Un economista cita a San Pablo
Eduardo de la Serna
Hay veces que uno sospecha que ya
ha llegado al colmo de la sorpresa, pero ¡no! Resulta que una y otra vez nos
sorprendemos con cosas hasta ayer impensadas. Podríamos pensar en la
creatividad que significa para ciertos medios que una vedette que “lee y escribe con dificultad” sea el
ariete político de algunos, o que un mismo conjunto presente dos candidatos
porteños a fin de parecer diferentes. Pero debo confesar que hoy mi sorpresa
llegó al éxtasis al ver una nota de Orlando Ferreres en el diario “tribuna de doctrina”, paladín de la
derecha y el establishment, aunque bastante venido a menos, debemos reconocerlo
vistas algunas firmas. La nota de marras se titula “San Pablo y los políticos argentinos” [http://www.lanacion.com.ar/1806540-san-pablo-y-los-politicos-argentinos].
Y cuando uno esperaría que aludiera a la ciudad brasileña, caracterizada por su
política conservadora y liberal, resulta que ¡no!, se refiere a Pablo, el
apóstol; ¡el economista cita la Biblia! No repuesto de mi asombro leo la nota y
ya no me asombro porque sé que estoy leyendo La Nación. La “normativa paulina” del
“exégeta” toca a políticos, empresarios y sindicalistas, sin mención alguna a
economistas. Parece que “ellos” no tienen “moral”, simplemente buscan que “los
números cierren” (y con gente afuera, preferentemente). Quizás podamos suponer
que el error de los políticos es no dejarse manejar por los economistas, pero
eso no lo dice (esta vez). Tampoco me detengo en la lista de cosas que “¡los
políticos hicieron mal!” sin aludir a su propio paso por la función pública
durante ¡nada menos! que el menemato. Tampoco a que no se entiende qué tiene
que ver su mirada crítica de la reelección con lo que está diciendo… Dejo todo
eso para que siga en el universo de la nada. Pero quiero ir a lo mío, a San
Pablo.
No sé qué conocimientos de Biblia
tiene el economista (sancionado por el gobierno por falsear índices económicos,
y eso es “malo”, señor Ferreres), y de San Pablo en particular. Parece no
tenerlos. Cita un texto aislado, y totalmente sacado de contexto (que nos
recuerda cuando su jefe político citaba los dos únicos textos que conocía sobre
los pobres y sobre los tibios). Pablo está hablando de “la Ley” y en el texto
se refiere a la Ley judía (la Torá). Esto también se ha usado para señalar el
antisemitismo de Pablo, pero no es el caso comentar semejante absurdo leyendo a
“Pablo, el judío”. Pablo está aludiendo a la incapacidad, la debilidad para ser
plenamente fieles a la voluntad de Dios. Es para eso que Dios dio “la ley”,
pero esta no ha alcanzado su objetivo. Por eso Pablo señalará, más adelante, el
rol del “espíritu” como el que nos da
la fuerza (la gracia) para poder lograr el objetivo de la fidelidad. De hecho,
precisamente lo que está destacando acá (y sería escándalo para la pseudo-exégesis
del economista) es que estando unidos a Cristo somos libres del pecado, libres de la muerte y libres de la ley. Pero
llevando al sumum su exégesis, el gracioso afirma que el pecado, “en política
se llama corrupción”. Yo imaginaba que lo que es contrario a la voluntad de
Dios (de eso se trata todo) es que haya pobres; y las causas no parecen estar
en la corrupción sino en modelos que alientan y favorecen a los ricos, a la
explotación, la desocupación, excluidos, hambre… Lo que Dios quiere (Dios,
Ferreres, ¡Dios! No el FMI… ¡Dios!), es que todos vivan, y vivan plenamente. Todos.
Todo lo que se opone a eso es el pecado. Así, “el pecado”, como una fuerza que
domina, y que mata. El pecado en política se llama hambre, se llama exclusión,
se llama desocupación, se llama “neoliberalismo”. El pecado, en política se
llama “modelo que se desentiende de los pobres”, mal que a usted le pese.
Pablo está hablando de que para
ser fieles a la voluntad de Dios muchas veces, generalmente, no nos alcanzan
las fuerzas (“hago el mal que no quiero”),
es ahí donde Dios interviene – eso es la gracia – aproximándose a la humanidad
para que pueda obrar “el bien que quiero”.
Si quiere seguir podríamos decir que muchas veces queremos hacer el bien, pero “el
mal” se nos impone desde fuera impidiéndolo; ¿quiere pensar en corridas
bancarias, presiones, buitres o vinchucas, FMI o BM? No estaría lejos de
hacerlo desde el espíritu paulino. ¿Sabe que todo el contexto de la carta a los
romanos – y Pablo en general – es sumamente crítico al imperialismo (romano,
obvio)? ¿O esa parte mejor la obviamos?
Sr. Ferreres, ¡no tome el nombre
de Dios en vano! Dedíquese a la economía que a juzgar por sus aciertos bastante
mal le va, pero si juzgamos por sus mandantes debe sentirse feliz. Dedíquese a
eso, cierre la Biblia… o –preferiblemente – deje que la Biblia le abra los ojos
y aprenda a ver a Dios presente en los pobres y viva para ellos, así seguirá
una conducta según el espíritu (Romanos 8,4), si me permite, ¡se lo recomiendo!
Foto tomada de www.canalred.info
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