Seguir a Jesús es proseguir su obra, perseguir su causa y conseguir su plenitud
DOMINGO 12º - "C"
Eduardo de la Serna
Lectura de la profecía de
Zacarías 12, 10-11; 13, 1
Resumen: En una serie de textos unidos por “aquel día” y sin aparente relación entre sí, Zacarías alude a una mirada de futuro en la que manifiesta un contraste entre Jerusalén en contexto de abandono de los caminos de Dios y ésta conducida por el espíritu. Las consecuencias del abandono, incluso la muerte de algún personaje anónimo, permitirán al pueblo –a partir del lamento y el llanto amargo, mirar en dirección a Yahvé.
El profeta Zacarías, uno
de los últimos de los profetas canónicos de Israel es bastante complejo. Se
suele hablar que en el actual libro no hay palabras de un profeta (“Zacarías”)
sino de dos, y hasta incluso se ha hablado de tres, o de que una tercera parte
se encuentra en el actual “Malaquías”. En general, sin embargo, la mayoría de los
autores acepta la propuesta de “dos” y la propuesta de un tercero resulta menos
seguida en la actualidad, sin que eso implique desconocer que más de una vez se
encuentran textos modificados con el tiempo (como ocurre, por otro lado, en
muchísimos otros escritos). Que nos resulta demasiado difícil de encontrar una
estructura o armado es otro de los motivos de nuestro actual desconcierto. Eso
también se ve en el texto que nos toca comentar, como diremos.
Antes de avanzar es bueno
recordar que en la liturgia del tiempo durante el año, la primera lectura
siempre es escogida en función del Evangelio que corresponde. En este caso, el
anuncio de la pasión, por ello todo indica que el motivo de la elección de la
primera lectura es la mención al “traspasado” (en todo caso, leído a la luz de
Juan 19,37 y quizás del canto del Siervo Sufriente de Yahvé de Is 53). Pero su
relación –si es que la hay- la veremos al analizar el texto.
Zac 12-13 parece presentar
oráculos bastante diferentes, en temática o contexto. Sin embargo, están
literariamente unidos por la fórmula “Aquel día”
(12,3.4.6.8.9.11; 13,1.2.4). A veces los diferentes oráculos son unidos por
“palabras gancho” (p.e. “jefes de Judá” en
12,5 y 6; “profetas”
en 13,2 y 4).
La liturgia de hoy propone
los vv.10-11 (omitiendo los vv.12-14 del cap.12) y 13,1 (es decir, omite la
primera parte de “aquel
día” del v.9, y la parte final del “aquel día” del
v.11. El “aquel
día” de 13,1 está completo.
El anuncio del v.9
(“destruir”) es lo que hará que todas las naciones vengan contra Jerusalén. Sea
del tiempo histórico que fuere este relato, los asedios a la ciudad han sido
frecuentes (no necesariamente bélicos o militares). Tanto persas como griegos tenían
una presencia amenazante a fin de garantizar la tranquilidad en el imperio; los
sátrapas debían asegurar el orden (y el pago de impuestos). Obviamente la
independencia de Israel era cosa del pasado (muy pasado) y del futuro añorado.
Pero esto requeriría de
parte de Israel dejarse conducir por Dios (cosa que no ha hecho, por cierto). “Volverse a Yahvé”.
Pero dentro de esta situación de Jerusalén, cabe recordar que desde la
destrucción dela ciudad (año 587 a.C.) no hay más rey en Israel. Hay miembros de
la familia real cautivos en Babilonia, e incluso en la reconstrucción de
Jerusalén participa Zorobabel (descendiente de David, pero como su mismo nombre
lo indica, alguien que lleva el sello del imperio: Babel es Babilonia, y “Zoro”
quizás sea referencia a Zoroastro, aunque puede ser hebreo). Ya el primer
Zacarías (4,1-14) había hablado (ver v.6) de Zorobabel en “clave mesiánica”,
aquí se refiere a “la casa de Israel” (y los habitantes de Jerusalén). Ciertamente las perspectivas son “de
futuro” (el segundo Zacarías [Zac 9-13] parece el profeta que tiene un discurso
más “escatológico”, más de “futuro”). Pero para que el descendiente de David y
Jerusalén puedan “volverse a Yahvé”, enfrentar las potencias extranjeras y
permitir que “Dios reine” en Judá, hace falta que se derrame el “espíritu”. Un
discípulo de Isaías ya lo había señalado para un rey futuro (11,1-5), y aquí se
repite: derramará un “espíritu”. Este espíritu (ruah, en hebreo
[es femenino]) supone la fuerza que Dios envía sobre aquellos a quienes ha
asignado una misión: los profetas pueden hablar en nombre de Dios porque él les
ha enviado su espíritu; los reyes –como en este caso- pueden gobernar conforme
a la ley de Dios porque él ha enviado su espíritu, es decir su aliento, su
impulso. Del mismo modo –también como expectativa futura- ese espíritu será
derramado –como aquí- sobre el pueblo de Dios que así podrá vivir fielmente su
alianza (Joel 2,28.29).
Pero este espíritu es
cualificado como de “gracia” y “oración”. “Hen” suele
traducirse por “gracia”, se entiende como “atracción”, “agrado” (ver Pr 11,16;
31,30; Sal 84,12) o también “favor” (Dt 24,1; Gen 39,21). No conviene atribuir
al término “gracia” en el AT la enorme carga teológica que Pablo le dará más
adelante; sin dudas fue el Apóstol –o su entorno- el que reformuló la idea con
una formidable “carga” de iniciativa divina, acción sobre la humanidad y la
historia, fuerza salvífica; pero no debemos verla de ese modo en el AT, aunque
aquí señale el favor divino o el obrar del espíritu en los destinatarios que
los hace “gratos” de esos favores. “Tahanunim”, que
se traduce habitualmente por “oración”, se entiende por súplicas, el pedido de
un favor. El espíritu también impulsará para pedir la intervención de Dios en
favor de su pueblo y su rey.
Aquí encontramos, a
continuación, un problema que –por otra parte- hace a la comprensión del texto
y al sentido del mismo en este lugar de la liturgia: la referencia a “mirar” y
al “traspasado”. ¿Dónde corresponde poner la puntuación?
· Mirarán hacia mí, y harán luto por el
traspasado
· Mirarán y harán luto por el traspasado
[así lo lee Juan en 19,37; cf. Ap 1,7]
· (Me) mirarán a mí, al que traspasaron
Gramaticalmente todas son
posibles, por lo que debemos buscar el sentido en el texto. La referencia a
Dios mismo como “traspasado”
(opción 3) podría comprenderse a la luz de Pr 12,18 donde se habla de la “palabra como espada”.
Sin duda Dios no es “traspasado” propiamente, pero no deja de ser cierto que en
la Biblia campea –a veces- una suerte de “ateísmo práctico”: Dios existe pero
“no se mete”, no interviene, no castiga, no actúa… (cf. Is 58,3; Mal 2,17; Sal
10,4; 14,1; 53,2). ¿Debe entenderse en ese sentido? No parece, ya que la idea
no llega a tanto en la Biblia (la idea de una suerte de “muerte de Dios” le es
ajena; no así la “muerte de los ídolos” sobre la que volveremos). Para aludir a
que “mirarán” al traspasado (opción 2) se debe omitir “a mí” lo cual no
parece razonable. Por lo que el texto presenta dos objetos, uno de la mirada
(“a mí”), Dios y otro, un “traspasado”. Es cierto que no se puede “ver a Dios”,
(aunque Is 5,12; 22,11; 38,11), por eso la traducción “mirarán hacia mí”, es decir mirar sus obras, sus
caminos. En dirección a Dios (opción 1).
El problema es quién es
este “traspasado”. El verbo traspasar (daqar) no es
frecuente en la Biblia (x12: Nu 25,8; Jue 9,54; 1Sa 31,4 [x2], 1 Re 4,9 [un
nombre: Dequer]; 1 Cr 10,4; Is 13,15; Jer 37,10; 51,4; Lam 4,9; Zac 12,10;
13,3). En todos los casos se hace referencia a una lanza o una espada (en
Jeremías no se menciona el instrumento pero el contexto de violencia es
evidente). No parece que se use en sentido metafórico (como sería en la tercera
opción, aludiendo a “traspasar a Dios”, aunque el texto de Pr 12,18 –como se ha
dicho- alude a “como
una espada”). Es interesante, sin embargo, que el verbo vuelve a
encontrarse en Zac 13,3, conforme se ha mostrado. Allí se alude a personas que
profetizan falsamente, que obran contrariamente a lo que Dios quiere, dicen
mentiras, y su padre y su madre “lo traspasarán mientras está profetizando”.
Ciertamente este traspasado no se asemeja al de 12,10, pero ayuda a entender el
sentido que Zacarías da al verbo. El llanto amargo y la lamentación puestos en
paralelo manifiestan lo profundo del dolor por “el traspasado”,
pero nada nos permite su identificación; puede referirse a un mártir inocente y
anónimo de cuya muerte es responsable el pueblo. El texto, entonces, habla de
un mirar “hacia Dios” y el llanto / lamento por el traspasado (¿un justo?).
Puesto que sólo se menciona el dolor, sin consecuencia alguna (la referencia al
“hijo único” debe entenderse como comparativa del dolor: “como”). No se ve
referencia concreta al Siervo de Yahvé, por lo que estamos incapacitados de
comprender la alusión concreta.
En el v.11 encontramos un
nuevo “aquel día”
unido al anterior por la palabra gancho “lamentación”. El
lamento es por Jerusalén y atrae una nueva comparación (“como”). Esta
comparación no es evidente ya que Megidó recuerda la llanura donde fue matado
el gran rey Josías, “hijo de David” (2
Re 23,29-30 / 2 Cr 35,22 [Megidó es mencionada en otras ocasiones pero no como
lugar de lamento]). Rimmon es mencionada como ciudad en Jos
15,32; 19,7.13; Jue 20,45.47; 21,13; 1 Cr 4,32; y Zac 14,10; como persona en 2
Sam 4,2.5.9. Pero en 2 Re 5,18 se menciona un templo a Rimmon. Hadad es el nombre de la principal divinidad
cananea, que para no nombrarla (nombrar es dar entidad, es reconocerla) se la
suele llamar Baal a lo largo de la Biblia hebrea (cf.
Gen 36,35.36; 1 Re 11,14.17.19.21.25; 1 Cr 1,46.47.50.51 donde aparece en
nombres de personas; y en 1 Re 20,1-34 [la batalla con los arameos] aparece
como nombre de un rey; en este caso se trata de un nombre “teofórico” es decir
que incluye el nombre de la divinidad en su propio nombre). El intento de tapar
el nombre de Hadad reemplazándolo por Baal es evidente, y en este caso se hace
referencia a un doble nombre idolátrico: un lugar (o persona) y su semejante o
atributo. No se comprende la referencia al lamento de estas referencias
idolátricas en Meguidó y su comparación con el lamento de Jerusalén. Puede ser
que esté aludiendo al lamento por el pecado de idolatría en Israel o
simplemente contrastando dos lamentos. Pero en este caso no se comprende la
razón del lamento. Los vv. 12-14 omitidos en el texto litúrgico no aportan
elementos para la comprensión de esta comparación. Siendo que sin espíritu,
Jerusalén y la casa de David, han rechazado a Dios, han “mirado” en otra
dirección, no es improbable que deba entenderse como un lamento de Jerusalén
por su idolatría (como la de Hadad). Lo cierto es que no parece haber relación
entre este lamento (v.12) y el lamento por el traspasado (v.10). Quizás se
trata de una divinidad que muere, por la que se entona un lamento ritual; véase
Ez 8,14 refiriéndose a Tamuz.
13,1.
Nuevamente se hace referencia a “la casa de David”;
en este caso se habla de una “fuente abierta”
para la casa de David y los habitantes de Jerusalén para su purificación. “Para
(lavar) el pecado y la
impureza”. En Ez 36,16-32 también se afirma que Dios enviará su espíritu
(Ez 36,27; Zc 12,10), y en ambas se utiliza el agua como imagen de purificación
moral (Ez 36,25; Zc 13,1) tomada de la impureza mestrual (niddà: Ez 36,17; Zac
13,1).
A
modo de síntesis señalemos que seguramente este texto se ha incorporado en la
liturgia por la referencia al “traspasado” pero leído este a la luz de Jn 19.
Mirando el texto de Zacarías en su contexto no parece que esta lectura sea
preferible, aunque la relectura joánica aporta una novedad en el “lamento como de hijo
único”.
Lectura de la carta a los Gálatas 3, 26-29
Resumen: Usando una suerte de catequesis bautismal,
Pablo señala que todos los obstáculos que impedían el libre acceso a Dios se
encuentran derribador “en Cristo” y todos sin excepción ahora encuentran en Él
la unidad y –por tanto- la posibilidad de vivir unidos la novedad que Cristo ha
traído.
En el artículo sobre ‘La Mujer en los escritos
de Pablo’ (que se encuentra en el blog, en “Artículos bíblicos”) hemos
mirado detenidamente este texto. Veamos aquí lo fundamental.
La unidad literaria es más extensa que el texto que
toca comentar. Comienza en 3,15 (como es frecuente, con el vocativo “hermanos”,
y con los términos “descendencia”, “Abraham” y “promesa”
que se repiten de modo inverso en v.29). Como los términos lo indican. Pablo
está explicitando teológicamente la justificación por la fe y no por las obras
de la ley, y recurre con frecuencia al ejemplo de Abraham. Este ejemplo tiene
muchas motivaciones: Abraham es el “padre” de Israel, con Abraham nace en el
pueblo la circuncisión (que es el problema por el que los visitantes en Galacia
atacan a Pablo, y que muchos en la comunidad han aceptado), Pablo recurre a una
serie de citas bíblicas (Gen 12,7 en este caso) que le permiten mostrar la
continuidad bíblica y –por tanto- su fidelidad. El contraste sigue siendo (y lo
es a lo largo de toda la carta) en la importancia que los adversarios dan a la
ley y su relativización por parte de Pablo que pone a la fe en el centro de la
cuestión. La referencia de Génesis a la “descendencia” de Abraham (en
singular, es decir no a sus “descendientes”) sirve a Pablo para afirmar que se
refiere a Cristo. La ley es muy posterior a la promesa (430 años, v.17) y por
tanto no la anula, simplemente “espera la fe” que debe manifestarse. El
ejemplo que pondrá Pablo es el del “pedagogo” (v.24), es decir el
esclavo, o uno contratado, que conduce (gogein) a los niños (pedes)
hasta el maestro; obviamente al llegar a la meta, concluye su misión (el
término es exclusivamente paulino, y fuera de acá [vv.24 y 25] se encuentra en
1 Cor 4,15). De allí que concluye este párrafo afirmando que “una vez
llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo” (v.25). Aquí comienza el
texto litúrgico que es la conclusión de esta unidad literaria.
Es interesante ver cómo está estructurado el texto
lo cual, además, nos permitirá sacar algunas conclusiones:
A. “todos son… en Cristo
Jesús” (v.26)
(Explicación: “en
efecto, todos los bautizados en Cristo se han revestido de Cristo”, v.27)
B. ya no hay ni
… ni (v.28a)
B’. … ni…
ni (v.28b)
A’. “todos son… en Cristo Jesús” (v.28d)
Siendo que en 1 Cor 12, 13 y Col 3,11 encontramos
una fórmula semejante, se ha pensado que Pablo está citando aquí una especie de
“catequesis” o referencia bautismal, es decir señalar lo que el bautismo
provoca. Veamos brevemente las semejanzas y diferencias con el texto de 1 Cor
ya citado
1 Cor 12,13
|
Gal 3,26-28
|
26 Pues todos ustedes son
hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
|
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13 Porque en un espíritu
hemos sido todos bautizados, en un cuerpo,
|
27 En efecto, los
bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido:
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ya judíos ya griegos,
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28 no hay judío ni
griego;
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ya esclavos ya libres.
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no hay esclavo ni libre;
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no hay varón y mujer,
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Y todos en un espíritu hemos bebido.
|
ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
|
Los matices son interesantes de señalar. Veamos
brevemente: destacar que somos “hijos de Dios por la fe” es
característico del tema que Pablo está debatiendo en Gálatas, por lo que
podemos suponer que esto Pablo lo ha añadido al texto bautismal que ha recibido.
La referencia al cuerpo es propia del tema que Pablo está
desarrollando en Corintios (12,12), lo mismo que la insistencia en el tema del Espíritu (12,4-11).
La imagen del “revestimiento” es característica del modo de vida
coherente con la novedad de Jesús (Rom 13,12.14; 1 Cor 15,53.54; 1 Tes 5,8)
debido a la profunda unidad con Cristo. Es interesante que mientras Corintios
destaca que hay “uno y otro”, Gálatas destaca que no hay “ni uno ni
otro”. El contexto de cada carta y la intención de Pablo explican las
diferencias: en 1 Corintios Pablo quiere resaltar la diversidad, siempre dentro
de la unidad (por eso la imagen de los miembros y el cuerpo), en Gálatas, en
cambio, quiere resaltar la unidad (en Cristo). También es llamativo que en
Gálatas se encuentra la referencia a “varón y mujer” (notar la pequeña
diferencia: no dice ni… ni… sino ni… y). Finalmente la
conclusión señala la unidad de todos (en un espíritu, como es propio en
1 Cor y “en Cristo”, en Gal).
Destaquemos algunos elementos: para empezar es
conocida la oración judía en la que se daba gracias a Dios “por haber nacido
judío y no pagano, libre y no esclavo, varón y no mujer”. No debemos
entender esta oración (por otro lado común en otros grupos ya que también entre
los persas se encuentran esquemas similares) con mentalidad contemporánea.
Podemos decir sintéticamente que los paganos, las mujeres y los esclavos no
podían ingresar al Templo, y por tanto sólo los varones, judíos libres podían
entrar en contacto con Dios, y era razonable –entonces- dar gracias por eso. Lo
que Pablo está señalando, entonces, es que todas las barreras han caído “en
Cristo”.
Otro elemento a tener en cuenta es el par “varón
y mujer”. Como vimos, no se encuentra en 1 Corintios. Siendo 1 Corintios
probablemente anterior cronológicamente a Gálatas podemos suponer que Pablo lo
ha añadido (por eso la diferencia con los anteriores, es decir el cambio de
“ni… ni” por este “ni… y”). Es decir, en 1 Cor Pablo cita el texto bautismal
que conoce (“ni”); cuando escribe a los Gálatas (movido quizás por la oración
judía que mencionamos, y quizás también para destacar más fuertemente el lugar
de la mujer en sus comunidades, algo que precisamente había reforzado en 1 Corintios
(cf. 11,2-16), Pablo remite a la unidad originaria de “varón y mujer”
(el texto es cita de Gen 1,27: “Dios creó al ser humano, varón y mujer los
creó”; “y”).
Queda pendiente la pregunta, ¿cómo puede Pablo
afirmar que no hay lo que evidentemente hay? Lo que Pablo destaca que no hay
es, precisamente, el impedimento –o limitación- de encuentro pleno con Dios al
que estaban sometidos paganos, mujeres y esclavos. Pero precisamente estando “en
Cristo” (por el bautismo) todas esas divisiones se han disuelto. Ahora
judíos y paganos son hermanos, como la Colecta para Jerusalén lo
demuestra; esclavos y libres son hermanos, como el caso de Filemón
y Onésimo lo demuestra, y varones y mujeres son hermanos (como
el uso habitual del término “hermana” por parte de Pablo lo demuestra [es
importante notar que “hermana” en sentido teológico, es decir, como miembro
pleno del pueblo de Dios, no era usado ni en el AT, ni en los apócrifos ni
otros escritos judíos; es Pablo el que lo hace]).
El bautismo es generador de unidad en el Pueblo de
Dios, ya no hay nada que diferencia a unos y otros en el acceso a Dios mismo,
ya Cristo mismo ha abierto ese acceso y “en Cristo” todos “están
revestidos”.
Ahora Pablo puede concluir toda esta unidad: siendo
“de Cristo” todos son descendencia de Abraham, herederos según la promesa; la
fe ya nos ha hecho “hijos” ¿qué más se puede esperar?
+ Evangelio según san Lucas
9, 18-24
Resumen: la pregunta fundamental es “quién es Jesús” y la respuesta es variada. La “multitud”, que anda con Jesús tiene una respuesta parcial, pero los discípulos deben profundizarla. Y esta respuesta supone un seguimiento exigente, como es exigente para Jesús ser un mesías y profeta que está a punto de dirigirse a Jerusalén donde sufrirá y será reprobado por las autoridades. Allí deben seguirlo cada día sus discípulos.
El texto de Lucas presenta un momento clave en el
ministerio de Jesús según los Evangelios, y en los tres sinópticos ocupa un
lugar fundamental. En Marcos culmina toda la primera parte, en Mateo es el eje
del capítulo “eclesial” y en Lucas está concluyendo la etapa “galilea”, como
veremos.
Mirando las diferencias con Marcos podemos ver fácilmente
dónde radican los intereses de Lucas y –luego- qué quiere decir el evangelista.
Notemos (resaltamos en Lucas los temas principales):
Mc 8,27-35
|
Lc 9,18-24
|
27 Salió Jesús con sus
discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta
pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?»
|
8 Y sucedió que mientras él estaba orando a
solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: «¿Quién dice la
gente que soy yo?»
|
28 Ellos le dijeron:
«Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los
profetas».
29 Y él les preguntaba: «Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».
|
19 Ellos respondieron:
«Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta
de los
antiguos había resucitado».
20 Les dijo: «Y ustedes, ¿quién
dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios».
|
30 Y les mandó
enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.
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21 Pero les mandó
enérgicamente que no dijeran esto a nadie.
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31 Y comenzó a enseñarles
que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días.
|
22 Dijo: «El Hijo del
hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».
|
32 Hablaba de esto
abiertamente.
Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle.
33 Pero él, volviéndose y mirando
a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista,
Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los
hombres».
|
|
34 Llamando a la gente a
la vez que a sus discípulos, les dijo:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame.
|
23 Decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
|
35 Porque quien quiera
salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el
Evangelio, la salvará.
|
24 Porque quien quiera
salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
|
Para empezar notemos que –como es habitual en los momentos importantes de Lucas- Jesús es presentado en oración (3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29; 11,1; 22,41.44). Resulta extraño que Jesús esté “a solas” y a continuación estén con ellos discípulos. Lucas parece no percatarse de la contradicción, o no darle importancia ya que el contexto requiere su presencia. Lo cierto es que ante este momento importante, Jesús está en oración. Es que es fundamental para los Evangelios dar respuesta a la pregunta “¿quién es Jesús?” Y en este caso es una pregunta doble: quién es Jesús para la “gente” (ojlos), la muchedumbre (no “los hombres” como en Marcos). Hemos señalado en otras ocasiones que la “gente” resulta protagonista para Lucas, especialmente por ser no valorados por las elites; una de las características de la “gente” es que está con Jesús de allí la importancia de saber qué dice sobre él.
Lo que la gente dice no es totalmente falso (ni
totalmente cierto). La comparación con profetas es particularmente importante
en Lucas donde se destaca tan insistentemente que Jesús lo es. La idea de que
es uno de los antiguos que “ha resucitado” no se encuentra en Marcos en esta
parte, pero sí parcialmente en su paralelo de 6,16 (donde, por su parte, Lucas
lo repite):
Mc 6,14-16
|
Lc 9,7-9
|
14 Se enteró el rey
Herodes, pues su nombre se había hecho célebre.
Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de
entre los muertos
y por eso actúan en él fuerzas milagrosas».
15 Otros decían: «Es Elías»;
otros: «Es un profeta como los demás profetas».
16 Al enterarse Herodes, dijo:
«Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado».
|
7 Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo
que pasaba, y estaba perplejo;
porque unos decían que Juan había resucitado de entre
los muertos;
8 otros, que Elías se había
aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.
9 Herodes dijo: «A Juan, le
decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba
verle.
|
A continuación de la opinión parcial de “la
gente” importa la opinión de “ustedes” (= los discípulos), sin dudas
se pretende que esta sea más integral. Pedro, en nombre de “los discípulos”
afirma: “el Mesías de Dios”. Como en los restantes Evangelios, Hechos, y Pablo,
Pedro ocupa un lugar preponderante en la comunidad, parece su vocero (8,45;
12,40; 18,28), aunque seguramente sea más importante que eso (22,31-32). Es
llamado por este nombre x19 en Lucas, (y x12 llamado “Simón”) y en este texto
es evidente que habla también en nombre de los demás (“ustedes”), de hecho ni
Marcos ni Lucas señalan consecuencia alguna del dicho de Pedro, como sí lo hace
Mateo.
Como es habitual en Marcos, Lucas repite el mandato
de callar que toma de su fuente, y anuncia por primera vez su futura muerte. El
lugar estratégico que esto ocupa en Marcos no parece tener la misma fuerza en
Lucas, como se descubre al omitir el reproche de Pedro y la reacción de Jesús.
Pero sí mantiene la estrecha relación entre la muerte del maestro y el futuro
de los discípulos. Es habitual que Lucas omita en su Evangelio los momentos
conflictivos y chocantes que puede evitar (lo cual es notable en el relato de
la pasión), acá lo hace con Pedro; precisamente por la importancia que ocupará
en la comunidad no parece conveniente su incomprensión (algo que
–contrariamente- Marcos quiere resaltar expresamente, y Mateo pone en paralelo
con su confesión).
Pero Lucas no omite la enorme exigencia que seguir
a Jesús supone, y entonces añadirá que “tomar la cruz” es algo de “cada
día” (v.23).
El terreno de la exigencia que implica reconocer
“quién es Jesús” para aquellos que pretenden ser sus discípulos está preparado.
La oración de Jesús es ejemplo para imitar, y junto con él ponerse en camino
cada día detrás de la cruz. Hacia eso se encamina Jesús, a Jerusalén donde será
asesinado como corresponde que ocurra con los profetas. De esto se trata el
evangelio del próximo domingo.
Fotos tomadas de http://prensafranciscanaperu.blogspot.com/2011/02/la-cruz-del-peru-acerca-de-la-cruz-del.html y
de http://www.eltribuno.info/salta/200692-Llegan-los-primeros-peregrinos-de-los-Valles-Calchaquies.note.aspx
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