Un comentario a los comentarios
Eduardo de la Serna
Es un fenómeno extraño ver en diferentes ocasiones los comentarios
que lectores, oyentes, etc… hacen a las opiniones de otros. Sin duda es una
interesante herramienta que permite entrar en diálogo, formular preguntas,
encarar nuevas aristas no pensadas, escuchar otras campanas, etc. Pero – y a esta parte de la cuestión, no a la
anterior, me quiero referir – también hay
espacio para descargas casi cloacales, campañas pagas para inundar con nombres
falsos las redacciones o audiencias (es lo que llaman “trolls”). Así, los
lectores u oyentes creeremos que “la gente” está de otro lado, o tiene otra
opinión… Si hasta en la excelente serie “Los Simuladores” mostraron una escena
de estos “operadores”. Pero tampoco esto, parte de la campaña política (o
anti-política) me interesa, sea en los comentarios de diarios, mensajes en
radios, o algún programa del domingo a la noche por la Tele. Sigue siendo lo
mismo, que no merece análisis, sino simplemente estar alerta.
Me interesan los comentarios a artículos. Es más, me detengo en
especial a lo que pude ver en Facebook. Como no consumo Facebook veo lo que otros
me han mostrado. Y tampoco me refiero a los comentarios de amigos que felicitan
por una foto, que halagan a una persona o comentan brevemente un hecho, ni
siquiera al “me gusta”. Lo que me llama la atención – en este caso – es otra
cosa: hay comentarios que manifiestan a las claras simplemente que solo
interesa “comentar”, pero no han leído el texto. Algo necesitan decir y lo
dicen (con derecho, que eso no se cuestiona) pero poco o nada tiene que ver con
lo publicado. Otros contestan cosas que no se han planteado, que es como preguntar
cómo te llamás y responder 26 años. Otros responden lo que han querido escuchar
(y sería recomendable – si de diálogo hablamos – escuchar / leer bien lo que el
otro o la otra plantea antes de empezar a hablar, ¿no? Para que sea encuentro y
no bi-monólogo). Otros agreden, como si eso fuera respuesta, o como si
calificar o descalificar al que dice algo calificara o descalificara su opinión
(me han preguntado, por ejemplo, ¿y vos qué haces? Y no me interesa responder.
No importa si soy el tipo más coherente o más incoherente del planeta. En esto,
lo que cuenta es si lo que se escribe / dice es o no sensato, valioso, aporte,
o no lo es).
También me resulta curioso aquellos que en algo publicado en Facebook
“me” contestan o preguntan como si yo estuviera del otro lado (¡no tengo Facebook!,
lo repito) y también casos aislados… me mostraron algunos comentarios a lo que
escribí del viaje del Papa respondiendo con slogans, citas bíblicas, (y hasta algún
insulto, o alguno que parece casi despechado). Algunos parecen formateados por
la inundación visual de los Medios de Comunicación Social y pareciera que nada
pueda pensarse de otra manera, relativizarse, o hasta cuestionarse. Es notable.
Y, curiosamente, pensar distinto, o plantear, cuestionar (es decir “preguntar”)
es visto como no-constructivo, destructivo, etc. En lo personal creo que
preguntarse, dudar, tratar de aportar otra mirada es sencillamente sano,
humano, y cristiano. Evidentemente si escribo una opinión seguiré creyendo que
es la más sensata, o correcta, mientras – diálogo mediante – no se presenten
alternativas, matices, o críticas fraternas, pero – y sigo con el ejemplo del
viaje del Papa – si yo trato de pensar el sucesor de Pedro como obispo de Roma
y hago planteos que pretenden ser teológicos y por respuesta (además de
insultos o despechos) me “tiran por la cabeza” una cita bíblica (que es todo lo
contrario de lo que yo creo que debemos hacer al leer la Biblia) realmente no
veo diálogo posible. No veo viable comentar ese tal comentario, pero parece que
esa es parte de la ficción: las redes sociales – que tanto aportan – a veces
nos hacen creer que estamos comunicados solo porque hemos podido publicarlo, y
seremos felices cuantos más “me gusta” tengamos. En lo personal, los amigos y
amigas, ¡me gustan de carne y hueso!
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