como analogía:
La clásica referencia al “Jesús de la historia y al Cristo de la fe”
me permite sospechar que para algunos hay un Óscar Romero de la historia y un “arzobispo
de El Salvador” de la fe. Y así como poner las raíces en Jesús nos permite entender
muchas apreciaciones sobre Cristo, y poder entenderlas, iluminarlas o
descartarlas (sin la encarnadura del Jesús histórico casi cualquier cosa podría
decirse de Cristo sin un criterio objetivo que lo “aterrice” o que lo rechace
por incongruente). Con la beatificación por delante, se empiezan a escuchar
cosas del arzobispo de la fe que no parecen muy coherentes con el Oscar de la
historia. Veamos simplemente algunas:
- Romero fue escogido arzobispo de El Salvador por su cercanía con la oligarquía. Obispo conservador, espiritualista era ideal para un momento histórico donde la violencia, la injusticia, la dictadura prefería un obispo que hablara de la oración o de las almas del purgatorio antes que de la justicia o de los pobres. Pero… como persona sensible a las cosas de Dios, Romero se dejó convertir por los pobres (como le ocurrió a Raúl Vera en México o a Carlos Mugica en Argentina, por ejemplo). Los pobres le mostraron un camino de fidelidad, y Romero supo verlo, escucharlo y seguirlo. La sangre derramada por Rutilio Grande le lavó la ceguera (notable, porque mucha más sangre derramada no sirvió para abrir los ojos de otros tantos jerarcas).
- Romero empezó a escuchar todas las voces que le permitieran entender y tener palabras para hablar en nombre de Dios a su tiempo. Equipos de derechos humanos, juristas, y – sobre todo - los pobres, supieron “enseñarle a leer el Evangelio” (como afirma Pedro Casaldáliga).
- Romero tuvo que confrontar con sus “hermanos obispos” y la curia romana que le cuestionaron sus opciones pastorales, teológicas e históricas. Se suponía que el arzobispo debía tener buena relación institucional con el Gobierno. Esto motivó que se enviara un veedor para informar al Papa sobre el gobierno pastoral de Romero, un arzobispo. Fue enviado Antonio Quarraccino (argentino), gente de López Trujillo, presidente del CELAM que defenestró la pastoral de Romero recomendando nombrarle un “administrador apostólico” (algo ya insinuado por el cardenal Baggio, presidente de la Comisión para América Latina). Siendo que incluso una carta de Romero al Papa llegó a la embajada de los EEUU en El Salvador, indicio de que desde el Vaticano la habían reenviado alguna relación había "entre Roma y Washington". Cuando la universidad de Georgetown (Washington) decide darle un doctorado honoris causa este quiso ser frenado por el cardenal Garrone, prefecto de la Educación Católica; finalmente otorgado en la catedral de El Salvador, el nuncio estuvo ausente y el cardenal Baggio lo calificó de “trampa política”. Incluso la carta de Romero al presidente Carter rechazando el envío de armas a su país llegó al Vaticano en menos de 24 hs. Es interesante también (como ocurrió en otros casos con otros obispos) el pedido de audiencia con el Papa Juan Pablo II fue demorado y frenado por la burocracia que demostraba no querer que el Papa se encontrara con el obispo. Fue necesaria la intervención del cardenal brasileño Aloisio Lorscheider para que se lo envíe como nuevo veedor presentando un informe totalmente contrario al anterior. La curia vaticana, la curia salvadoreña fueron decisivos en la sensación de soledad y el abandono real que padeció Romero.
- La figura de Romero fue totalmente bloqueada en la curia romana. Es conocido el caso del cardenal Francisco Javier Nguyen Van Thuan, que predicaba los ejercicios espirituales para la Curia Romana y el Papa (año 2000), en ellos, él recordó a Romero como uno de los grandes testimonios de fe de nuestros tiempos. Al final de las meditaciones se le acercaron algunos purpurados latinoamericanos que le recriminaron: “estaba exaltando a un sacerdote controvertido y para algunos, hasta subversivo”. Cuando se publicaron esos ejercicios, el nombre de Romero, había desaparecido…
- Pero ya empezó a desbloquearse el proceso de beatificación a partir de la “Positio” escrita por Roberto Morozzo della Rocca y luego de los escritos de Jesús Delgado. Ambos señalan que Romero era distante de la teología de la liberación. Así decía Morozzo: “Romero no asistió a sus numerosos congresos, no publicó libros junto a ellos ni los citó en sus escritos o homilías”. Quizá haya intentado allanar el camino a la beatificación al afirmar esto ajeno a la verdad. Dejando de lado que no es habitual que en homilías se citen teólogos, que no queda claro a qué congresos o libros se refiere, sino que además – lo hemos afirmado en otro lado – Romero expresamente dice, cuando recibe el doctorado honoris Causa de la universidad de Lovaina (menos de 2 meses antes de su asesinato, 2 de febrero de 1980):
«Esa fundamental verdad de la fe cristiana la vemos a diario en las situaciones de nuestro país. No se puede ofender a Dios sin ofender al hermano. Y la peor ofensa a Dios, el peor de los secularismos es, como ha dicho uno de nuestros teólogos: " el convertir a los hijos de Dios, a los templos del Espíritu Santo, al Cuerpo histórico de Cristo en víctimas de la opresión y de la injusticia, en esclavos de apetencias económicas, en piltrafas de la represión política; el peor de los secularismos es la negación de la gracia por el pecado, es la objetivización de este mundo como presencia operante de los poderes del mal, como presencia visible de la negación de Dios"». (P. Ellacuría, Eca n. 353, p. 123).
Un discurso en un doctorado honoris causa parece una ocasión apropiada para “hacer teología”, y para citar teólogos. Curiosamente, Ellacuría era teólogo de la liberación. Parece que los leyó, los utilizó teológicamente y parece cercano a ellos...
- Finalmente una nota: ¿qué entienden algunos que es o debiera ser la teología de la liberación? (para saber si alguien es o no de tal corriente teológica). La frase de Gustavo Gutiérrez de que no está preocupado por el futuro de la teología de la liberación sino por “¿dónde dormirán los pobres?” o de Pedro Casaldáliga: “Sólo quedan los pobres y Dios” invita a pensar que pueden ponerle el nombre que quieran al pensamiento teológico de Romero, pero la centralidad de los pobres, su búsqueda de justicia y liberación, la lucha por los derechos humanos, el dejar iluminar la realidad con la Palabra de Dios, y la centralidad de la política, el amor a los mártires, el conflicto con los poderosos y hasta una cierta conflictividad eclesial se parecen bastante a la Teología de la liberación. Y por allí el dicho dice que si mueve la cola como perro, ladra como perro, y tiene forma de perro, seguramente es un perro.
El
Romero de la historia puede pretender ser deformado por el “arzobispo de la fe”,
y muchos celebrarán a éste y lo llevarán a sus altares. Monseñor Piglia dijo
que “Romero no necesita ser beatificado, lo precisamos nosotros”. ¡Es verdad!
Romero no lo precisa, ya está “en la gloria de Bernini” (Casaldáliga), pero tampoco lo precisa
el pueblo que ya lo ha canonizado hace años. Lo precisa el episcopado
latinoamericano para ver qué obispos para qué Iglesia pide Jesús en la historia
de nuestro continente. Y el Romero de la historia sigue siendo un desafío
constante. Un profeta que en nombre de Dios sigue hablando y molestando.
Foto tomada de site.adital.com.br
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