Pensando el odio
Eduardo de la Serna
Porque Cristo es nuestra paz, el que
de dos pueblos hizo uno solo, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la
hostilidad. (Efesios 2:14)
Suele decirse que el odio es lo contrario del
amor, y es muy posible que así sea. Sólo cuando el amor se entiende como un
mero sentimiento superficial se puede pensar que lo contrario es una
"grieta". El amor es un compromiso militante y no impide las
diferencias, las discusiones o los conflictos. La frase característica de que no
hay que hablar de fútbol, religión y política más que hablar de una
supuesta búsqueda de "paz" habla de limitaciones y pobreza y también
de intolerancia. ¿Cuál es el problema de que haya discusión o disenso? El
problema es la agresión, la violencia… el odio, no las diferencias.
Tengo muchos amigos con los que pensamos
distinto, y hasta ¡muy distinto!, sin que eso sea obstáculo a la amistad. Y no
precisamos poner vetos temáticos en los encuentros.
Pero hay problema cuando lo que hay es odio.
Manifiesto o encubierto. El odio no es una grieta, sino un muro. La grieta
puede saltarse o pueden construirse puentes, pero el odio impide el encuentro.
Especialmente porque ese encuentro no se pretende.
Puede manifestarse de diversos modos, pero allí
está... se puede pretender la destrucción del otro o de sus ideas, o
simplemente negarlo o ignorarlo. Puede ser un rechazo al diferente o
considerarlo inferior (aunque no se diga expresamente ya que eso sería
'políticamente incorrecto').
Y tengo que señalar que en estos tiempos se
palpa, se siente mucho odio. Y curiosamente, trasladándo la responsabilidad al
otro... odio al pobre, pero visto como “negros que no trabajan”, al
cercano al gobierno, pero planteado como “choriplanero”, y - por
supuesto - vale también para los extremismos, terrorismos y
fundamentalismos.
Me resulta curioso - y a veces amargante - ver
algunos de los comentarios a notas en los diarios o en las redes sociales,
cargadas de odio o desprecio. Y en ningún momento con la actitud de escucha, de
pensar, de mirar lo que el otro o la otra está diciendo. No significa que se ha
de estar de acuerdo, por supuesto. Pero si el punto de partida, antes de leer,
antes de escuchar es el rechazo, el desprecio, o la negación, el encuentro es
imposible. E imposible simplemente porque no se pretende.
Afirmar que “nada de lo que digas o pienses me
interesa” vuelve imposible el encuentro, imposible el diálogo. Es ubicarse
voluntariamente detrás de un muro para no ver ni oír al otro. Y - repito - lo
más triste es escuchar eso responsabilizando al otro por eso. Decir al otro “parecés
un panelista de 6,7,8" es negar toda sensatez, toda razonabilidad en
el otro. No es diálogo, no es escucha, es “eso no merece ser escuchado”.
No afirmo que se ha de estar de acuerdo, sino que se ha de escuchar si de
encuentro hablamos, o "estar juntos" se proclama. Pero despreciando o
negando la opinión del otro no hay construcción sino rechazo: “si estás ahí,
no me interesa escucharte”.
Pero mirar “desde arriba” (me recuerda esas
ciudades mayas donde las elevaciones y túneles impedían que la élite monárquica
y sacerdotal se juntara con la “chusma”; o a las lanchas de Nordelta a Puerto
Madero, quizás) y no mirar desde el encuentro, eso no es convivencia... Me
resulta curioso que el que pregona “cambiemos” se preocupe si su contendiente
en un debate “ha cambiado”, pero no hacia dónde él quisiera. ¿Es acaso
el garante de la ortodoxia del cambio? Tengo claro que la conversión es un
cambio. El pecado también.
Los antiguos moralistas hablaban de “odio al
pecado y amor al pecador”, a lo mejor allí empiece el verdadero cambio, el
del amor que vence al odio. El que derriba los muros de la indiferencia, la
soberbia, la negación o rechazo del pobre, del diferente.
El cambio no es simplemente el de los globos,
sino el del encuentro. Pero encuentro que, como el fuego, para que sea
universal ha de empezar por abajo, por los pobres, los despreciados, los
excluidos. encuentro imposible con el que elije situarse detrás de un muro. El
odio también es un cambio, es edificar muros, es hacer un país para pocos, es
desprecio o ninguneo, es mirar desde arriba... Para ese cambio... ¡no gracias!
Foto tomada de www.elmercuriodigital.net
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